Las manos de Hitler
CUENTA KARL JASPERS que, al preguntarle a Heidegger c¨®mo es que Alemania podr¨ªa ser gobernada por un hombre de tan escasa formaci¨®n como Hitler, ¨¦ste le respondi¨®: '?La formaci¨®n es indiferente, tan s¨®lo mire usted sus preciosas manos!'. Eran las mismas manos cuyo recuerdo habr¨ªa de suscitar en Albert Speer la idea de que transmit¨ªan la falsedad de aquel ser esencialmente 'vac¨ªo y muerto'.
Sebastian Haffner no dud¨® nunca acerca del car¨¢cter de aquel estadista advenedizo. Tras leer la noticia del nombramiento de Hitler como canciller anot¨®: 'Por un instante casi percib¨ª f¨ªsicamente el olor a sangre y suciedad que rodeaba a ese hombre'. Sobre todo, fue incapaz de comprender c¨®mo aquel ser esperp¨¦ntico hab¨ªa llegado al poder absoluto: 'Ese peinado de proxeneta, esa elegancia de pacotilla, esa incre¨ªble verborrea unida a los ademanes de epil¨¦ptico, la mirada entre flamante y extraviada. La mayor parte de las personas que lo aclam¨® en el Palacio de los Deportes en 1930 habr¨ªa evitado pedir fuego a un hombre como aqu¨¦l'.
El secreto de Hitler. Doble vida del dictador.
Lothar Machtan. Traducci¨®n de Juan Mar¨ªa Madariaga. Planeta. Barcelona, 2001. 407 p¨¢ginas. 2.900 pesetas.
En 1940, Haffner pronostic¨® en su primer libro sobre el Tercer Reich el suicidio del F¨¹hrer. D¨¦cadas despu¨¦s, en 1978, este autor de tan certero instinto publicar¨ªa una de sus obras de mayor ¨¦xito: Anotaciones -u observaciones- a Hitler; por entonces, se advert¨ªa en Alemania una oleada de mitificaci¨®n del tirano amparada por enormes dosis de desinformaci¨®n.
Desde entonces ha habido grandes bi¨®grafos del jerarca nazi, como Ian Kershaw, quien asegura que, tras a?os de investigaci¨®n, Hitler le parece 'a¨²n m¨¢s repulsivo que antes', sobre todo debido al ingrato misterio que a¨²n suscita su personalidad. Lothar Machtan se ha atrevido a bucear en esa cara desconocida siguiendo la pista de un tab¨²: la supuesta homosexualidad del F¨¹hrer, que, aunque galante con las mujeres, hac¨ªa caso omiso a sus encantos, pues -afirmaba- 'estaba casado con Alemania'. Machtan sostiene, en un trabajo especulativo, que Hitler era homosexual, y que tal secreto fue el mejor guardado del Tercer Reich. La inclinaci¨®n er¨®tica del dictador habr¨ªa sido conocida por sus amistades de juventud, tanto por cuantos lo frecuentaron durante su ¨¦poca de pintor fracasado en M¨²nich como durante su servicio en la Gran Guerra. Varios testimonios parecen confirmarlo: encuentros er¨®ticos con algunos camaradas y en los lugares 'de ambiente' de la capital b¨¢vara, 'verdadero Eldorado homosexual' de Europa. Una vez en el mundo de la pol¨ªtica, el futuro canciller se las ingeni¨® para lograr que sus antiguas amistades callaran, comprando su silencio o, ya en el poder, recurriendo al asesinato masivo, tal como sucedi¨® en la c¨¦lebre 'noche de los cuchillos largos', seg¨²n Machtan, verdadera maniobra de 'limpieza' para terminar con todos cuantos 'sab¨ªan de m¨¢s'.
Pero no es ¨²nicamente la inclinaci¨®n homoer¨®tica de Hitler la que Machtan saca a relucir, sino tambi¨¦n la de varios de sus colaboradores m¨¢s cercanos. As¨ª, la relaci¨®n del F¨¹hrer con Rudolf Hess habr¨ªa sido principalmente de naturaleza sexual, aunque no as¨ª la amistad con Speer, amor frustrado' del tirano. A cambio, se cuentan diversos amantes, tales como el ch¨®fer Julius Schreck o el prominente weimar¨¦s Hans Severus Ziegler.
Como documento, y dejando a un lado la fiabilidad de las fuentes, algo que ya discuten los especialistas, El secreto de Hitler resulta de gran inter¨¦s, acaso algo precipitado hacia el final. No obstante, hay una cuesti¨®n que queda en el aire y que deber¨ªa haberse abordado una vez atestiguadas las inclinaciones del siniestro fantoche: ?de qu¨¦ tipo de 'homosexualidad' se habla? ?Se trat¨® de una 'patolog¨ªa' de fuerte componente narcisista? ?Un simple y puro 'miedo' a la mujer y de ah¨ª, 'complicidad' con cuantos sent¨ªan del mismo modo? El t¨¦rmino 'homosexual' a secas resulta vago y confuso. Siempre se supo que algo chirriaba en la trastienda hitleriana. Klaus Mann, entendido en tales cuestiones y que tuvo ocasi¨®n de observar a Hitler en un hotel de M¨²nich, advirti¨® la posibilidad de cierta 'anomal¨ªa' en aquel ser y su parecido con un conocido infanticida, un tal Haarmann, 'Barbazul homosexual que consigui¨® arrastrar a treinta o cuarenta ni?os a su pocilga, donde les cortaba el cuello mientras los sodomizaba'. El delicado v¨¢stago del autor de La muerte en Venecia ten¨ªa muy claro que 'siempre ha habido cientos de tipos diferentes de homosexuales, incluidos los muy repulsivos y fatales'. Machtan ha aportado amplia materia para la reflexi¨®n, el morbo y la pol¨¦mica.
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