Verdiales de la tierra malague?a
La primera vez que se ve y se escucha una panda de verdiales queda prendida en la memoria como una de las experiencias m¨¢s desconcertantes del folclorista. ?Qu¨¦ tiene que ver esta deslumbrante y mon¨®tona algarab¨ªa con los t¨®picos del andalucismo? Nada, absolutamente nada. Y sin embargo est¨¢n ah¨ª, persistentes y en crecida, demostrando a?o tras a?o que sus ra¨ªces son de las m¨¢s antiguas del panorama musical de nuestra tierra. O lo que es lo mismo, que al menos en el tiempo son m¨¢s andaluzas que otras m¨¢s pregonadas. ?Por qu¨¦, sin embargo, no constan as¨ª en el muestrario tradicional del exotismo andaluz? Delicada cuesti¨®n. Algo tendr¨¢ que ver su rebeld¨ªa a los intentos de ser 'bautizada', y su coincidencia con la ¨¦poca navide?a, o precisamente por eso. De entre las muchas fiestas antiguas que celebraban el solsticio de invierno (tambi¨¦n ¨¦sta reaparece en el de est¨ªo), la brillante eclosi¨®n de los Montes de M¨¢laga ha conseguido lo que otras no: repeler todo intento de cristianizaci¨®n. No es raro, por tanto, que el pensamiento oficialista haya ido esquivando este rito de aspecto solar, y bien pagano, hasta que no ha podido hacer otra cosa que sumarse como ha podido, y para no ser arrollado por su extraordinaria recuperaci¨®n popular. Todav¨ªa este a?o, en medio de los festejos de la cuadrag¨¦sima edici¨®n del encuentro de la venta de San Cayetano (28 de Diciembre, 28 pandas, m¨¢s 12 infantiles, miles de personas venidas de todas partes, turistas de la Costa del Sol incluidos) el alcalde de M¨¢laga se manifestaba tal que as¨ª, con elocuente candidez: 'Me extra?a que tenga esta fiesta tanto tir¨®n'.
El desconcierto se nota tambi¨¦n en muchas de las teor¨ªas que han tratado de explicarse el fen¨®meno, pues hay para todos los gustos. Navegando por la Red, uno puede encontrarse desde arcaicos or¨ªgenes tart¨¦sicos hasta reiteraciones de lo que llamar¨ªamos la tendencia interpretativa gitano-morisca, que tuvo entre sus m¨¢ximos representantes a Ricardo Molina y Antonio Mairena, y que emparentaron los verdiales, aun en su forma aflamencada, con 'ecos del primitivo fandango de los moros andaluces'. Pero lo normal es una mezcla verdaderamente curiosa de atribuciones: 'danza fenicia adaptada luego a ritmos de ritos cristianos'. 'En algunos casos, connotaciones moriscas'. En un mismo p¨¢rrafo podemos leer: 'Su origen, aunque desconocido, se imputa a los ¨¢rabes podr¨ªa remontarse a la ¨¦poca fenicia, siendo adoptado posteriormente por los romanos'. Y todav¨ªa, en una informaci¨®n oficial de la Diputaci¨®n de M¨¢laga: 'Folclore t¨ªpico malague?o que surge en el siglo XVIII y que tiene como origen las fiestas de adoraci¨®n al Sol' (?). Que ha habido integraci¨®n de muchas cosas a lo largo del tiempo, indudable. Pero que el contexto es fundamentalmente latino-mediterr¨¢neo, tambi¨¦n. No hay m¨¢s que ver el mosaico procedente de la Villa Cicer¨®n de Pompeya, donde unos m¨²sicos ambulantes tocan instrumentos b¨¢sicos de los verdiales: grandes panderos y peque?os platillos, adem¨¢s de cubrirse la cabeza con flores y hojas. Incluso una reminiscencia b¨¢quica parece apreciarse, que llegar¨ªa hasta una de las quintillas m¨¢s famosas de este fandango campesino malague?o: D¨¦jame que beba vino,/ no me digas que no beba, / que puede ser que alg¨²n d¨ªa /quiera beberlo y no puea/ porque me falte alegr¨ªa. Pues eso, que no falten ni el vino dulce de M¨¢laga ni el adorado sol de su templado invierno.
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