Sosa nada

Nada hay en la cartelera m¨¢s revelador que este engendro del da?o, el rid¨ªculo da?o, que est¨¢ causando -sobre todo en algunos sectores papanatas de la fabricaci¨®n de cine con prurito de estar al d¨ªa- la aplicaci¨®n mim¨¦tica a la gran pantalla de la secuencia acelereda del clip y sus variantes. Esta aplicaci¨®n alcanza en Zoolander proporciones tan exageradas, tan burdas y grotescas que la pel¨ªculilla, o lo que sea, casi cae bien de puro mala.

Ben Stiller es un actor que tiene a sus espaldas interpretaciones tan sobrias y competentes como la que hizo en Amigos y vecinos, donde fue dirigido por Neil LaBute. Pero ahora se alza en Zoolander, un descerebrado de moda nada menos que en protagonista, guionista, director y productor, es decir, en autor total, y naufraga en su lavabo. Debido a que su anterior experiencia de direcci¨®n fue con las babas de Jim Carrey en Un loco a domicilio, parece que le ha seducido la ametralladora de muecas del c¨¦lebre histri¨®n canadiense, porque aqu¨ª se dedica a darle una aparatosa r¨¦plica, batallita insulsa que Stiller pierde con estr¨¦pito.

Nada que ver, y menos que recordar, de la estruendosa e informe secuencia de esta comedia loca rematadamente mal construida y zurcida con soser¨ªa infinita. El gazpacho de thriller, farsa, comedia, documento y musical es torpe, indigerible, carece del m¨¢s m¨ªnimo sentido de la gradualidad y a los 15 minutos uno est¨¢ empachado de la agresi¨®n de la pantalla, mientras se destierra la esperanza de que ¨¦sta alcance a dar el alivio de un gag bien hecho, cosa que por lo visto est¨¢ fuera del alcance del buf¨®n sin norte autor de esta nada.