El a?o m¨¢s corto
A la hora de hacer un balance de la cultura literaria espa?ola durante el a?o 2001, la sensaci¨®n final es la de que se ha tratado de una cosecha bastante mediocre. No ha habido grandes sorpresas, Espa?a se sigue autoconvenciendo de que va bien en casi todo (salvo en literatura), mecida por las corrientes exteriores y controlada casi por completo por los movimientos de un mercado que ni siquiera es capaz de gobernarse a s¨ª mismo. La cosecha ensay¨ªstica ha sido pobre, merced a la excesiva atenci¨®n que se ha prestado al terrorismo y a la historia novelada, o a la cada vez m¨¢s aburrida autorrepetici¨®n de diarios que se siguen buscando a s¨ª mismos (V. Puig, Trapiello, S¨¢nchez-Ostiz) o de quienes los elogian en su peque?o mercado (Jordi Gracia), y que s¨®lo se ha sobresaltado al final en busca de los dioses perdidos, como lo muestran el ¨²ltimo premio Pr¨ªncipe de Asturias, George Steiner, que sacrifica su humanismo en el altar de Jehov¨¢, el ex metaf¨ªsico Eugenio Tr¨ªas en su jungla religiosa o el moralista Jos¨¦ Antonio Marina en su Dictamen sobre Dios (Anagrama), diciendo que vive en el seno de una sociedad 'laica', qu¨¦ falsedad.
Huyan de los premios que este a?o se han acercado a su propia esencia social y comercial
En poes¨ªa, tras la desaparici¨®n
de esas cumbres que fueron Claudio Rodr¨ªguez y Jos¨¦ ?ngel Valente, seguimos en plena revisi¨®n de lo establecido, a ver si movemos pieza de una vez, aunque sin tocarla demasiado de miedo a que se nos caiga. Y as¨ª se recoge la obra de Claudio Rodr¨ªguez (Tusquets), con s¨®lo un poema nuevo, la de Gabriel Celaya, la de Vicente Aleixandre y la de Leopoldo Mar¨ªa Panero (las tres en Visor), sin que el mercado habitual de novedades se conmueva demasiado. La 'poes¨ªa de la experiencia' se va disolviendo en los venenos del s¨¢lvese quien pueda (Metales pesados, de Carlos Marzal, en Tusquets) pues ya nadie se reclama de ella y as¨ª se evitan los ataques de los de 'la diferencia', que por su parte no acaban de reconocerse entre s¨ª. Vean c¨®mo Luis Garc¨ªa Montero se ha refugiado tras las alas de B¨¦cquer edit¨¢ndolo renovado en Gigante y extra?o (Tusquets). Jorge Riechmann sigue sin poder escapar de la poes¨ªa en favor de esas tan nobles causas que predica, Mario Benedetti arrasa con El mundo que respiro (Visor) y el acad¨¦mico ?ngel Gonz¨¢lez no alcanza su voz en Oto?os y otras luces (Tusquets), aunque la recupera del todo -y hasta se supera- en la parte dedicada a Claudio Rodr¨ªguez. Al final, ha llegado el simp¨¢tico Joaqu¨ªn Sabina para alzarse con el santo y la peana a trav¨¦s de Ciento volando (de catorce), lo que le ha permitido a Visor vengarse de la competencia -desleal quiz¨¢, al ser una empresa institucional- de la Residencia de Estudiantes lanzando a los poetas en sus voces, algo que el anterior se invent¨® hace un lustro, mientras Luis Antonio de Villena se le ha pasado a Tusquets con Las herej¨ªas privadas.
Pero una de las caracter¨ªsticas de esta cosecha es que ha sido la de los plagios, desde Ana Rosa Quintana hasta Luc¨ªa Etxebarr¨ªa, con lo que han roto el monopolio de los cargos p¨²blicos al respecto. Aunque se trate, como siempre, de una cuesti¨®n balad¨ª, que s¨®lo existe en funci¨®n del dinero y su mercado. Pasemos, pues, a la novela, a ser posible de puntillas. Para empezar, huyan de todos los premios, que este a?o se han acercado a su propia esencia social y comercial alej¨¢ndose m¨¢s que nunca de la literatura de verdad. Al final habr¨ªa que destacar que el Premio Cervantes nos haya reconciliado a todos en torno a ?lvaro Mutis, qu¨¦ alivio (aunque m¨¢s por poeta, creo, que como narrador). Al empezar el a?o hubo alg¨²n que otro producto profundo, original y aut¨¦nticamente literario: Lo real, de Bel¨¦n Gopegui, nuestra m¨¢s s¨®lida narradora, y Labia, de Eloy Tiz¨®n, el m¨¢s po¨¦tico, tierno y sorprendente (ambos en Anagrama) y poco despu¨¦s Romanticismo, de Manuel Longares, cada vez m¨¢s contundente y cr¨ªtico, repleto de rigor e iron¨ªa (Alfaguara). Al final ha pegado con fuerza Soldados de Salamina, de Javier Cercas (Tusquets), que estar¨ªa mejor si en lugar de dos novelas fuera una sola. Por lo dem¨¢s, lamento que gente tan seria como Eduardo Mendoza (La aventura del tocador de se?oras, en Seix Barral) y Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu (No acosen al asesino Alfaguara) hayan rebajado tanto sus propuestas, aunque gracias a su humor, el primero haya salido mejor parado. Y no quisiera olvidar los relatos de Antonio Mu?oz Molina (Sefarad, Alfaguara) que no es una 'novela de novelas', sino un conjunto de discursos o relatos, mejores cuanto m¨¢s descriptivos, o La costumbre de vivir, segundo tomo de las memorias de Caballero Bonald (Alfaguara tambi¨¦n), un dif¨ªcil equilibrio entre recuerdos y fantas¨ªas.
A prop¨®sito de recuerdos, ten-
go todav¨ªa fresco el del excelente dietario de Valent¨ª Puig (con el que no estuve de acuerdo) Cien d¨ªas del milenio (Pen¨ªnsula), que salud¨® el a?o 2001 como si Espa?a y el mundo fueran bien del todo y se abrieran felices ya para siempre hacia todos sus horizontes. Luego vinieron los aviones terroristas de Al Qaeda y abortaron el milenio antes de que empezara a serlo. Ha sido el a?o m¨¢s corto en todos los sentidos, y lo que ha venido despu¨¦s es otra cosa, o quiz¨¢ la misma, endurecida hasta desnaturalizarla, pues el neoliberalismo rampante est¨¢ negando sus ra¨ªces liberales de verdad. Y as¨ª todo termina en un ataque en regla contra la recta raz¨®n, como entre nosotros en el bicentenario de Negro sobre blanco, predicando la irracionalidad (que es el caos), y la interpretaci¨®n metaf¨®rica (?y eso qu¨¦ es?) del mundo y sus escrituras; y todo ello sin recordar que en su d¨ªa tampoco avis¨® de que el poema If (el famoso Si de Kipling) era uno de los m¨¢s recitados por los oficiales instructores del Frente de Juventudes y la OJE en sus fuegos de campamento, o en los Colegios Mayores del SEU, lo juro porque lo vi.
No basta convertirse en se?or para dejar de ser siervo
Lo real Bel¨¦n Gopegui (Anagrama) ?sta es la historia de un hombre que planea una venganza y se oculta, intenta metamorfosear su vida para intervenir en lo real y en los entresijos de la m¨¢s dura realidad econ¨®mica y profesional, pero que al triunfar enga?ando advierte que no basta con convertirse en se?or para dejar de ser siervo, que eso no es m¨¢s que autoenga?arse y que la m¨¢s dulce de las venganzas es la de marginarse, traicionar al sistema. Unas gotas experimentales (como las intervenciones de un 'coro de asalariados y asalariadas de renta media reticentes') potencian y subrayan los derechos po¨¦ticos de un relato ins¨®litamente profundo. Romanticismo Manuel Longares (Alfaguara) Despu¨¦s de las mezclas de parodia y metaliteratura de sus dos primeras novelas -La novela del cors¨¦ y Soldaditos de Pav¨ªa-, Longares alcanz¨® su madurez expresiva en sus muy corregidos relatos de Extrav¨ªos, y aqu¨ª nos da su mejor y m¨¢s completa novela, la descripci¨®n minuciosa, ir¨®nica y despiadada del madrile?o barrio de Salamanca (el ¨²ltimo basti¨®n del imperio franquista) en plena disoluci¨®n social, familiar y pol¨ªtica durante la transici¨®n. Una novela escrita con rigor, bien controlada, valleinclanesca, expresionista, que esconde la tragedia a trav¨¦s de un humor tan corrosivo como objetivo. Labia Eloy Tiz¨®n (Anagrama) Doy gracias por poder al fin hablar de este magn¨ªfico libro, una peque?a joya de nuestra novela actual. Ya habl¨¦ en su d¨ªa de su libro de relatos Velocidad de los jardines o de su novela Seda salvaje, que qued¨® finalista en un Premio Herralde. Eloy Tiz¨®n es un narrador fluido, delicado, po¨¦tico y repleto de ternura y sensibilidad, aunque con una prosa sorprendente y un secreto trasfondo de perversi¨®n tambi¨¦n. En resumen, un nabokoviano confeso, capaz de contar la realidad convirti¨¦ndola en un cuento de hadas que nos reintegra con el mundo y reconcilia con nosotros mismos.
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