Empujones, tensi¨®n, gritos y la prensa como objetivo
El partido contra Osasuna. Primer partido desde que alguien expandi¨® el rumor -en Madrid, donde se emiti¨® el rumor, ya se habla abiertamente de la Junta-, de que unos jugadores la liaron con cuatro se?oritas de Cuenca. Si bien cuesta imaginar en Cuenca a cuatro cul¨¦s. Se ignora cual ser¨¢ el estado de ¨¢nimo de la afici¨®n ante este partido. Es decir, c¨®mo habr¨¢ cristalizado el rumor. Voy para all¨¢.
Ya estoy all¨¢. A las puertas de acceso a tribuna -donde antes de cada partido se encuentra y ?dialoga? a pleno pulm¨®n el barcelonismo gore con el barcelonismo a¨²n-m¨¢s-gore-, se vocifera a gog¨®. El epicentro de los posicionamientos recae en un se?or que lleva unas braguitas y unos sostenes en la cabeza, y carga con un cartel en el que se lee 'aix¨° ¨¦s un puticlub', idea que va repitiendo en una conversaci¨®n rica en decibelios. Hay un momento de tensi¨®n con otro sector de vociferadores. Est¨¢n a punto de llegar a las manos. No llegan. Paralelamente, en otro sector de este improvisado increp¨¢dromo, varios usuarios tienen sus m¨¢s y sus menos con unos periodistas que intentan acceder al estadio. Entre la parroquia corre el rumor -luego desmentido-, de que alguien ha tocado la cara a un periodista. Cuando llego a esa Zona Cero, ya no hay mal rollo, sino unas viejecitas encantadoras. Le pregunto a una se?ora de ¨¦sas por lo que ha pasado. Me pregunta si soy periodista. Luego se transforma en the incredible madre de Tamara, carga la rec¨¢mara de su bolso y me dice 'que t'ho expliqui ta mare'. Y, en efecto, me ir¨ªa corriendo con mi mam¨¢.
Interior estadio. Pancartas peque?as, con ideas que cuesta leer. Igual son tambi¨¦n ideas peque?as. Se retiran algunas por malsonantes. Es decir, que son tan cutres que suenan. Durante todo el encuentro permanece desplegada una en la que se lee '-follar +jugar'. Un se?or cabreado carga en todo el partido con una mu?eca hinchable, en lo que, se supone, es un homenaje a la supuesta farra de Madrid. Hay muchos chicos de seguridad. Me dicen que en el hotel en el que estaba el Bar?a jam¨¢s ha habido tanta seguridad como hoy. Se pita al Bar?a en el calentamiento. Se pita al Bar?a cuando sale a jugar. Los pitidos llenan el estadio a¨²n m¨¢s, pues no suena por megafon¨ªa el himno. Por un fallo t¨¦cnico (sic). Se inicia un partido Zzzzzz, con espor¨¢dicas pitadas, pitadas cuando acaba la primera parte, y pitadas cuando empieza la segunda. Con el gol de Osasuna se produce una pa?olada, ese mito barcelonista de tragedia griega que est¨¢ esperando un Freud que explique qu¨¦ patolog¨ªa ilustra. Y contra qui¨¦n. El sector Boixos Nois pierde la fe en el futuro. Vac¨ªan varios extintores. La humareda es terrible. Finaliza un partido crispado, en un club crispado, copado por la crispaci¨®n. La crispaci¨®n es tal vez el ¨²nico proyecto de una manera de entender el Bar?a que ya estaba agotada cuando lo del mot¨ªn del Hesperia, primera crisis del nu?ismo. Y que, en el ¨²ltimo caso Hesperia, sigue siendo el proyecto vigente. Entre un Hesperia y otro, el Bar?a se est¨¢ transformado en un club de f¨²tbol, con directiva de club de f¨²tbol y p¨²blico de club de f¨²tbol. Minutos despu¨¦s de finalizar el partido, de hecho, un p¨²blico de estadio intenta acceder a la tribuna donde est¨¢ la directiva de un estadio. Empujones, tensi¨®n, gritos. Ahora contra los periodistas y contra la directiva. Cosas raras en lo que antes era un club raro.
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