El estruendo de la bronca
Las calles de Buenos Aires se han convertido en escenario de la ira de un pueblo que da rienda suelta a su desesperanza
Medianoche del 19 de diciembre. La se?ora mayor, de anteojos, desdentada, se abraza a dos paquetes de fideos que se lleva de un supermercado del barrio de San Telmo; queda como hipnotizada frente a las luces de una c¨¢mara de televisi¨®n que se enciende sobre ella. Se asusta y retrocede cuando los cronistas avanzan micr¨®fono y magnet¨®fono en mano y, ya contra la pared, dice como en un ruego: 'Es la primera vez, se?or, se lo juro, es la primera vez. Yo nunca hice esto, se lo juro. Yo trabajaba. Pero ahora no tengo nada, nada para mis hijos'.
Recostado contra el umbral, un joven coreano llora con desconsuelo, mientras la gente entra y sale del local llamado Wu. Entre sollozos y con dificultad para hacerse entender en castellano, cuenta: 'Un a?o, vinimos aqu¨ª. Todos corruptos, delincuentes. ?Para qu¨¦ pagamos polic¨ªa, impuestos, eh?'.
Madrugada del 20 de diciembre. Centro de Buenos Aires. Cruce de las avenidas Callao y Santa Fe, barrio norte, clase media-alta. El rumor del cacerolazo es estridente, ensordecedor y parece provenir desde los s¨®tanos de cada edificio. Los vecinos se re¨²nen de forma espont¨¢nea y cortan el tr¨¢fico. Se forman corrillos. Cantan el himno nacional con los ojos llenos de l¨¢grimas. Los hombres mayores comparan la jornada del 19 con el hist¨®rico 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del peronismo, cuando las masas suburbanas invadieron el centro de la ciudad para pedir por la libertad del entonces coronel Juan Domingo Per¨®n. Uno de ellos recuerda a Ra¨²l Scalabrini Ortiz, m¨ªtico intelectual de la ¨¦poca: 'Otra vez se ha sublevado el suelo de la patria'.
Por las avenidas centrales deambulan grupos de vecinos sin rumbo que golpean las cortinas met¨¢licas de los comercios cerrados, gritan e insultan. Primero a Domingo Cavallo, ya ex ministro de Econom¨ªa, luego al presidente Fernando de la R¨²a, siguen con el ex presidente Carlos Menem, con el ex presidente Ra¨²l Alfons¨ªn, con los sindicalistas m¨¢s conocidos, con los militares, y siguen y vuelven al comienzo.
3.30 de la madrugada. Plaza del Congreso. La polic¨ªa trata de disolver la manifestaci¨®n que rodea el edificio del Parlamento. Hay carreras, explosi¨®n de granadas lacrim¨®genas, cargas de la caballer¨ªa y de las fuerzas de a pie, golpes, heridos y sangre. Daniel Cesare tiene un ojo como una bola de tenis: 'Le robaron la pistola a un polic¨ªa y se puso loco. Se la agarr¨® con una vieja, la arrastraba por los pelos. Yo intent¨¦ defenderla y me peg¨® un bastonazo en el ojo. No veo nada, la sangre no me deja ver'.
9.00 AM. Plaza de Mayo, ante la sede de la Presidencia. El estruendo de la bronca es incesante, infinito, no para nunca, rebota en palos contra los botes de pl¨¢stico de la basura, que los manifestantes arrancan en las esquinas, en cacerolas, en tambores, en bombos. Una se?ora, alejada de todos los grupos, golpea la tapa de una peque?a olla: 'Me vine de San Miguel a las ocho de la ma?ana. Tengo dos hijos fuera del pa¨ªs, en Estados Unidos, est¨¢n bien, pero yo los perd¨ª, los extra?o, ya no van a volver. No s¨¦ qu¨¦ me pas¨®. Anoche vi todo por televisi¨®n y esta ma?ana le dije a mi marido: me voy a la plaza. Quiero quedarme aqu¨ª, aguantar, nada m¨¢s'.
Por una peque?a radio port¨¢til se escucha al presentador Fernando Bravo iniciar su programa con Aurora, canci¨®n dedicada a la bandera. La persona de la radio llama a otras. Todas cantan, entre sollozos: Es la bandera / de la patria m¨ªa / del sol nacida.... Una mujer, de unos 45 a?os, vecina de Congreso, habla sola: 'Mi pap¨¢ est¨¢ enterrado ac¨¢, yo no me quiero ir, me cri¨¦ aqu¨ª, es mi pa¨ªs, mi patria'. El reportero gr¨¢fico Ricardo C¨¢rcova lleva casi 24 horas sin descanso: 'Anoche, cuando ve¨ªa venir a las columnas desde todos los barrios despu¨¦s de que el presidente anunci¨® el estado de sitio, pensaba que esto es como la ca¨ªda del muro. Se cay¨® el muro del liberalismo'.
10.15 AM. Plaza de Mayo. Llega Hebe de Bonafini con un grupo de Madres de Plaza de Mayo: 'Estuvimos anoche, regresamos ahora y esta tarde volveremos para la ronda habitual de los jueves. Yo vivo todo esto con una profunda tristeza porque todav¨ªa no hay una organizaci¨®n pol¨ªtica que interprete esta bronca y las necesidades del pueblo. La gente ya no resiste m¨¢s. Son todos ladrones, asesinos. Pero todav¨ªa falta, falta para que se produzca un verdadero cambio'.
11.20 AM. Plaza de Mayo. Con voz calma, sereno, vestido de traje gris y un transmisor en la mano, el comisario Ren¨¦ Derecho advierte que van a desalojar la plaza. Tienen ¨®rdenes de no reprimir, pero el estado de sitio impone disolver la manifestaci¨®n. La polic¨ªa a caballo y a pie cerca la plaza. La gente resiste y corea: 'El pueblo no se va, el pueblo no se va'. Comienza la represi¨®n: carreras, gases, disparos, palizas, las Madres se enfrentan cara a cara con la polic¨ªa. Las arrastran, las golpean, las empujan. Una de ellas, de 90 a?os, sangra por la nariz. Los manifestantes se enardecen, vuelven una y otra vez a ocupar la plaza. La polic¨ªa retrocede. La gente les grita 'asesinos, hijos de puta' y cantan 'El pueblo, unido, jam¨¢s ser¨¢ vencido'. Insultan: 'De la R¨²a, compadre / la concha de tu madre'. Siguen con Cavallo y con Menem: 'Menem, hijo de puta, la puta que te pari¨®'. Con los militares. Siguen y vuelven a De la R¨²a: '?Qu¨¦ boludo, qu¨¦ boludo, el estado de sitio, se lo meten en el culo!'. Ululan las sirenas y las ambulancias. Hay grupos amenazantes por los barrios pobres y en las villas miseria de la periferia. Por toda la ciudad retumban las cacerolas, el odio, la bronca.
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