Petardos

Cuando escribo estas l¨ªneas, a las 21.15, y desde las 10 de la ma?ana aproximadamente, las explosiones de petardos no han cesado en mi entorno inmediato. O sea, las peatonales de Los Remedios y sus perpendiculares y paralelas que no lo son, tales como Rep¨²blica Argentina, Virgen de ?frica, Virgen de Aguas Santas, Virgen de las Monta?as, Santa Fe o Virgen de Luj¨¢n, y esto ocurre as¨ª cada d¨ªa desde mediados de noviembre pero, por supuesto, con mayor intensidad y duraci¨®n en el tiempo de las vacaciones escolares.

Pandillas de ni?os y adolescentes se hacen en estas fechas due?os absolutos de las calles divirti¨¦ndose con esta pirotecnica de diferente calibre -algunos de ellos verdaderas bombas- sin ning¨²n reparo ni respeto por la tranquilidad y el bienestar de personas y animales. Antes al contrario, acent¨²an el efecto atronador de tales artefactos introduci¨¦ndolos en alcantarillas, contenedores o papeleras con los peligrosos efectos secundarios subsiguientes. Su manejo implica, adem¨¢s, un riesgo para ellos mismos que ignoran o ni se plantean puesto que, como los adultos que los avalan, se saben amparados por el Ayuntamiento -que ha autorizado varios puntos de venta- y campan sin control ante la complicidad, tolerancia, resignaci¨®n o impotencia de la ciudadan¨ªa.

Diversos organismos interpelados por quien esto suscribe se remitieron a la legislaci¨®n vigente eludiendo responsabilidades o, como mucho, expresando comprensi¨®n. Quiero pensar que no estoy sola en creer que valores como el civismo y el respeto al medio ambiente, a las personas y a los animales no est¨¢n re?idas con las celebraciones colectivas sino que los incluyen. Por ello, desde esta carta, reclamo unas fiestas en las que los petardos est¨¦n, de una vez por todas y sin excepciones, definitivamente erradicados.