Universidad republicana
La Universidad espa?ola anda hace tiempo en lenguas, mucho antes de la discusi¨®n de la LOU y de su aprobaci¨®n parlamentaria. Curiosamente, nadie pon¨ªa ni pone en duda la necesidad de reforma, sino que las diferencias empiezan al considerar en qu¨¦ puntos y hacia d¨®nde importa reformarla. Preguntas ¨¦stas dif¨ªciles de responder si, en vez de fijar la mirada en la instituci¨®n misma, no lo hacemos m¨¢s bien en la actividad universitaria, a la que esa instituci¨®n dice sostener. Porque, como muestra una probada tradici¨®n filos¨®fica, es la vida humana vita activa, y son las instituciones las que deben plegarse a las actividades sociales, no viceversa.
Siguiendo los consejos de tal tradici¨®n, dir¨ªamos que toda actividad social se desarrolla por unas metas, de las que cobra su sentido y legitimidad social. Y que importa reflexionar sobre cu¨¢les son las metas de la actividad universitaria, haciendo para ello uso de su historia, que nos ha ido ense?ando a modularlas desde su nacimiento en dos modelos ampliamente reconocidos -el medieval y el liberal- y en un tercero, el que, a mi juicio, deber¨ªamos ir gestando y que podr¨ªa denominarse 'republicano'.
Naci¨® la Universidad -recordemos- en los siglos XII y XIII, en ciudades como Salerno, Bolonia, Par¨ªs o Salamanca, con el objetivo de formar profesionales (m¨¦dicos, abogados, te¨®logos) capaces de atender a las necesidades de la ¨¦poca. El nombre universitas se refer¨ªa a la totalidad, a la corporaci¨®n de maestros y estudiantes que defend¨ªan sus privile-gios con vistas a cultivarse en su profesi¨®n y recibir la facultas para ejercerla, previniendo as¨ª intrusismos y garantizando calidad. ?Qu¨¦ permanece de aquella ¨¦poca para lo que aqu¨ª nos importa? Seg¨²n Durkheim, un valor positivo, la idea de universalidad, al que podr¨ªamos a?adir otros dos: la formaci¨®n de profesionales atentos a las necesidades de la ¨¦poca y la b¨²squeda de la verdad.
Esta ¨²ltima sigui¨® siendo la gran meta de aquella Universidad liberal que naci¨® a comienzos del siglo XIX en Berl¨ªn, bajo el impulso de Humboldt. Por universitas se vino a entender entonces el conjunto de los distintos saberes, entre los que existe una unidad innegable. Para acceder a ella era preciso forjarse un car¨¢cter universitario, es decir, entrenarse en la b¨²squeda de la verdad, adquiriendo h¨¢bitos de investigaci¨®n, transmitir el saber a las generaciones m¨¢s j¨®venes y aprender el arte de la discusi¨®n abierta y cr¨ªtica en la comunidad de quienes aspiran a la verdad.
?Qu¨¦ nos queda de bueno de la Universidad liberal sino todo, al menos en lo que toca a metas y aspiraciones? ?Qu¨¦ mejor puede pretender la actividad universitaria sino desarrollarse en una comunidad de los que buscan la verdad mediante la investigaci¨®n, la docencia y el di¨¢logo abierto y libre? Sin embargo, tras considerar las metas, conviene acudir a las instituciones por ver si su dise?o permite alcanzarlas, tanto en lo que hace a las leyes como a los h¨¢bitos y costumbres. Y no parece que est¨¦ la instituci¨®n a la altura de la actividad y sus metas.
Cierto que a partir de los a?os sesenta del siglo XX se viene produciendo una crisis en el mundo universitario que afecta tambi¨¦n a sus fines. La fragmentaci¨®n de los saberes quiebra la unidad de las ciencias y escinde el mundo universitario en Universidades Literarias y Polit¨¦cnicas, y, aun dentro de las primeras, en Humanidades, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales. Decrece la demanda de titulaciones y, sin embargo, aumenta la oferta de las mismas, dejando abierta al final de los estudios la amarga pregunta '?facultas para qu¨¦?'.
La Universidad no es ya el ¨²nico lugar de creaci¨®n y transmisi¨®n del conocimiento, sino que nacen entidades no universitarias que expiden certificaciones de calidad pareja a las universitarias, empresas que crean sus centros de estudio para preparar a sus trabajadores. Desean acceder a la ense?anza universitaria gentes que no quieren un t¨ªtulo para ejercer una profesi¨®n, sino estudiar una segunda carrera, o la primera, tras la jubilaci¨®n laboral. En algunas materias el mercado exige una preparaci¨®n ligada al sistema productivo y pide al sistema universitario en esos casos que ejerza funciones econ¨®micas.
Pero sobre todo, y por desgracia, la Universidad se burocratiza, haciendo imposible cualquier idea de aut¨¦ntica comunidad libre y abierta de investigaci¨®n, docencia y deliberaci¨®n p¨²blica. Un cors¨¦ de estructuras r¨ªgidas, de ¨®rganos de gobierno con amplias competencias, departamentos cerrados en torno al n¨²mero 12, sin posibilidad de 'divorcio acad¨¦mico', consejos, comisiones, produce un despilfarro de recursos humanos que ninguna entidad responsable se permitir¨ªa; entre otras razones, porque el burocratismo es el caldo de cultivo de las oligarqu¨ªas, el amiguismo, los h¨¢bitos endog¨¢micos, las mafias y del funcionamiento de esos 'c¨®digos rojos' que no se encuentran positivados en ning¨²n c¨®digo escrito, pero son los que funcionan. Es el humus de la conspiraci¨®n y la intriga de los ambiciosos, del fomento del instinto gremial. Todo lo contrario de lo que precisa una comunidad abierta y flexible. Una comunidad -y esto es esencial- que no necesita servir al capital privado, sino al bien p¨²blico, pero que, precisamente para hacerlo, tiene que ser republicana, o al menos asumir rasgos de un republicanismo como el que, entre otros, dise?a Philip Pettit.
Una estructura de libertad interna, entendida como no dominaci¨®n, no como una estructura burocr¨¢tica asfixiante; un car¨¢cter universitario que consiste en el af¨¢n de saber, no en la ambici¨®n de poder; leyes que son expresi¨®n de la libertad, no armas en manos de un nuevo feudalismo; la virtud c¨ªvica de quienes persiguen una misma meta y respaldan con sus h¨¢bitos las leyes queridas por ellos; decisiones tomadas a trav¨¦s de la deliberaci¨®n com¨²n, que lleva a determinar lo justo, no negociaciones y pactos de politi-queros, que perjudican a los m¨¢s d¨¦biles, a los que deben contentarse con poco para no perderlo todo; el capital social de unos valores ¨¦ticos, sin los que triunfan los conspiradores.
Estos rasgos ir¨ªan generando esa 'mano intangible' que en una Universidad p¨²blica leg¨ªtima transformar¨ªa las preferencias particulares en metas comunes. No la mano invisible, presuntamente armonizadora de preferencias en conflicto, sino la intangible de las convicciones comunes, que congrega a los individuos tras un mismo prop¨®sito p¨²blico. Dentro de este marco, algunos rasgos concretos podr¨ªan ser los siguientes:
1. La Universidad es una comunidad, una organizaci¨®n ¨¢gil, no una estructura burocr¨¢tica r¨ªgida. La estructura de gobierno se reduce al m¨ªnimo.
2. Las unidades universitarias b¨¢sicas son los Grupos de Investigaci¨®n, libres y flexibles. Se tratar¨ªa de transformar los matrimonios acad¨¦micos indisolubles en registros de 'grupos de hecho', de los que ya trabajan realmente juntos. Sin que importe la cantidad de quienes los forman, sino la calidad del trabajo, a diferencia de la actual estructura departamental, cerrada en la arbitraria cantidad de 12 e ignorante de la calidad.
3. Los cargos de gobierno son facilitadores y coordinadores de la tarea de los aut¨¦nticos protagonistas de la vida acad¨¦mica, profesores y estudiantes, no decididores de lo que debe hacerse.
4. La autonom¨ªa responsable es la que lleva a promover la transparencia en la gesti¨®n, con mecanismos de control como pueden ser auditor¨ªas externas.
5. Si el acceso a los niveles de funcionariado ha de cubrir dos etapas, habilitaci¨®n y acceso en cada Universidad, tienen que poder ser habilitados cuantos lo merezcan, no un n¨²mero concreto, lo cual ser¨ªa una mezcla de habilitaci¨®n y oposici¨®n. Por otra parte, el acceso a las universidades concretas debe garantizar imparcialidad.
6. Existen mecanismos para expresar el pluralismo de opiniones realmente existentes en la comunidad acad¨¦mica, que no es un pluralismo de partidos pol¨ªticos.
7. Hay una aut¨¦ntica conexi¨®n con la sociedad, m¨¢s all¨¢ de la mediaci¨®n de los Consejos Sociales.
8. Se reconstruye la unidad del saber desde una interdisciplinaridad practicada, frente a la fragmentaci¨®n administrativa de saberes. No hay un solo problema social al que pueda hacerse frente desde una sola ¨¢rea del saber.
Desde estas perspectivas, la Universidad p¨²blica tiene frente a las privadas la ventaja de que, al no depender de los flujos del capital privado, puede cohesionarse en torno a los valores compartidos del servicio p¨²blico en plena libertad. Ojal¨¢ nuestra Universidad fuera pionera en componer esa comunidad de varones y mujeres libres, al servicio de la res p¨²blica. Ser¨ªa un orgullo cantar entonces ese Alma mater floreat que ahora a muchos, a demasiados, se nos seca en la garganta.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia.
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