Sin carta de libertad
Diez presos de Nanclares de la Oca visitan las instalaciones y a la plantilla del Alav¨¦s
Necesitaban uno m¨¢s para formar un grupo de once, un n¨²mero muy futbol¨ªstico. Y, al igual que la plantilla del Alav¨¦s, ninguno de ellos era de la tierra, de la provincia (en el equipo vitoriano s¨®lo hay uno). Unos cuantos vizca¨ªnos, un zaragozano, un malague?o... El equipo de Nanclares de la Oca contaba incluso con comunitarios: tres belgas de origen magreb¨ª. Diez presos, siete hombres y tres mujeres, invitados por la Fundaci¨®n Deportivo Alav¨¦s, hicieron ayer un recorrido de dos horas y media por las instalaciones de Mendizorroza y por Ibaia, donde coincidieron con Man¨¦ y sus chicos, los actuales l¨ªderes de Primera Divisi¨®n.
Era la primera vez que pisaban el h¨¢bitat del Alav¨¦s, pero no la primera que ven jugar al equipo. 'Aunque te quieras aislar del mundo y ponerte tapones en los o¨ªdos', explica uno de ellos, Patxi, vizca¨ªno y seguidor del Athletic, 'cada vez que marca un gol el Alav¨¦s la c¨¢rcel se viene abajo. Retumba todo. La gente aporrea las puertas met¨¢licas'. ?l sigue los partidos desde su celda, en una televisi¨®n en blanco y negro. Las dos horas y media se parecieron a un recreo. Los diez fueron seleccionados por el personal de la prisi¨®n en funci¨®n de su buena conducta, as¨ª que no se hace necesaria la vigilancia. 'Otros han intentado quebrantar los permisos, y nos han perjudicado a los dem¨¢s', se queja uno de ellos subido al palco, recordando los casos recientes de las fugas en carceles catalanas. Bajando hacia los vestuarios, empiezan a soltarse. '?Viva el Deportivo... de la Coru?a!', bromea Said. Y se justifica: 'Me gusta Naybet [defensa marroqu¨ª del D¨¦por]'.
Entran en el vestuario del equipo local, un lugar sagrado, y no cesan los comentarios. '?Hay hombres dentro?', pregunta Isabel. Y Jes¨²s, el cura de Nanclares de la Oca, mantiene el tono. Sienta a sus parroquianos en los bancos y les alecciona: '?Venga, que sois los mejores!' Acto seguido, se dirigen al campo. Said da palmadas a sus compa?eros. Ya sobre el c¨¦sped, el joven belga-marroqu¨ª de 20 a?os, explica su caso: 'Jugu¨¦ a baloncesto en B¨¦lgica, hasta juveniles. Ya me gustar¨ªa ser deportista. As¨ª no habr¨ªa entrado en este camino. ?Eh! Pero no soy un asesino'. ?l, que quiere ser inform¨¢tico cuando reciba la condicional 'dentro de seis meses y tres d¨ªas', vio la final de la UEFA en mayo 'desde M¨¢laga', su anterior destino. A Vitoria lo trasladaron hace poco, 'en el canguro, una furgoneta que es m¨¢s para animales que para personas. Tardamos cinco d¨ªas en llegar'.
Un rato m¨¢s tarde se presentan en Ibaia. Acuden al entrenamiento del Alav¨¦s. Se quedan boquiabiertos con sus coches deportivos, someten a los jugadores a una larga sesi¨®n de aut¨®grafos y fotos, preguntan d¨®nde est¨¢n sus novias... Pero se acerca la hora de comer y la excursi¨®n acaba. Los jugadores se marchan en sus veh¨ªculos y ellos tienen que volver al autob¨²s que les devuelve hasta Nanclares. A la vida entre rejas y contada por meses, semanas y d¨ªas. A una vida sin carta de libertad.
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