Enredos con Enron
La quiebra del gigante de la energ¨ªa Enron, de colosales consecuencias econ¨®micas y sociales ya que sus 4.500 empleados han perdido no s¨®lo sus puestos, sino buena parte de sus fondos de pensiones, se est¨¢ convirtiendo en el mayor apuro pol¨ªtico de George Bush y su Administraci¨®n, dadas las conexiones entre la empresa, el presidente y el vicepresidente norteamericanos, todos vinculados al sector y con un origen com¨²n en Tejas. Bush ha reaccionado con presteza, negando toda vinculaci¨®n. Una serie de investigaciones se han puesto en marcha: los departamentos de Justicia y de Trabajo, la Comisi¨®n del Mercado de Valores (SEC), tres comit¨¦s del Congreso, adem¨¢s de los medios de comunicaci¨®n. El caso se puede convertir en una pesadilla para Bush.
El principal ejecutivo de la compa?¨ªa, Kenneth Lay, presidi¨® el Consejo Empresarial del entonces gobernador de Tejas. Bush ha negado que como presidente discutiera con Lay de los problemas de Enron. Pero el vicepresidente Cheney no quiere revelar el contenido de sus conversaciones con Lay, o las de sus asesores con Enron para dise?ar una pol¨ªtica energ¨¦tica, que ha de constituir uno de los ejes del pr¨®ximo discurso de Bush sobre el estado de la naci¨®n. La versi¨®n dada por Enron es que alert¨® a la Administraci¨®n de los riesgos de quiebra.
Aunque demasiado tarde para remediar la situaci¨®n, Bush ha pedido que se estudie establecer l¨ªmites en las inversiones de los empleados en sus propias empresas a trav¨¦s de los fondos de pensiones, que a todas luces se han sobrepasado en muchas compa?¨ªas. Tambi¨¦n ha propuesto cambios en la regulaci¨®n de las auditor¨ªas. Aunque los profesionales de Arthur Andersen alertaron en su d¨ªa a Enron sobre el estado de sus cuentas, acabaron d¨¢ndolas por v¨¢lidas, para reconocer ahora haber destruido 'un n¨²mero significativo' de documentos relacionados con este gigante, cuyo valor de mercado lleg¨® a los 70.000 millones de d¨®lares a finales de 2000, para quebrar bajo el peso de unas deudas que se hab¨ªan escondido.
Demasiados puntos oscuros rodean la ca¨ªda de Enron, con la espada de Damocles de la acusaci¨®n de tr¨¢fico de influencias pendiente sobre una parte de la Administraci¨®n. A pesar de la popularidad ganada tras el 11 de septiembre, Bush puede no resultar tan presidente tefl¨®n como Reagan, de quien se dec¨ªa que nada se le quedaba pegado.
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