Las dos orillas
LA CONVERSACI?N sobre el futuro de Gibraltar mantenida el pasado 20 de noviembre en Barcelona por los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido y de Espa?a ha sido objeto de interpretaciones diversas. El Gobierno espa?ol lanz¨® las campanas al vuelo para anunciar el irreversible desbloqueo de las negociaciones hispano-brit¨¢nicas y su feliz desenlace el pr¨®ximo verano. La versi¨®n del ministro Straw desliz¨®, sin embargo, algunos interrogantes sobre el procedimiento y el calendario acordados para armar el complicado rompecabezas de la soberan¨ªa del Pe?¨®n. Finalmente, las autoridades de Gibraltar mostraron irritaci¨®n y recelo ante unas conversaciones celebradas a sus espaldas y continuaron defendiendo el derecho de los residentes en la colonia -en torno a 30.000- a ser consultados de manera vinculante respecto a cualquier decisi¨®n que modifique su actual status.
Un acuerdo de Espa?a y el Reino Unido sobre Gibraltar que asegurase un largo periodo de soberan¨ªa compartida y garantizara los derechos de los habitantes del Pe?¨®n podr¨ªa repercutir en Ceuta y Melilla
La reivindicaci¨®n del Pe?¨®n (un enclave de seis kil¨®metros cuadrados cuya ocupaci¨®n por Inglaterra en 1704 durante la guerra de Sucesi¨®n qued¨® revalidada en el Tratado de Utrecht) ha sido un obsesivo monotema de la diplomacia espa?ola y un certificado de verdadero patriotismo para cualquier Gobierno; en la noche de su arrolladora victoria electoral de 1982, Felipe Gonz¨¢lez reafirm¨® su 'indeclinable aspiraci¨®n de reintegrar Gibraltar a la soberan¨ªa espa?ola'. Durante m¨¢s de dos siglos, esa pasi¨®n irredentista dispuso de una indiscutible fundamentaci¨®n geoestrat¨¦gica: el Pe?¨®n era la llave del Mediterr¨¢neo. La cancelaci¨®n de la Operaci¨®n F¨¦lix, planeada por Hitler para conquistar Gibraltar en abril de 1941, tuvo como ¨²nica causa la necesidad de preparar la invasi¨®n nazi de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Pero tanto la evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa militar como los profundos cambios pol¨ªticos producidos en el mundo han enterrado la dimensi¨®n estrat¨¦gica de la soberan¨ªa sobre el Pe?¨®n. Las condiciones para la soluci¨®n de ese pleito hist¨®rico no guardan relaci¨®n alguna con el pron¨®stico de Franco -aliado de la Alemania nazi y la Italia fascista- sobre la ca¨ªda de Gibraltar como fruta madura: el Reino Unido y Espa?a son ahora miembros de la Uni¨®n Europea y de la Alianza Atl¨¢ntica (que dispone en el Pe?¨®n de una base militar). Dado que el art¨ªculo 10 del Tratado de Utrecht, firmado en 1713 por las coronas brit¨¢nica y espa?ola, imposibilita la autodeterminaci¨®n de la colonia como micro-Estado, el ¨²nico obst¨¢culo a un entendimiento razonable entre Espa?a y el Reino Unido es la resistencia de los gibraltare?os a perder bruscamente y sin compensaciones las ventajas fiscales y la ciudadan¨ªa brit¨¢nica.
La consecuci¨®n de ese acuerdo, basado necesariamente en el principio democr¨¢tico de que los derechos de las personas que ocupan un territorio reclamado por el irredentismo son prevalentes, podr¨ªa reavivar la reivindicaci¨®n marroqu¨ª de Ceuta y Melilla, las antiguas plazas de soberan¨ªa transformadas en ciudades aut¨®nomas por una disposici¨®n transitoria de la Constituci¨®n de 1978. Ni que decir tiene que el consentimiento de los habitantes de ambos municipios ser¨ªa indispensable para la negociaci¨®n de alguna f¨®rmula de soberan¨ªa compartida a largo plazo inspirada por el eventual acuerdo sobre Gibraltar. A diferencia de los nexos amistosos de Espa?a con el Reino Unido como Estados democr¨¢ticos de derecho, socios en la OTAN y miembros de la Uni¨®n Europea, las relaciones con Marruecos han quedado averiadas por las imprevisiones, torpezas y amenazas del presidente Aznar y del ministro Piqu¨¦, que han irrumpido como elefante en cacharrer¨ªa en los delicados ¨¢mbitos de la emigraci¨®n clandestina y el futuro del S¨¢hara. Si llegase el momento -seguramente lejano- de iniciar los primeros tanteos de negociaciones con un Marruecos plenamente democr¨¢tico y comprometido con la protecci¨®n de los derechos humanos, ser¨ªa deseable que la diplomacia espa?ola del futuro no tomase como ejemplo retrospectivo la err¨¢tica acci¨®n exterior del actual Gobierno con el vecino de la otra orilla.
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