John Ford, el camino de una leyenda
La biograf¨ªa de Scott Eyman retrata al genio parad¨®jico y describe su romance con Katherine Hepburn
Invent¨® varios lenguajes del cine. Sus historias se enmarcaban entre los asados, las palanganas, las gallinas y los mitos, los h¨¦roes y las leyendas. John Ford fue un poeta de la vida y la ¨¦pica. Es algo para lo que no se puede ser normal, como queda patente en la biograf¨ªa que sobre el genio del cine ha escrito Scott Eyman: Print the legend. La vida y ¨¦poca de John Ford, donde este personaje contradictorio, inclasificable, de la cepa irlandesa incorruptible, aventurero, un tanto s¨¢dico y libre hasta el paroxismo queda retratado a la medida de los grandes hombres.
Se defin¨ªa as¨ª: 'Me llamo John Ford y hago westerns'. Pero, ?qui¨¦n era ¨¦l realmente? Puede ser el misterio y la pasi¨®n que encierran Centauros del desierto; el descubrimiento de lo legendario en El hombre que mat¨® a Liberty Valance o Pasi¨®n de los fuertes; el esp¨ªritu radical de Tom Joad en Las uvas de la ira y de los mineros en ?Qu¨¦ verde era mi valle!; el buscador de nuevas formas de La diligencia; el ser nost¨¢lgico de El hombre tranquilo... Y aparte de eso, un ser humano sufriente, amarrado a una botella, navegante que ¨²nicamente confiaba en la estabilidad de los mares, padre amante, cat¨®lico que dej¨® pasar alg¨²n glorioso romance por no destruir a su familia. Es algo que describe Scott Eyman en el libro que acaba de aparecer en Espa?a, cuando por ejemplo cuenta la relaci¨®n que mantuvo con Katherine Hepburn o su manera de demostrar afecto por sus actores con torturas.
Contaba haber nacido 'en un pub de Irlanda', pero vino al mundo en Cape Elizabeth, Maine
No s¨®lo sobrevivi¨® al paso del sonido, se convirti¨® en el rey con obras como 'El delator'
Contaba con sorna haber nacido 'en un pub de Irlanda'. Tambi¨¦n, su talento para crear leyendas le hizo circular que Sean Aloysius O'Fearna, alias John Ford, vino al mundo en Cape Elizabeth, (Maine, EE UU) el uno de febrero de 1895. Pero Eyman ha descubierto que se le registr¨® como John Martin Feeney en la misma fecha aunque un a?o antes, en 1894.
Lleg¨® al negocio del cine para hacer de todo. Desde decorados y actuaciones que le permitieron conocer el negocio desde abajo, hasta guiones y direcci¨®n. Realiz¨® m¨¢s 130 pel¨ªculas. La primera, El tornado, en 1917, protagonizada por su hermano Francis, que le apadrin¨® la carrera en tiempos de cine mudo. Debi¨® rodarla en enero, porque cogi¨® su nuevo oficio con ganas: ese mismo a?o firm¨® ocho pel¨ªculas. El nuevo arte balbuceaba entonces, pero en la ¨¦poca de cine mudo, Ford consigui¨® ¨¦xitos sonados y el reconocimiento de los genios oficiales de la ¨¦poca, como F. W. Murnau, autor de Amanecer, una de las pel¨ªculas que m¨¢s influyeron en Ford y que le dedic¨® elogios encendidos.
De los tiempos del silencio le qued¨® un principio art¨ªstico -'Soy un hombre del cine mudo. La historia la deben contar las im¨¢genes, no las palabras', dec¨ªa ya viejo- y alguna obra maestra: El caballo de hierro fue una de ellas, alguna comedia como Polic¨ªas sin esposas o ensayos de encuadres, luz y color dram¨¢tico como Cuatro hijos, que adem¨¢s le brind¨® la oportunidad de conocer a un chico llamado Marion Morrison, un jugador de f¨²tbol de anchas espaldas y estudiante de derecho al que llamaban Duke y que pas¨® a la historia como John Wayne.
No s¨®lo sobrevivi¨® al paso del sonido. Se convirti¨® en el rey con obras como El delator y, por supuesto, La diligencia, en la que daba rienda suelta a su pasi¨®n por la Irlanda libre, alejada del yugo ingl¨¦s. Todos quer¨ªan bailar en su entorno. Fabric¨® un c¨ªrculo cerrado en el que hab¨ªa que tener paciencia y aguante para soportar sus peque?os placeres s¨¢dicos y humillaciones. Spencer Tracy, otro irland¨¦s pr¨®ximo, no aguant¨® mucho. Les separ¨® una mujer de armas tomar: Katherine Hepburn. Ford la cortej¨® primero. La biograf¨ªa de Eyman revela cartas que no dejan lugar a dudas. 'Le gustaba porque era de las pocas personas de ambos sexos a la que Ford no pod¨ªa dominar', se lee en sus p¨¢ginas. Era mutuo. La filosof¨ªa de la actriz, seg¨²n el libro, es que no podr¨ªa respetar a ning¨²n hombre que pudiera controlar.
Todo empez¨® entre ambos en Mar¨ªa Estuardo. Ford cambi¨® su manera de rodar por fotografiarla en inmensos primeros planos poco habituales en ¨¦l. Mary Ford, la mujer del cineasta, gan¨® la batalla. La destrucci¨®n de la familia en un cat¨®lico irland¨¦s era un precio muy alto que no quiso pagar. A?os despu¨¦s, Hepburn confesar¨ªa a un nieto de Ford: 'Ha sido un amor plat¨®nico'. Pero fue una concesi¨®n de la int¨¦rprete a la discreci¨®n...
Eligi¨® su matrimonio y sus hijos, pero frecuentemente lejos de casa. A la leyenda Ford, con sus gafas, su puro, su parche y su boca torcida, era mejor verle en exteriores, donde se sent¨ªa verdaderamente libre, salvaje. Vivi¨® muy apegado a sus amigos, un grupo en el que entraron desde Rodolfo Valentino y el sheriff Wyatt Earp, el verdadero, a quien dedic¨® Pasi¨®n de los fuertes, a Henry Fonda, el actor que dio vida con Ford al protagonista del duelo del OK Corral y tambi¨¦n a Tom Joad, el s¨ªmbolo de la Am¨¦rica desheredada que el genio teji¨® en Las uvas de la ira, basada en la obra de John Steinbeck.
O su inseparable John Wayne... A Duke le puso muy a prueba en La diligencia y su trabajo en com¨²n sirvi¨® para que decidiera esculpirle como h¨¦roe de rastro y huella para la posteridad. Eran como un padre y un hijo y hablaban poco de pol¨ªtica porque las tendencias conservadoras de Wayne irritaban la sensibilidad social, a veces revolucionaria y radicalmente independiente, de Ford. Pero ambos, por los extremos, construyeron de ra¨ªz una parte de la moral norteamericana vigente en sus obras.
En la biograf¨ªa tambi¨¦n pulula su esp¨ªritu aventurero. El del navegante de su barco de vela, el Araner, un verdadero hogar para ¨¦l o el que le impuls¨® a estar en primera l¨ªnea en la II Guerra Mundial, de donde sali¨® una de sus mejores pel¨ªculas, La batalla de Midway, que lejos de ser un documento propagand¨ªstico, levant¨® ampollas entre pol¨ªticos y militares. Fue el mismo esp¨ªritu que le condujo hasta primera l¨ªnea de frente tras el desembarco de Normand¨ªa, en el avance de las tropas hacia el interior del continente, algo que contaba admirado un colega suyo, George Stevens. La guerra fue una experiencia que traumatiz¨® a muchos cineastas, desde Frank Capra y Stevens a John Huston y que sin embargo, sirvi¨® a Ford para avivar la confianza en s¨ª mismo.
Una confianza que todav¨ªa le llevar¨ªa a hacer grandes t¨ªtulos aparte de los citados: Fort apache Mogambo, R¨ªo Grande, El sargento negro, Escrito bajo el sol, El gran combate, Siete mujeres... Confianza, energ¨ªa quemada al aire libre, entre aventuras, juergas, amigos, obras maestras, alcohol e inseparables puros. Y si no, lean la ¨²ltima frase inteligible que pronunci¨® antes de morir el 31 de agosto de 1973. Dijo: 'Por favor, ?me dais un cigarro?'.
Babelia
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