Los ni?os, rehenes de la guerra
Un misil de media tonelada cay¨® a 30 metros de un parque infantil de Kabul y a 700 metros de un cuartel talib¨¢n
Los militares estadounidenses escrib¨ªan en sus bombas, destinadas a Afganist¨¢n, frases como J¨®dete Osama. A veces, es verdad que le daban de lleno a las bases talibanes o de Al Qaeda. Pero otras no. Quiz¨¢s la bomba que mat¨® a Nasila, de cinco a?os, o el misil que hiri¨® a Maiwan, de 16 a?os, y a Koshbao, de 10, llevaba escrita una expresi¨®n de este tipo. Estos ni?os tuvieron la mala suerte de vivir en el barrio de First Microray¨®n, de Kabul, a cientos de metros de una base donde los talibanes escond¨ªan tanques y artiller¨ªa pesada, y tambi¨¦n tuvieron la mala suerte de que Estados Unidos decidiese bombardear a mucha altura -ni siquiera oyeron el avi¨®n- y con escasa punter¨ªa.
En una calle de este distrito de Kabul, construido por los sovi¨¦ticos en los a?os setenta para sus funcionarios, hay un agujero de unos cinco metros de di¨¢metro, con agua verdosa y encharcada al fondo. El misil destruy¨® por completo una parte del sistema de canalizaciones del barrio y dej¨® a unas treinta casas sin agua corriente. Pero eso es lo de menos. La bomba cay¨® a las doce de la ma?ana a unos treinta metros de un parque infantil. Sus columpios azules son una de las poqu¨ªsimas cosas nuevas que se pueden ver en la destrozada capital afgana, y el parque est¨¢ lleno. Hasta dentro de cuatro meses no vuelven a empezar las clases y en las calles de la ciudad hay siempre ni?os por todas partes.
'Est¨¢bamos por aqu¨ª cuando cay¨® la bomba. Escuchamos una enorme explosi¨®n', relata Suman, una ni?a guap¨ªsima de 12 a?os que lleva de la mano a su hermana m¨¢s peque?a. 'Ten¨ªamos mucho miedo'. Otra de sus hermanas, Koshbao, pas¨® una semana en el hospital en estado grave porque recibi¨® en la cabeza dos impactos de metralla y una pedrada que sali¨® disparada como efecto de la explosi¨®n, que convirti¨® en fosfatina los cristales de las casas de alrededor. Ahora las ventanas est¨¢n cubiertas con pl¨¢sticos, y de noche en Kabul el term¨®metro alcanza temperaturas inferiores a cero grados.
'Ahora estoy contenta, porque, cuando empiecen las clases, podr¨¦ ir al colegio. Los talibanes no dejaban ir a las ni?as al colegio', sigue narrando Suman con mucho desparpajo. Maiwan, el otro ni?o que result¨® herido por la explosi¨®n, se acerca y tambi¨¦n tiene ganas de contar su historia. 'Estaba por aqu¨ª, como todos los d¨ªas, cuando cay¨® la bomba. Me hice una herida en la cabeza', afirma. Maiwan y Koshbao tardaron una hora en ser evacuados a un hospital cercano porque no consiguieron encontrar un coche con el que trasladarlos. 'Estuve s¨®lo un d¨ªa en el hospital. Una piedra me dio en la cabeza', repite. ?Y cu¨¢ndo ocurri¨® esto? 'Hace un mes'. 'No', le interrumpe su hermano mayor, Walid, de 18 a?os, en ingl¨¦s. Primero pregunta si hay alg¨²n periodista que necesite un traductor y luego relata que el misil cay¨® a las doce de la ma?ana de hace 25 d¨ªas. 'Muchos bloques se quedaron sin agua. Menos mal que la Cruz Roja lo ha arreglado', dice antes de preguntar sobre cu¨¢ndo abrir¨¢n la embajada estadounidense para pedir da?os y perjuicios.
Pero la bomba de la carretera no fue la ¨²nica que dio en el blanco equivocado esa ma?ana. A unas cuantas manzanas de all¨ª, al pie de uno de los inconfundibles bloques sovi¨¦ticos, cay¨® otro misil s¨®lo un cuarto de hora antes. '?Qui¨¦n va a pagar todo esto?', se pregunta Abdul¨¢, un ingeniero electr¨®nico de 50 a?os que estudi¨® en la antigua URSS y ahora est¨¢ desempleado.
All¨ª los ni?os, de nuevo, cuentan lo que ocurri¨®. Estaban en la calle cuando estall¨® la bomba, que provoc¨® una enorme explosi¨®n y les dio mucho miedo. Ellos, por lo menos, pueden contarlo. Nasila, de cinco a?os, muri¨® aplastada por una piedra. Tampoco hab¨ªa veh¨ªculos para evacuarla y, cuando consiguieron uno al cabo de una hora, ingres¨® cad¨¢ver en el hospital.
La explicaci¨®n a tantos da?os colaterales se encuentra a 700 metros, en un cuartel donde los talibanes hab¨ªan estado almacenando tanques y artiller¨ªa, esperando que los aviones de Estados Unidos no se atreviesen a bombardear un barrio de civiles. Las casas que rodean el recinto militar, lleno de chatarra y basura, con los edificios reventados por las bombas, tienen tambi¨¦n los cristales rotos. All¨ª tuvieron m¨¢s punter¨ªa.
Nadie sabe todav¨ªa cu¨¢ntos muertos hubo en Kabul durante los ataques, y la ONU se limita a decir que tardar¨¢ un mes en desactivar todas las bombas que no han hecho explosi¨®n.
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