Tratado de s¨¢tira pol¨ªtica
Las normas m¨¢s elementales del humor nacen de la sugerencia, del peligro, de pisar el parqu¨¦ sagrado del poder, pero aqu¨ª se contravienen. Se trata con excesiva reverencia a la autoridad competente. 'A veces', como se?al¨® Galbraith, el Nobel de Econom¨ªa, 'se eleva a alturas incre¨ªbles a figuras sumamente c¨®micas, que son soberbiamente solemnes, salvo cuando resultan magn¨ªficamente enga?osas'.
Uno de los ejercicios m¨¢s notables de salud democr¨¢tica es, sin duda, la s¨¢tira pol¨ªtica, cuando incluye en n¨®mina a todos sus representantes. O todos o ninguno. Hasta hace poco en la televisi¨®n auton¨®mica catalana s¨®lo era imitado profusamente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, en un derroche de atrevimiento similar al que se exhibe todav¨ªa por estos pagos, donde la comicidad audiovisual, consiste en hacer risitas fofas a costa de pol¨ªticos vascos malos o de personajes p¨²blicos espa?oles supuestamente est¨²pidos, quedando libres de cualquier mordacidad los m¨¢s genuinos representantes del r¨¦gimen o de la tribu.
A veces la parodia est¨¢ en las declaraciones de algunos pol¨ªticos que suplantan a los humoristas
A pesar de todo nos separa un abismo de los catalanes. Y no me refiero a su sentido del Estado, ni a la butifarra, ni a su cabal contribuci¨®n a la normalidad, ni a la gobernalidad, ni a otras zarandajas civilizadas de su secular seny: me refiero a su tele y quiero dejar claro que la abrumadora distancia que nos aleja tampoco tiene que ver con las abultadas cifras de audiencia de su cadena auton¨®mica, la m¨¢s vista en su comunidad, frente a las raqu¨ªticos resultados de la nuestra, parad¨®jicamente por debajo en el ranking de las tres cadenas espa?olas.
La otra noche, sintonizando TV3, comprend¨ª que la distancia era insalvable. De pronto, apareci¨® en escena el actor Toni Alb¨¢ parodiando al Honorable y a su delf¨ªn, el conseller en cap Artur Mas, convertido en una caricatura rob¨®tica, en un madelman articulado de la Generalitat. La s¨¢tira inclu¨ªa tambi¨¦n a Marajol, un h¨ªbrido creado de la conjunci¨®n entre Maragall y Pujol.
'La parodia es el arma que tiene el contribuyente, para recordarle al pol¨ªtico qui¨¦n le vota. Si no pudi¨¦ramos hacer s¨¢tira, estar¨ªamos en manos de los talibanes', ha dicho el ¨¦mulo de Pujol, Maragall y Artur Mas.
Hay quien aspira a eliminar la parodia del mundo siguiendo las siniestras pautas de aquel monje de El nombre de la rosa, para el que la risa resultaba altamente peligrosa y subversiva. Hay quien vive enfadado, como el gui?ol de Arzalluz, que 'naci¨® enfadado y sigue enfadado sin que nadie sepa exactamente por qu¨¦', se?alan sus creadores. Hay incluso quien, al sentirse como dios, la suma de todas las perfecciones, se cree exento de caricatura y por lo tanto imparodiable. Pero el verdadero humor, al recordar los l¨ªmites de la dimensi¨®n humana, si le dejan, no salva ni a dios.
El humor es el ant¨ªdoto contra la solemnidad y el artificio, contra la hipocres¨ªa y la pedanter¨ªa: consiste en ver el lado serio de las cosas tontas y el lado tonto de las cosas serias. Quiz¨¢ por eso los vascos debemos emigrar por cadenas lejanas y ajenas para encontrar la s¨¢tira pol¨ªtica de nuestros prohombres.
En Las Noticias del Gui?ol, por ejemplo, Arzalluz justific¨® durante mucho tiempo el subt¨ªtulo de 'megavasco', con una reflexi¨®n digna de su personaje:
'S¨ª, ya s¨¦ que algunas personas me han llevado la contraria, pero no eran vascos, por lo menos no eran vascos vascos, como tiene que ser un vasco. Estoy viendo incluso a algunas personas de mi partido que cada d¨ªa son menos vascas. Y esta ma?ana me he mirado en el espejo y me he dicho: ?ser¨¦ un verdadero vasco como tiene que ser un vasco?'.
Ante este dilema sigui¨® los pasos del doctor Frankestein, se enfrent¨® al desaf¨ªo de crear un vasco comme il faut y se transform¨® en Arzalluztein. El resultado fue el que cab¨ªa esperar: Arzaluz, se clon¨® a s¨ª mismo.
Anteriormente los autores del programa de Canal Plus hab¨ªan solventado el asunto de la sucesi¨®n de Ardanza con un anuncio de prensa clasificado: 'Se solicitan aspirantes a lendakari. Deben tener buena presencia, abnegaci¨®n y, a ser posible, pocas ideas propias'.
Ahora los del Gui?ol acaban de incorporar a un Ibarretxe de l¨¢tex encarnado en Spok, el h¨¦roe de Star Trek, tal vez por el parecido razonable de su mefistof¨¦lico arqueo de cejas y sus puntiagudas orejas.
Aunque, como todos los seguidores de la m¨ªtica serie conocen, el capit¨¢n Spock, es un humanoide capaz de combinar l¨®gica y c¨¢lculo con un profundo conocimiento de las emociones humanas. Spock fue impulsor de un proyecto de paz con el Imperio Klingon, y en los ¨²ltimos a?os se ha trasladado a Romulus, donde intenta reunificar la cultura romulana con la de sus antiguos primos vulcanos.
Para el dibujante tanta causticidad se antoja excesiva, pero confiesa que la ¨²nica aproximaci¨®n televisivamente aut¨®ctona a nuestro primer mandatario se le qued¨® corta y edulcorada. Ocurri¨® en una telecomedia que protagonizaba aquel lehendakari cocinero. 'Era una mirada sumamente amable que no se compromet¨ªa con la aut¨¦ntica dimensi¨®n ca¨²stica que debe tener la comedia, aquello fue una especie de todo queda en casa', dice.
Acaso en casa, y por esta causa, nos tenemos que conformar con las p¨¢ginas de informaci¨®n pol¨ªtica de los peri¨®dicos y sus titulares para encontrar un m¨ªnimo destello de s¨¢tira. Es el ¨²nico sitio donde, gracias a ciertas declaraciones impagables de algunos pol¨ªticos que parecen humoristas, se encierran las verdaderas dosis de autoparodia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.