El eurojuguete
El euro ha sido el juguete de estas navidades. Lo de estrenar sistema monetario no es acontecimiento frecuente y el personal est¨¢ como un ni?o con zapatos nuevos con los billetes de paquete y las monedas relucientes. La adaptaci¨®n para la mayor¨ªa de los ciudadanos constituye un reto personal, una especie de juego en el que nos obligan a participar a todos. Experiencia com¨²n que introduce por a?adidura un nuevo elemento de di¨¢logo para las conversaciones anodinas antes limitadas al tiempo, la salud o el tr¨¢fico. Cu¨¢ntas amistades y relaciones sociales habr¨¢n surgidos estos d¨ªas en las tiendas, mercados o junto a las maquinas expendedoras con la excusa del euro.
El lunes pasado, sin ir m¨¢s lejos, coincid¨ª en la cola del h¨ªper con el juez G¨®mez de Lia?o y su se?ora esposa, la fiscal Dolores M¨¢rquez de Prado. Uno, en su ignorancia, imaginaba al magistrado prevaricador haciendo conjuros en el Monte Pelado y a ella levantando su t¨²nica negra con un gesto ceremonial de perfidia. Y resulta que no, que ante una cajera de Alcampo son un matrimonio de lo m¨¢s corriente. All¨ª estaba el juez metiendo en las bolsas los cereales con fibra que estimulan el tr¨¢nsito intestinal, mientras la fiscal contaba minuciosamente la eurocalderilla en el cuenco de la mano como una entra?able abuelita. En eso de las vueltas la adaptaci¨®n al euro nos ha igualado a todos y hasta los m¨¢s pudientes le prestan atenci¨®n a la chatarra. Tengan en cuenta que el cambio en la unidad monetaria ha hecho desaparecer de golpe y porrazo a muchos millonarios. Algunos no han soportado el ver su hasta entonces multimillonaria cuenta corriente de pesetas reducida a unos miles de euros.
El cambio en este sentido es realmente duro y cuando alguien ve pr¨®xima la penuria, aunque sea de forma psicol¨®gica, se vuelve m¨¢s pragm¨¢tico en t¨¦rminos econ¨®micos. A ese fen¨®meno atribu¨ª yo la sorprendente visi¨®n de que fui testigo hace unos d¨ªas. Tuve que frotarme lo ojos para comprobar si realmente era Pitita Ridruejo, ese s¨ªmbolo de la elegancia venerado en las tiendas de Serrano, la que estaba comprando en un lugar tan marcadamente prosaico como SEPU. En ese popular comercio de la Gran V¨ªa contaba cuidadosamente la Ridruejo sus primeros euros antes de salir cargada de bolsas con el mismo aire de distinci¨®n que si procediera de Loewe. Tal vez adquiriera unos regalos para el servicio, pero la vi muy suelta en aquel ambiente plebeyo.
La implantaci¨®n de la nueva moneda ha generado un mill¨®n de an¨¦cdotas y cada uno tiene alguna que contar. Una se?ora en la radio relataba indignada la forma en que el Ayuntamiento de Madrid aprovechaba las circunstancias para disparar las tarifas de los servicios municipales. Se refer¨ªa concretamente al uso de los secadores de pelo instalados en los vestuarios de sus polideportivos y que hasta ahora funcionaban con monedas de cinco pesetas. Por su formato, la pieza equivalente es la de cinco c¨¦ntimos de euro, lo que eleva el coste a algo m¨¢s de ocho pesetas, en cualquier caso una miseria. Nadie podr¨¢ convencer a la buena se?ora de que el Ayuntamiento no hace negocio alguno con los secadores y que la moneda es s¨®lo un mecanismo para garantizar su correcta utilizaci¨®n.
Personalmente, mi primera operaci¨®n en euros fue para pagar unas palomitas en el cine. Result¨® sencillo, entregu¨¦ dos mil pesetas y me devolvieron unas cuantas monedas de distinto tama?o y color. Mir¨¦ durante unos segundos la vuelta y me dio tanta pereza ponerme a comprobar si era correcta que opt¨¦ por cerrar la mano y fijarme en la chica que me atendi¨®. Por su cara no me pareci¨® ni tonta ni deshonesta, as¨ª que ech¨¦ el dinero al bolsillo y di por suficiente la garant¨ªa de tal apreciaci¨®n. Sospecho, sin embargo, que son muchos los que est¨¢n aprovechando el r¨ªo revuelto para pescar a manos llenas.
Es f¨¢cil liar a la gente con las vueltas y los redondeos, sobre todo si al equivocarse barriendo para casa tienen la excusa de que a¨²n son novatos y no controlan bien. En este sentido, la mejor terapia es olvidarse cuanto antes de la traducci¨®n en pesetas para que ese ejercicio mental no entorpezca la cuenta y enrede a los al¨¦rgicos al c¨¢lculo. Como dice el eslogan publicitario, 'hay que pensar en euros' . Y hacerlo pronto, antes de cansarse del juguete.
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