Todos con Karzai
Los habitantes de Afganist¨¢n dan un voto de confianza al nuevo presidente
Shair Mohamed lleva 30 a?os vendiendo telas en la parte vieja de Kabul. Sentado con las piernas cruzadas sobre el mostrador de su tienda en el bazar de Kah Froshi, afirma estar harto de guerra y deseoso de que, por fin, Afganist¨¢n disfrute de un periodo de paz y estabilidad. Opina que Hamid Karzai, presidente del nuevo Gobierno provisional, puede conseguirlo. 'Es afgano, muyahidin y musulm¨¢n ?Qu¨¦ m¨¢s podemos pedir?', dice Shair, de 70 a?os y, como Karzai, de etnia past¨²n.
Con hospitalidad afgana, Shair invita al visitante extranjero a t¨¦, miel y pan. Est¨¢ convencido de que todas las comunidades del pa¨ªs pueden vivir en paz y para respaldar sus argumentos echa mano del libro sagrado del islam. 'El Cor¨¢n dice que todos los musulmanes son hermanos y que la paz debe reinar entre hermanos. As¨ª que da igual que seamos pastunes, tayikos, uzbekos o hazaras', sostiene mientras atiende a la clientela.
Pasear por el bazar Kah Froshi (mercado de la paja, en lengua dari, la variante afgana del persa) es hacer un viaje al pasado. Sus callejuelas estrechas y el paisaje humano que transita por ellas han cambiado poco desde que Marco Polo viaj¨® por esta parte del mundo.
Es mediod¨ªa y el canto del muec¨ªn convoca a los fieles para la oraci¨®n sobre los tejados de las casas de adobe. Los comerciantes, sentados a las puertas de sus establecimientos, observan c¨®mo los compradores examinan sus mercanc¨ªas: especias, aceites, frutas, verduras, pollos, pieles, libros, alfombras, turbantes y pakules, los gorros tayikos de piel de cordero con forma de sopera invertida.
A la hora de almorzar, el oscuro comedor del restaurante de Ramad¨¢n Al¨ª est¨¢ lleno de clientes. Ramad¨¢n, de etnia azara, tambi¨¦n asegura que le gusta Karzai, aunque ali?a sus elogios con una pizca de escepticismo. 'Si consigue cumplir lo que promete, ser¨¢ un l¨ªder querido', afirma sin dejar de fre¨ªr h¨ªgados y mollejas en una sart¨¦n humeante. ?Y si no? 'Nadie puede adivinar el futuro', responde.
Ayer hizo un sol radiante en la capital afgana y el bazar m¨¢s antiguo de Kabul estaba atestado de gente. Grupos de muyahidin desarmados, con aire de reclutas en d¨ªa de permiso, pugnaban por abrirse camino entre la multitud con mujeres encerradas en burkas azules y arrieros con prisa por distribuir sus cargas. En Kah Froshi, los tramos de calle se dividen por oficios: hay zonas de peluqueros, afiladores, cerrajeros, joyeros, carniceros...
Sardar Mohamed, que s¨®lo vende libros religiosos, afirma que el s¨¢bado fue el d¨ªa que todos los afganos esperaban hace tiempo. 'Karzai es un buen hombre, tiene formaci¨®n y puede hacer bien su trabajo', dice. Preguntado por el peligro de que el pa¨ªs se vea de nuevo envuelto en los conflictos civiles de principios de los noventa, responde: 'No quiero ni pensar en ello; creo que esa ¨¦poca pas¨® para siempre. Si los afganos permanecemos unidos, habr¨¢ paz'.
Sardar opina que la situaci¨®n es tan halag¨¹e?a que no son necesarias las fuerzas de paz internacionales que han comenzado a llegar a Kabul. 'Los afganos somos capaces de mantener la paz. Creo que es una extravagancia que los occidentales env¨ªen soldados aqu¨ª. Nos gustan los extranjeros, pero no queremos que se molesten en venir aqu¨ª'. El librero espera que con la paz su negocio prospere, y subraya que en Kabul siempre habr¨¢ compradores para sus libros. '?ste es un pa¨ªs musulm¨¢n y el islam reinar¨¢ por siempre'.
En la calle de los p¨¢jaros, Abdul Jalil est¨¢ reunido con unos amigos bebiendo t¨¦ y fumando cigarrillos. Entre jaulas de canarios, periquitos, palomas y perdices explica que las tropas internacionales son imprescindibles para garantizar unos meses de paz. 'Las necesitamos hasta que se calme la situaci¨®n; luego podr¨¢n marcharse'. Jalil tuvo que cerrar su negocio durante el r¨¦gimen talib¨¢n. Los estudiantes isl¨¢micos radicales ni siquiera permit¨ªan la m¨²sica de los p¨¢jaros.
En cuanto a las mujeres, Soraya Paulika, l¨ªder de la Asociaci¨®n de Mujeres, opina que Afganist¨¢n no tiene futuro sin ellas, y Nasrind Gross, una exiliada en EEUU que tambi¨¦n asisti¨® el s¨¢bado a la toma de posesi¨®n de Karzai, se mostr¨® optimista. 'Es el comienzo del mejor periodo en la historia de Afganist¨¢n, para los hombres y para las mujeres', dijo mientras empu?aba un kalashnikov entre los v¨ªtores de un grupo de muyahidin.
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