El n¨²mero
'El n¨²mero es la esencia de todas las cosas', dice la poeta Menchu Guti¨¦rrez, y no hay que minimizar sus palabras. '?Que Silva, por ser poeta, es un mal negociante, un iluso?', pregunta Fernando Vallejo en Chapolas negras, su biograf¨ªa del colombiano Jos¨¦ Asunci¨®n Silva. '?Qu¨¦ va, el iluso es usted!'. Vallejo quiere decir que, aun contra las apariencias, los poetas son buenos negociantes porque cuentan muy bien s¨ªlabas y cuentan lo que es, aunque no sea probable. Ahora bien, es en lo probable donde el n¨²mero es esencial para determinar cierta clase de valor. El n¨²mero nos rige y es, sin ir m¨¢s lejos, esencia misma de la democracia: la mayor¨ªa absoluta de un gobierno es demostrable, en ¨²ltima instancia, contando papeleta a papeleta hasta dar con el n¨²mero exacto que supere a otro n¨²mero, tambi¨¦n exacto aunque inferior. Sin el n¨²mero no hay mayor¨ªa absoluta. Tambi¨¦n es esencial el n¨²mero de asistentes a una manifestaci¨®n, por poner otro ejemplo. No es lo mismo una concentraci¨®n de cien personas que una manifestaci¨®n de cien mil, que no es lo mismo que quinientas mil ni lo mismo que un mill¨®n. As¨ª que, cuando el se?or presidente del Gobierno, la se?ora ministra de Educaci¨®n y el se?or alcalde de Madrid minimizan el valor determinado por el n¨²mero de asistentes a las manifestaciones contra la LOU, est¨¢n autom¨¢ticamente invalidando un rigor num¨¦rico esencial al poder democr¨¢tico que ellos mismos ostentan. La falta de respeto al n¨²mero se convierte as¨ª en posici¨®n antidemocr¨¢tica. ?C¨®mo justificar tal posici¨®n? Har¨ªan falta, qu¨¦ duda cabe, muy buenos argumentos para no fracasar. Repasemos, pues, los argumentos ofrecidos por los de la mayor¨ªa absoluta gubernamental para justificar su posici¨®n de desprecio a la mayor¨ªa absoluta de la protesta estudiantil.
La se?ora ministra de Educaci¨®n dice que la mayor¨ªa de los asistentes va a las manifestaciones para no ir a clase, un argumento muy d¨¦bil si tenemos en cuenta que a las contrarias a la LOU, aparte de cientos de miles de estudiantes haciendo pellas, se ha sumado gran n¨²mero de profesores, decanos, rectores y otros que no est¨¢n en edad escolar, como representantes pol¨ªticos y sindicales del PSOE y de IU. Estos ¨²ltimos son los mismos a los que se refiere el se?or presidente del Gobierno al afirmar que apoyan la protesta porque est¨¢n en descomposici¨®n o porque se apuntan a un bombardeo, aunque d¨¦ la casualidad de que los descompuestos est¨¦n recomponiendo en Marruecos la pol¨ªtica exterior espa?ola, y a bombardeos lleve ¨¦l mismo semanas suplicando pat¨¦ticamente apuntarse en Afganist¨¢n. En cuanto al alcalde de Madrid, que asegura que los cientos de miles de manifestantes son una panda de revoltosos que se van detr¨¢s de la primera pancarta que ven aunque no sepan ni lo que pone, s¨®lo recordarle que no puede creer el ladr¨®n que todos son de su condici¨®n y que a las universidades madrile?as la gente llega, aunque malamente, alfabetizada.
L¨¢stima que el grado de compromiso pol¨ªtico sea una cosa muy po¨¦tica y parezca, por lo tanto, que no sea cuantificable en n¨²mero. De lo contrario, a Pilar del Castillo habr¨ªa que ponerle un cero. Porque el compromiso pol¨ªtico de la se?ora ministra de Educaci¨®n con sus administrados (estudiantes, profesores, rectores, padres, ciudadanos en general, dado el contenido de su ministerio) es id¨¦ntico al que deb¨ªa de tener cuando militaba en sus a?os universitarios en el grupo trotskista Bandera Roja. Por lo que se deduce de sus declaraciones, su revoltosa militancia ten¨ªa muy poco de verdad y mucho de vagancia y de excusa para no ir a sus clases en la Facultad de Derecho. Se le nota. O a lo mejor le pasaba con la bandera roja lo mismo que dice ?lvarez del Manzano que pasa con las pancartas, que se pon¨ªa detr¨¢s de la primera que ve¨ªa sin saber ni lo que significaba; por ir haciendo cola, no fuera a ser la de los ministrables. Tambi¨¦n se le nota. S¨®lo que en estos tiempos, cuando alguien, bandera tras bandera, ha llegado a ser ministra, tiene la responsabilidad democr¨¢tica de atender a su ministerio y, si una gran mayor¨ªa est¨¢ en contra de sus decisiones, tiene la responsabilidad num¨¦rica (que no numeraria) de sentarse a escuchar y negociar. Lo contrario, en clara coherencia con su trayectoria pol¨ªtica, es no querer ir a clase.
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