La palabra culta
Hablar con Camilo Jos¨¦ Cela constitu¨ªa una delicia, por la fluidez y expresividad de su palabra, siempre culta y amena. Era un hombre, efectivamente, de palabra culta, lo cual a algunos les causar¨¢ sorpresa pues en ciertos ¨¢mbitos -y en determinadas ocasiones- trascendi¨® de ¨¦l la virulencia con que respond¨ªa a los ataques, las descalificaciones o sencillamente las razonadas cr¨ªticas adversas acerca de su personalidad y de su obra.
Era Cela, asimismo, amigo de bromas, si estaba en confianza, para lo cual utilizaba los m¨¢s llanos vocablos de la lengua castellana, no m¨¢s que por hacer re¨ªr, y sin embargo esto tambi¨¦n lo utilizaron sus detractores para ratificar la imagen ya divulgada de su zafiedad y su chocarrer¨ªa.
Mas no hubo tal y todo aquello se quedaba en la maledicencia. Hasta el t¨¦rmino tremendista que se utiliz¨® (e hizo fortuna) para determinar el contenido de La familia de Pascual Duarte -una de sus obras capitales- lleva en s¨ª cierto matiz descalificador. Efectivamente, el t¨¦rmino se ha solido utilizar para definir (y en realidad descalificar, efectivamente) el realismo desmesurado que emplearon en la primera mitad del pasado siglo muchos artistas pl¨¢sticos y escritores espa?oles. Cuando en La familia de Pascual Duarte, dur¨ªsima en su relato, trasciende la an¨¦cdota y nos presenta de forma descarnada los personajes l¨²gubres y patibularios de una Espa?a t¨¦trica y siniestra que tambi¨¦n existi¨®.
El ejercicio literario de Camilo Jos¨¦ Cela fue de una riqueza l¨¦xica y sint¨¢ctica aut¨¦nticamente magistrales. Escribir una obra como Oficio de tinieblas 5 sin signos de puntuaci¨®n, tal cual hizo el novelista -con un resultado brillant¨ªsimo, por cierto-, s¨®lo es posible desde el dominio absoluto del idioma.
Una vez fuimos juntos a los toros. Fue en la plaza de Guadalajara, por su feria, el a?o 1989 (dos meses antes de que le concedieran el Nobel) y un servidor iba con la curiosidad de saber si Cela hab¨ªa sido alguna vez torero. ?l sosten¨ªa que s¨ª (aspirante e incipiente, por supuesto), pero yo nunca me lo cre¨ª. Se dio la corrida y pude comprobar que del toro, las suertes y el conjunto de la lidia no ten¨ªa ni idea. Y, en cambio, conoc¨ªa sobradamente el rito, las formas y los t¨®picos y, sobre todo, dominaba el vasto y complicado vocabulario taurino m¨¢s que el C¨²chares. Lo cual me tuvo maravillado y me confirm¨® el envidiable conocimiento que ten¨ªa de la lengua castellana aquel hombre de palabra culta, inminente premio Nobel de Literatura.
Babelia
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