EE UU impulsa una reforma para vigilar el rendimiento de los alumnos
Colegios y profesores recibir¨¢n penalizaciones y premios seg¨²n los resultados
Alos grandes males de la ense?anza p¨²blica primaria y secundaria en Estados Unidos, el presidente George W. Bush ha impuesto dr¨¢sticos remedios 'para que ning¨²n ni?o se quede atr¨¢s'. La Ley de Reforma de la Educaci¨®n Primaria y Secundaria (ESEA) que acaba de aprobarse tiene dos objetivos: eliminar la enorme disparidad en los niveles de educaci¨®n entre los 50 Estados y desterrar el llamado sistema de 'ascenso social' de los alumnos, basado en la filosof¨ªa de lo pol¨ªticamente correcto, que eleva a los ni?os de curso sin tener en cuenta su rendimiento y sin exigir responsabilidades a los educadores. A partir de ahora, o se demuestran resultados o el gobierno federal cierra primero el grifo del dinero y a continuaci¨®n los colegios que no den la talla.
El peso caer¨¢ sobre los hombros de los maestros a los que se medir¨¢ su capacitaci¨®n
No se introducen variaciones en los planes de estudios ni en las asignaturas
Por primera vez en 37 a?os, EEUU va a exigir ex¨¢menes anuales de matem¨¢ticas y lectura en los grados tercero a octavo (de 7 a 12 a?os) para medir el rendimiento y progreso de los alumnos. Las pruebas ser¨¢n standard en todos los Estados con el fin de comparar los niveles, que hoy por hoy son tan distintos que las excelentes notas de un ni?o en Dallas pueden equivaler a un suspenso en Boston, por ejemplo. La disparidad se explica porque al ser la educaci¨®n una competencia de los Estados, cada uno establece sus propios planes de estudio y sus sistemas de control de calidad en la ense?anza.
Paul Reville, director del centro Pew de la facultad de educaci¨®n de la Universidad de Harvard, opina que al uniformar el sistema para medir el aprendizaje 'se ha dado un paso hacia adelante en la direcci¨®n correcta'. La Federaci¨®n Nacional de Maestros (que representa a 800.000 en centros urbanos) est¨¢ de acuerdo con Reville, sin embargo la Asociaci¨®n Nacional de la Educaci¨®n, que representa a dos millones de maestros en ¨¢reas m¨¢s bien rurales, cree que las pruebas anuales en dos asignaturas empobrecen el plan de estudios.
Par¨¢metros de evaluaci¨®n
La reforma impulsada por Bush no es estructural, s¨®lo establece par¨¢metros de evaluaci¨®n con los que pretende lograr un cierto grado de homogeneidad en la ense?aza. No introduce variaciones en los planes de estudios ni cambia las asignaturas o contenidos, aunque indirectamente trata de fomentar el aprendizaje de ciertos valores. Por ejemplo incentiva las clases de historia 'tradicional' americana concediendo fondos adicionales a los colegios que se comprometan a darlas.
Los ex¨¢menes de los alumnos servir¨¢n tambi¨¦n de baremo para evaluar la calidad del propio centro escolar. Los que no mejoren los resultados en dos a?os recibir¨¢n una especie de amonestaci¨®n y los alumnos podr¨¢n cambiare a otro colegio p¨²blico mejor o solicitar un tutor pagado por el gobierno local. Si vuelven a fracasar, al cabo de cuatro a?os las autoridades educativas pueden ordenar el cierre del centro o la renovaci¨®n parcial o total de la plantilla.
El peso de la reforma cae sobre los hombros de los maestros. Seg¨²n los cambios aprobadados, se les va a medir no s¨®lo por los resultados de sus alumnos sino que tendr¨¢n que someterse a una serie de pruebas de capacitaci¨®n. Los profesores que no las hayan superado en el a?o 2005 estar¨¢n sujetos a disciplina laboral, incluyendo en teor¨ªa el despido. Pero llevar esto a la pr¨¢ctica es dif¨ªcil por dos razones: la presi¨®n de los sindicatos y la cr¨®nica escasez de docentes, se?ala Janet Bass, portavoz de la Federaci¨®n Nacional de Maestros, que apoyan la reforma de Bush. (En California, por ejemplo, necesitan contratar otros 300.000 profesores en los pr¨®ximos 10 a?os).
Desde 1965, los sucesivos intentos a nivel federal de mejorar la ense?anza pueden calificarse como desastrosos. A pesar de que el gobierno de Washington ha inyectado 200.000 millones de d¨®lares a los presupuestos de educaci¨®n de los Estados, actualmente casi el 70% de los estudiantes del cuarto curso de primaria (ocho a?os) en zonas urbanas no alcanzan el nivel b¨¢sico de lectura, y los alumnos del ¨²ltimo a?o de secundaria (de 12 a?os) van detr¨¢s de los de Chipre y Sud¨¢frica en matem¨¢ticas.
El 7% de los presupuestos
La ley que introduce esta reforma educativa destina 26.500 millones de d¨®lares (unos 30.000 millones de euros) para este a?o escolar, lo que representa un aumento de 8.000 millones de d¨®lares (unos 9.000 millones de euros) con respecto al a?o anterior. Tambi¨¦n destina otros 1.000 millones de d¨®lares (1.130 millones de euros) adicionales exclusivamente para clases de lectura.
Pero la contribuci¨®n federal s¨®lo representa un 7% de los presupuestos de educaci¨®n de cada estado, y de ah¨ª se derivan las dudas sobre el impacto que realmente puede tener.
La Organizaci¨®n Nacional de Directores de Colegios (que tiene alrededor de 14.000 miembros) se opone a la reforma porque considera que no es justo que con una aportaci¨®n tan peque?a por parte de Washington, el Gobierno central imponga tantas exigencias, que, seg¨²n consideran los miembros de esta organizaci¨®n, son m¨¢s ruido pol¨ªtico que una verdadera reestructuraci¨®n de la educaci¨®n norteamericana.
La 'venta pol¨ªtica' de los cambios educativos
La reforma de la educaci¨®n impulsada en EE UU es, ante todo, muy vistosa pol¨ªticamente y sin grandes riesgos. Una victoria para el presidente George W. Bush que hizo de la educaci¨®n su principal promesa electoral y el tema que quer¨ªa inicialmente convertir en s¨ªmbolo de su presidencia. De ah¨ª la campa?a de mercadotecnia que ha acompa?ado a la votaci¨®n de la ley en el Congreso, dando la sensaci¨®n de que se trata de una reforma mucho m¨¢s amplia de lo que es en realidad. Ciertos sectores cr¨ªticos ven, adem¨¢s, segundas intenciones tras el loable objetivo de que 'ning¨²n ni?o se quede atr¨¢s'. Apuntan a dos fines puramente mercantilistas. El primero es la presi¨®n del estamento empresarial, tan vinculado a la presidencia de Bush, de crear una fuerza laboral de base globalmente competitiva. Y el segundo es m¨¢s siniestro: favorecer a la industria editorial de libros escolares fomentando la lectura, y a la de los ex¨¢menes anuales (para los que el Gobierno contrata a empresas especializadas). Tanto unos como otros, sin duda se van a hacer de oro.
La revista
The Nation
iba recientemente m¨¢s all¨¢ vinculando la 'revoluci¨®n educativa' de Bush a las ganancias de su ¨ªntimo amigo de la infancia, Harold McGraw-Hill, propietario de una de las llamadas Big Three -McGraw Hill, Houghton-Mifflin y Harcourt General-, todas empresas dedicadas a la publicaci¨®n de libros escolares y confecci¨®n de ex¨¢menes. Esas cr¨ªticas nunca llegaron a tener eco en el Congreso, donde Bush logr¨® recavar el apoyo de ambos partidos, republicano y dem¨®crata, e incluso el del senador ultraliberal Ted Kennedy. Y con ello, no s¨®lo desarm¨® la maquinaria cr¨ªtica, sino que se ha podido atribuir el cumplimiento de otra segunda promesa electoral: cambiar el habitual tono en Washington de tirarse a la yugular del oponente. Pero la verdadera novedad pol¨ªtica de la ley reside en que el Gobierno federal asume un mayor control de la educaci¨®n, que hasta ahora hab¨ªa sido una competencia ¨ªntegramente en manos de los Estados. Implica un cambio de la filosof¨ªa republicana que por d¨¦cadas ha favorecido la descentralizaci¨®n total mientras que los dem¨®cratas, la izquierda, han abogado tradicionalmente por lo contrario.
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