Afganist¨¢n parte de cero
El Gobierno tiene que hacer frente a las secuelas de 23 a?os de guerra
El Banco Central no tiene reservas, los ministerios no tienen presupuesto ni para acristalar las ventanas y los ministros no tienen coche para ir al trabajo. Una semana despu¨¦s de tomar posesi¨®n, el Gobierno provisional afgano presidido por Hamid Karzai apenas ha comenzado a entrever las dificultades para reconstruir un pa¨ªs arrasado por 23 a?os de guerra.
'El 90% de nuestras carreteras, puentes, presas, hospitales, escuelas y aeropuertos est¨¢n completamente en ruinas', explica, en una entrevista con EL PA?S, el ministro de Obras P¨²blicas, Abdul Jaliq Fazel, reci¨¦n llegado a Kabul tras 20 a?os de exilio en Australia. 'El 10% restante est¨¢ muy da?ado y casi no merece la pena reconstruirlo, por lo que ser¨¢ m¨¢s barato hacerlo de nuevo', a?ade.
El sector privado de la econom¨ªa da s¨ªntomas esperanzadores de recuperaci¨®n
La propia sede del Ministerio que debe servir de pilar para la reconstrucci¨®n est¨¢ casi en ruinas. Situado muy cerca de la antigua l¨ªnea de frente, el edificio guarda todav¨ªa las se?ales de los encarnizados combates librados entre los se?ores de la guerra afganos por el control de Kabul entre 1992 y 1996. Sus paredes est¨¢n agujereadas por impactos de artiller¨ªa, no hay luz el¨¦ctrica en la mayor¨ªa de los despachos y los funcionarios se protegen del fr¨ªo con viejas estufas de carb¨®n.
Sin la ayuda internacional, afirma Fazel, ser¨¢ imposible poner Afganist¨¢n en pie. El ministro es reacio a dar una cifra, pero adelanta que ser¨¢n necesarios billones de pesetas s¨®lo para comenzar la tarea. 'La comunidad internacional prometi¨® ayudarnos si consegu¨ªamos la estabilidad en el pa¨ªs', recuerda. 'Cuanto antes se rasque los bolsillos, y de manera generosa, mejor para el pueblo afgano y para la reputaci¨®n de la comunidad internacional', subraya Fazel, que representa en el Gobierno de coalici¨®n a los partidarios del ex rey Mohamed Zahir Shah, de 87 a?os, depuesto en 1973 y que a¨²n permanece en su residencia en el exilio en Roma.
Los pa¨ªses ricos tendr¨¢n la oportunidad de demostrar su generosidad a finales de enero en Jap¨®n, cuando se reunir¨¢n bajo los auspicios de la ONU para estudiar el modo de financiar la reconstrucci¨®n de Afganist¨¢n.
El nuevo Gobierno afgano ni siquiera dispone de un estudio para saber qu¨¦ necesita con m¨¢s urgencia, con lo que es imposible por ahora establecer con detalle las prioridades. Entre las cuestiones fundamentales, Fazel menciona de manera general la puesta en marcha de las escuelas, los hospitales y los transportes. 'Debemos reparar cuanto antes los puentes y las carreteras para que la poblaci¨®n pueda desplazarse de un lugar a otro, y los aeropuertos para estar comunicados con el resto del mundo'.
No hay tampoco en Afganist¨¢n datos sobre el Producto Interior Bruto (PIB), ni sobre la inflaci¨®n ni sobre el desempleo. 'Esas son magnitudes de pa¨ªses occidentales. Pasar¨¢ mucho tiempo hasta que podamos disponer de esos datos', se?ala el ministro de Obras P¨²blicas, quien antes de regresar a Afganist¨¢n era profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Melbourne.
Mientras se pone en marcha la maquinaria burocr¨¢tica y llega la ayuda internacional, el sector privado de la econom¨ªa afgana da s¨ªntomas esperanzadores de recuperaci¨®n: los bazares de Kabul est¨¢n llenos a diario, los atascos en las horas punta son similares a los de cualquier ciudad europea y la actividad es fren¨¦tica en los mercados informales de divisas.
Tras sufrir enormes altibajos desde la huida de los talibanes de Kabul hasta la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno, la moneda local, el afgani, parece haberse estabilizado en torno a los 25.000 por d¨®lar.
Humaiun Azizi propietario de un concesionario de coches en una de las principales avenidas de Kabul, est¨¢ contento con la situaci¨®n. 'Tenemos muchos pedidos, y los precios est¨¢n subiendo', dice. Azizi, que cobra 40.000 d¨®lares -unos 7,4 millones de pesetas- por un Toyota Landcruiser, apenas vend¨ªa cuatro o cinco coches al mes con los talibanes en el poder. 'Ahora vendo pr¨¢cticamente uno cada d¨ªa', dice con cara de satisfacci¨®n.
Tambi¨¦n parecen irle bien las cosas a Najibul¨¢ Larawi, que regenta un popular restaurante en el casco viejo de la capital. 'Hago el doble de negocio que con los talibanes', explica desde el mostrador del local, lleno de comensales a la hora de almorzar. 'Hace unos meses ven¨ªa s¨®lo la mitad de gente y las mujeres no pod¨ªan ni acercarse al restaurante. Ahora vienen bastantes con sus maridos. Adem¨¢s, antes la gente no ten¨ªa trabajo y la comida era muy cara. Ahora muchos tienen empleo y dinero, y la comida es m¨¢s barata', a?ade.
Larawi ten¨ªa 20 empleados hace unos meses y ahora tiene 30. 'No son suficientes y estoy pensando en contratar m¨¢s', concluye.
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