Tres novatos
S¨®lo hay un efecto m¨¢s sorprendente que la capacidad del f¨²tbol para devorar a sus ¨ªdolos: su capacidad para reemplazarlos. Despu¨¦s del paso de Ruggeri, Rocha, Iv¨¢n Campo, Karanka y de un largo desfile de meritorios y aspirantes, los madridistas han descubierto a Pav¨®n; casi extinguido el recuerdo de Arconada, Zamora, Satr¨²stegui y L¨®pez Ufarte, aparece Xabi Alonso; cuando Kily Gonz¨¢lez se hab¨ªa consagrado ante la cr¨ªtica europea, llega Vicente, empieza a dar fucilazos y se apodera de la banda izquierda de Mestalla. Los tres chicos, defensa, medio y delantero, son algunos de los nuevos valores y representan el fluido vital con el que se refresca la bolsa del Campeonato.
En Pav¨®n el Madrid ha encontrado un defensa central de cuerpo entero. Dotado de una percha alta y ligera como un poste del tendido el¨¦ctrico, el chico se desliza junto a Fernando Hierro con la diligencia de un perro de muestra. De acuerdo con algunas de las m¨¢s antiguas reglas de la caza, ni tenso ni relajado, evoluciona con una mezcla de energ¨ªa y precauci¨®n, mantiene escrupulosamente la defensa en l¨ªnea, mira alternativamente a su jefe y al contrario m¨¢s pr¨®ximo y espera ¨®rdenes. Cuando las recibe, su respuesta es fulminante: clava los tacos en el suelo como quien clava una zarpa, mide las distancias sin mover un m¨²sculo y se lanza al cruce sin titubear. Su comportamiento, tan previsible y puntual como el de un sabueso, es en s¨ª mismo una garant¨ªa de seguridad. Con ¨¦l, Del Bosque se ha puesto el tranquilizante que necesitaba.
En Xabi Alonso la Real ha encontrado una especie de afinador del juego. Como algunos de los grandes directores de orquesta, no tiene precisamente un porte atl¨¦tico: calza botas de claqu¨¦ y se esconde en una figura ligera y recortada. Luego, cuando el equipo se estira, su estilo le hace grande. Tiene esa capacidad de anticipaci¨®n que permite procesar la maniobra con un segundo de ventaja, maneja el bal¨®n con el toque sonoro y exacto de los plateros y es capaz de transmitir la malicia que convierte cualquier pase en una mala pasada.
Vicente, en cambio, es uno de esos solistas que parecen caminar sobre el alambre. Corre la l¨ªnea de banda con el temblor de un funambulista, pero la fragilidad de su zancada s¨®lo es una forma de guardar las apariencias. En realidad, su carril es un ferrocarril, un camino sinuoso y preciso con dos ¨²nicos destinos posibles: el bander¨ªn de c¨®rner o, preferiblemente, el palo.
Sus dos colegas, Pav¨®n y Alonso, tienen el perfil acad¨¦mico de los futbolistas de escuela. Vicente es puro instinto.
A ¨¦l, como a Mar¨ªa Dolores, Dios le ha dado la gracia del Cielo.
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