El eco de los bisontes
El nuevo Museo de Altamira, con la copia de la cueva y sus pinturas, logra 200.000 visitantes en 6 meses
Una ni?a espa?ola de nueve a?os y un curtido egipt¨®logo brit¨¢nico comparten el privilegio de haber lanzado las dos frases m¨¢s conmovedoras de la historia de los grandes descubrimientos de vestigios del pasado. ?l era, por supuesto, Howard Carter, y cuando su patrono, lord Carnarvon, le pregunt¨® desde detr¨¢s qu¨¦ ve¨ªa por el agujero practicado en una ignota tumba fara¨®nica, la de Tutankam¨®n, respondi¨® sin aliento: 'Cosas maravillosas' . La ni?a era Mar¨ªa Sanz de Sautuola y aquel d¨ªa de verano de 1879, alzando el candil con su mano inocente, grit¨® entusiasmada durante la excursi¨®n por la cueva de Altamira: '?Pap¨¢, mira, bueyes pintados!'. Al observar hoy aquellas figuras dibujadas que le parecieron bueyes a Mar¨ªa es imposible no sentirse tan emocionado como ella. Los viejos bisontes rojos siguen rumiando su existencia mineral en sus pastos de piedra mientras el propio tiempo parece disolverse a su alrededor incapaz de aceptar el desaf¨ªo que supone la pervivencia de las bestias.
Las salas de exposici¨®n re¨²nen m¨¢s de 400 objetos prehist¨®ricos
Estos bisontes clavados en el oscuro y f¨¦rtil vientre de la tierra c¨¢ntabra hace 14.500 a?os por el pincel de alg¨²n visionario cazador paleol¨ªtico son la constelaci¨®n fija alrededor de la cual gira el maravilloso firmamento del nuevo Museo de Altamira. Un conjunto que incluye la vieja cueva germinal -de visita restringida: s¨®lo 8.500 personas al a?o-, la asombrosa copia de ella que se ha realizado, el nuevo edificio muse¨ªstico, las salas de exhibici¨®n con su colecci¨®n de m¨¢s de 400 objetos prehist¨®ricos y todo el entorno, el ancho campo que se extiende abrazando, acunando, esa celebraci¨®n de la primavera primera de la humanidad que es la gruta.
Inaugurado el pasado 19 de julio, el nuevo Museo de Altamira, presupuestado en 4.000 millones de pesetas, ha cosechado ya la sorprendente cifra de 200.000 visitantes y se ha convertido en uno de los museos espa?oles m¨¢s visitados. Ello no es extra?o, porque todo en el reci¨¦n nacido centro est¨¢ concebido para hacer adentrarse al p¨²blico en la prehistoria de una manera espectacular, fidedigna, emocionante y enriquecedora. As¨ª lo han reconocido personajes tan variados como el poeta Jos¨¦ Hierro y la novelista Jean M. Auel, autora de best sellers paleol¨ªticos. No es exagerado decir que por doquier en las salas y en los vericuetos de la neocueva resuena el eco de los pasos de los viejos bisontes y del grito entusiasta de la ni?a Mar¨ªa. No menos entusiasta es una visita guiada por el director del museo, Jos¨¦ Antonio Lasheras. El recorrido se inicia con una impactante proyecci¨®n de cuatro minutos. De ah¨ª se pasa a la neocueva y el director subraya c¨®mo la minuciosa, puntillista reconstrucci¨®n es m¨¢s fiel a lo que era la gruta cuando fue ilustrada que la cueva aut¨¦ntica actual, modificada por se¨ªsmos y burdas adecuaciones antiguas. La gruta primitiva, dice Lasheras, era en realidad como la nueva: parad¨®jicamente luminosa, amplia y llena de vida. Unos asombrosos hologramas hacen que el visitante pueda pasear entre los cazadores magdalenienses y o¨ªrles hablar. El ruido de los percutores arrancando lascas de s¨ªlex rasga el espacio. La copia de la Sala de los Pol¨ªcromos, el santuario de los bisontes, es una impresionante melliza de la verdadera. Suena a hueco, pero posee la ventaja de que uno no patina en el suelo y puede observar los detalles serenamente, sin que la intensa emoci¨®n le nuble la vista.
Tras la neocueva, la colecci¨®n permanente, la mejor de objetos paleol¨ªticos en Espa?a -con maravillas como la min¨²scula Venus del Pendo, 'Gilda prehist¨®rica'- y aciertos como el empleo de dibujos animados para hacer m¨¢s f¨¢cil la visita a los ni?os. La nueva Altamira se proyecta hacia el futuro. La restauraci¨®n paisaj¨ªstica es el siguiente paso, quiz¨¢ incluso con la incorporaci¨®n de bisontes europeos -los hay a¨²n en Polonia- como esos que Mar¨ªa confundi¨® con bueyes. Lo que no habr¨¢ con seguridad es vacas: precisamente, ha costado mucho sacarlas del entorno de la cueva aut¨¦ntica, sobre la que defecaban y orinaban, con el consecuente riesgo patrimonial. El campesino propietario de los terrenos negoci¨® con p¨¦trea paciencia el traslado de sus 40 cabezas, sacando un notable pellizco con el inapelable argumento de que si los bisontes que pintaron los artistas de Altamira estaban all¨ª es porque siempre ha habido, desde la prehistoria, los mejores pastos.
Babelia
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