Caudal de color
Entre las muchas exposiciones individuales que se pueden ver en Bilbao estos d¨ªas, destaca, aparte de la vigente y extraordinaria de Jean Arp, ya comentada en este mismo espacio, la de Josu¨¦ M. Pena en la Galer¨ªa Vanguardia. El joven artista de Sestao demuestra en esta exposici¨®n que posee grandes recursos, tanto en lo referente a la elecci¨®n de los materiales como en las m¨²ltiples graf¨ªas que despliega su mano.
La riqueza de la combinatoria es notable. Lo mismo cuando trabaja sobre un soporte con fondo fotogr¨¢fico como con otro realizado a base de collages de peri¨®dicos, o como cuando utiliza telas estampadas a modo de lienzos, o introduce fotograf¨ªas de determinados temas que se superponen a otras fotos de distinto significado. Sobre esos y otros soportes la acci¨®n pict¨®rica golpea suave, firme, potente, misteriosa, ofreciendo en cada momento una gama enriquecedoramente diversa.
Destaca entre sus trabajos un mural de cerca de seis metros de ancho por dos de alto. Lo conforman 30 piezas de medio metro por medio metro. Piezas que son peque?os mundos aut¨®nomos pero que, tomados en conjunto, crean un universo completo, sumamente variado, lleno de rumores hondos. A la acertada multiplicidad simult¨¢nea de colores se suman las graf¨ªas diversas. El caudal a borbotones lo equilibran esos signos horizontales, siempre presentes en todas las piezas. Signos que son como voces de formas y colores discontinuos, cuya funcionalidad no es otra que ejercer como controladoras de las emociones de cada pulsi¨®n.
Queda por ver c¨®mo se maneja con las obras de mayores dimensiones. Esas obras ¨²nicas donde no exista relaci¨®n alguna nada m¨¢s que con ellas misas. De todos modos, su inventiva est¨¢ llamada a darle frutos de altos vuelos. Adem¨¢s de la inventiva hay que reparar en la pasi¨®n que parece llevar dentro de s¨ª, con el a?adido de disponer de una buena mano para el dibujo, lo que es bastante poco frecuente en los tiempos que vivimos.
Tambi¨¦n cabe mencionar la exposici¨®n del escultor Xavier Mascar¨® en la Galer¨ªa Col¨®n XVI. En ese ¨¢mbito veremos hierros que representan galeones de desecho, escaleras imposibles, reclinatorios para enanos, cruces votivas de malos presagios, libros de no se sabe qu¨¦ sabidur¨ªa contienen y otras abstracciones. Hay un dato muy evidente, como es que el artista ha impregnado las obras con una suerte de moho, como diminutas pincarrascas f¨¦rreas. Quieren datarnos que vienen desde un tiempo lejano y a?oso. Para contrarrestar la esencia mohosa de la antig¨¹edad, en determinadas esculturas introduce unas varillas que son como nervios de asiento, para lo que utiliza puntos de soldadura el¨¦ctrica. En conjunto, se sale con la sensaci¨®n de estar frente a obras con clara vocaci¨®n escenogr¨¢fica. Son como apoyos para algo, m¨¢s que como un encuentro esencial con ellas mismas. Los dibujos que cuelgan por las paredes parecen confirmar la evidencia de lo escenogr¨¢fico. Por otro lado, se plantea la duda sobre si los dibujos han ejercido de bocetos previos o si una vez construidas las esculturas se han elaborado a posteriori.
En la Galer¨ªa Juan Manuel Lumbreras se muestran varias series de grabados de Manolo Vald¨¦s. Sobre un personaje regio femenino de Las Meninas, el artista juega con el mismo modelo vari¨¢ndolo con mayores o menores l¨ªneas, con m¨¢s densas o menos densas las manchas, y otros etc¨¦teras. Parecen m¨¢s logradas las obras cuanto menos abundantes son las manchas. Sobre todo porque al ir acompa?ados de collages -fragmentos de cuadros de Picasso, Matisse, Mondrian, Lichtenstein, entre otros-, para el juego visual le van mejor las fr¨¢giles l¨ªneas que brindan m¨¢s zonas blancas que las manchas, de apariencia, dig¨¢moslo, un tantito sucias e imprecisas.
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