Afganist¨¢n: sin derechos humanos no habr¨¢ una soluci¨®n duradera
Desde la toma de Kabul por el Frente Unido nos est¨¢n llegando de Afganist¨¢n incre¨ªbles im¨¢genes en las que se mezclan el temor y la esperanza: cad¨¢veres sangrientos de paquistan¨ªes y ¨¢rabes ejecutados, una locutora de televisi¨®n contenta de poder volver a presentar el informativo y -una de las im¨¢genes m¨¢s impresionantes- un ni?o soldado de nueve a?os, perteneciente a la comunidad hazara, resuelto a derrotar a los talibanes.
Es en este nuevo contexto de temor y esperanza en el que todos hablan del futuro del pa¨ªs. Diez a?os atr¨¢s, despu¨¦s del fracaso del proceso de paz, el mundo le volvi¨® la espalda a Afganist¨¢n. La comunidad internacional no debe dejarlo abandonado una vez m¨¢s. Los esfuerzos internacionales para llegar a un acuerdo de paz indican que los Estados son conscientes de que asegurar la estabilidad pol¨ªtica de Afganist¨¢n es un asunto de inter¨¦s com¨²n a largo plazo, pero no debemos permitir que las negociaciones se reduzcan a la cuesti¨®n de la participaci¨®n en el poder.
El centro de las conversaciones deben ser los derechos humanos de la poblaci¨®n afgana. La protecci¨®n de los derechos humanos no es una cuesti¨®n de idealismo rom¨¢ntico, sino de duro pragmatismo, ya que constituye la clave del futuro. Si no se planta firmemente la cuesti¨®n de los derechos humanos en el centro de las negociaciones, lo m¨¢s probable es que el ciclo de la violencia contin¨²e.
Antes que nada hay que resolver la cuesti¨®n de c¨®mo proporcionar de inmediato protecci¨®n sobre el terreno. Debe facultarse a la ONU para que realice tareas de observaci¨®n de las violaciones de derechos humanos. Los informes imparciales de los observadores ayudar¨ªan, por un lado, a corroborar los informes de violaciones del derecho internacional humanitario y, por el otro, aumentar¨ªan la confianza de la poblaci¨®n en el proceso de paz y transmitir¨ªan a todas las partes en conflicto el mensaje de que sus acciones son observadas.
Asimismo, los gobiernos deben limitar urgentemente las transferencias de armas a Afganist¨¢n. Hace a?os que la proliferaci¨®n de armas llegadas del extranjero viene contribuyendo a la comisi¨®n de abusos contra los derechos humanos. Los gobiernos tienen la responsabilidad de asegurar que las transferencias de armas y ayuda militar no se usar¨¢n para cometer m¨¢s abusos. Cualquier acuerdo pol¨ªtico deber¨¢ incluir medidas de desarme y desminado, y la comunidad internacional deber¨¢ proporcionar recursos adecuados para estas tareas.
La segunda cuesti¨®n es la de qui¨¦nes van a integrar el gobierno provisional. El gobierno no debe incluir a nadie que haya cometido abusos contra los derechos humanos. Tal falta de visi¨®n causar¨ªa problemas en el futuro. Por el contrario, es necesario pedir cuentas de sus actos a los responsables de los abusos cometidos en el pasado. No pueden confiarse los destinos del pa¨ªs a individuos que hayan ordenado matanzas y torturas.
La historia demuestra que no es una buena soluci¨®n ignorar, por razones de conveniencia pol¨ªtica, las violaciones de derechos humanos cometidas en el pasado. De Camboya a Sierra Leona, de Angola a Chile, el legado de graves violaciones de derechos humanos ha obstaculizado el proceso de paz y afectado a comunidades enteras, hasta d¨¦cadas despu¨¦s de perpetrados los abusos.
Aunque es verdad que atender a la necesidad de reconciliaci¨®n nacional en las sociedades que han sufrido los estragos de la guerra y la represi¨®n es algo de primordial importancia, no es menos cierto que tolerar la impunidad en aras de un acuerdo pol¨ªtico inmediato no conducir¨¢ a la estabilidad a largo plazo.
En tercer lugar, los que est¨¢n negociando el acuerdo deben insistir en que los participantes afganos ofrezcan garant¨ªas de respeto a los derechos humanos. Tales garant¨ªas no deben ser s¨®lo te¨®ricas, sino que deben ir respaldadas en el futuro inmediato con actividades de observaci¨®n, y a m¨¢s largo plazo mediante instituciones eficaces de justicia penal, fundadas en los derechos humanos y el Estado de derecho.
Finalmente, deben hacerse realidad las declaraciones sobre la necesidad de implantar un gobierno de amplia base, cimentado en la pluralidad ¨¦tnica, y ese gobierno debe incluir a las mujeres. Durante los 23 a?os que ha durado el conflicto, las mujeres de Afganist¨¢n han padecido sufrimientos inmensos. En la d¨¦cada de los setenta, las mujeres desempe?aban un papel importante en la sociedad afgana, especialmente en los terrenos de la medicina y la educaci¨®n. Esta trayectoria ofrece hoy una valiosa base para la participaci¨®n significativa de la mujer en la reconstrucci¨®n del pa¨ªs.
No hay soluciones instant¨¢neas para lograr la paz y la estabilidad en Afganist¨¢n. La consolidaci¨®n de la paz es una tarea a largo plazo que exige el compromiso de la comunidad internacional y, por encima de todo, de la poblaci¨®n afgana. Hay algo que debe resultar claro desde el principio: los derechos humanos no deben ser simplemente uno de los puntos del programa de acci¨®n, sino que ellos mismos deben constituir el programa de acci¨®n.
Irene Khan es secretaria general de Amnist¨ªa Internacional.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.