Media docena en Anoeta

Goles como no ve¨ªa Anoeta en mucho tiempo, la prueba de que la Real ten¨ªa f¨²tbol suficiente para atinar. Tantos firmados con elegancia, con exagerada serenidad, como si el conjunto de Toshack no hubiera hecho otra cosa esta campa?a. La Real se desatasc¨® arrollando al Valladolid, aunque podr¨ªa haberlo hecho hace una semana, o un mes. Por f¨²tbol, estaba en disposici¨®n de hacerlo, pero hasta ayer nunca fue capaz de dar el salto

En 20 minutos de juego, siete lanzamientos de c¨®rner y varios remates a puerta, la Real dej¨® bien claro que quer¨ªa ganar el partido. Tambi¨¦n que alcanzar su prop¨®sito resultar¨ªa un trauma. Por si la grada no lo hab¨ªa entendido, Tayfun se encarg¨® de explicarlo gr¨¢ficamente: sali¨® disparado desde su campo, recogi¨® un env¨ªo medido, aceler¨® todo m¨²sculo y determinaci¨®n, se plant¨® s¨®lo en el ¨¢rea y envi¨® a un recogepelotas a trabajar. La Real, un domingo m¨¢s, segu¨ªa siendo un Tayfun cualquiera, un equipo capaz de anular al rival para perdonarle la hora de su ejecuci¨®n. Su desencuentro con el gol se mantuvo presente pese a De Pedro, hiperactivo y peligros¨ªsimo, o pese a Koklov, colocado con acierto como medio punta.

En Anoeta, s¨®lo el Valladolid ningun¨¦o el estreno de Westerveld en la porter¨ªa donostiarra, tan ocupado estaba en mantener el tipo y repeler a los donostiarras, acampados a un palmo de su ¨¢rea. Instalada en su rutina, la Real caminaba hacia ninguna parte... hasta que Xabi Alonso, con un trallazo impresionante, abri¨® la veda. A partir de ¨¦ste momento, todo result¨® desmesurado: la desaparici¨®n del Valladolid, las combinaciones letales de la Real, los goles impensables que llegaron de todas las formas imaginables. Koklov coci¨® tres tantos y marc¨® otro. Tayfun deposit¨® otro y regal¨® uno m¨¢s, soberbio, de tiro cruzado desde fuera del ¨¢rea. Todo parec¨ªa posible. Todo. La Real se concedi¨® un cuarto de hora de respiro, lo justo para que Tote so?ase con inquietar a Westerveld. Pero en Anoeta s¨®lo pod¨ªa so?ar la grada, tan acostumbrada a ejercicios de impotencia, a buena voluntad sin premio, que le cost¨® reconocer lo que su equipo trasladaba al marcador. Ni m¨¢s ni menos que la goleada m¨¢ abultada de la temporada. La paradoja del equipo sin gol.