El misterioso fin de un m¨²sico atormentado
La familia de Richey Edwards se niega a que se le declare muerto tras siete a?os desaparecido
Siete a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n, siguen las especulaciones sobre el paradero de Richey Edwards. El miembro de los Manic Street Preachers abandon¨® el hotel londinense donde el grupo esperaba salir rumbo a Estados Unidos, visit¨® su piso de Cardiff y abandon¨® su coche cerca de un r¨ªo, en el puente preferido por los suicidas de la zona, en el l¨ªmite entre Gales e Inglaterra. Era el 1 de enero de 1995 y nada m¨¢s se ha vuelto a saber del m¨²sico. Edwards dej¨® atr¨¢s el pasaporte, las tarjetas de cr¨¦dito, los poemas y el Prozac. Los Manic Street Preachers siguen depositando en una cuenta su salario.
Justo antes de esfumarse se hab¨ªa cortado el pelo al cero y estaba irreconocible
No han faltado los seguidores m¨¢s o menos alucinados que aseguran haberse cruzado con el carism¨¢tico guitarrista gal¨¦s en Fuerteventura, Goa y diversas ciudades del Reino Unido. Naturalmente, todos los rumores fueron investigados por la polic¨ªa y por detectives privados, sin resultados.
Seg¨²n la ley brit¨¢nica, una persona desaparecida puede ser declarada oficialmente muerta tras pasar siete a?os, aunque no se haya encontrado su cad¨¢ver. Su familia se niega a iniciar ese tr¨¢mite, indispensable para acceder a una cantidad considerable, que crece constantemente: los Manic Street Preachers, ahora reducidos a tr¨ªo, le reconocen como inspiraci¨®n ideol¨®gica y depositan en una cuenta la cuarta parte de sus regal¨ªas discogr¨¢ficas, como si Richey (Blackwood, 1967) continuara escribiendo letras para ellos, igual que en sus tres primeros discos. Con la misma fe en una posible reaparici¨®n, los padres y la hermana del m¨²sico se han negado a que la tragedia se convierta en un argumento cinematogr¨¢fico.
La fantas¨ªa de la estrella del rock que abandona todo para entrar en el anonimato es recurrente, tanto en literatura como en la mitoman¨ªa de artistas muertos en misteriosas circunstancias: se aplic¨® a Jim Morrison, cantante de The Doors, e incluso a Elvis Presley. En el caso de Edwards, su personalidad atormentada y nihilista abre todas las posibilidades. El ¨²ltimo en incorporarse a los Manic Street Preachers, pronto destac¨® por su magnetismo personal y la fuerza de sus convicciones, forjadas en los ideales del punk rock y en sus estudios de historia pol¨ªtica. El radiofonista Steve Lamaq, entonces colaborador del semanario New Musical Express, convers¨® con el grupo en 1991 y puso en duda sus declaraciones anticapitalistas y la profundidad de sus creencias; picado, Edwards sac¨® una hoja de afeitar y se grab¨® en su antebrazo el lema '4 real' (es decir, 'en serio' o 'de verdad').
?sa no fue la ¨²nica carnicer¨ªa. Edwards, que sufri¨® de anorexia, usaba objetos punzantes para lacerarse, tanto para mandar mensajes al mundo como para castigarse por no vivir de acuerdo con sus c¨®digo -en Tailandia, se dio una decena de tajos en el pecho tras haber cedido a la tentaci¨®n de las prostitutas de Bangkok-. Se reconoci¨® como alcoh¨®lico e intent¨® curarse en The Priory, el establecimiento de Rohehampton que rehabilita a ricos y famosos; dado que sus habilidades con la guitarra r¨ªtmica eran m¨ªnimas, su ausencia no afect¨® al grupo, que actu¨® sin ¨¦l.
Aunque el cuarteto grab¨® la Suicide is painless (El suicidio no duele), la ir¨®nica canci¨®n de la pel¨ªcula MASH, Edwards rechaz¨® reiterada y p¨²blicamente la idea del suicidio. Admiraba a Kurt Cobain, Yukio Mishima, Sylvia Plath, Guy Debord, Ian Curtis y otros ilustres que se quitaron la vida. Al mismo tiempo, proclamaba su respeto por escritores como Arthur Rimbaud y J. D. Salinger, capaces de dar un giro total a su existencia para desaparecer de la vida p¨²blica.
Justo antes de esfumarse, Edwards se hab¨ªa cortado el pelo al cero y estaba irreconocible. As¨ª apareci¨® en la revista japonesa Music Life, que le entrevist¨® una semana antes y le fotografi¨®, en pijama, delante de un cartel de Apocalypse now, con la imponente cara de Brando / Kurtz.
All¨ª hablaba de despojarse de todo lo que no era esencial, de tirar letras inacabadas al r¨ªo. Se reconoc¨ªa enamorado ('pero no he sido capaz de dec¨ªrselo a ella, s¨®lo nos hemos besado una vez'), insist¨ªa en que hab¨ªa renunciado a la bebida y que los Manic Street Preachers ten¨ªan mucha m¨²sica por delante.
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