'Colocones' a nueve euros
J¨®venes que beben alcohol barato en la calle dejan tras de s¨ª un rastro de basura, orines y destrozos en el mobiliario urbano
'Bebidas d¨ªa y noche'. A las 22.30 del viernes, hay que hacer cola para poder entrar en un negocio de alimentaci¨®n de la calle Argensola, en pleno centro de Madrid. Cerca de treinta j¨®venes superan el aforo de esta peque?a tienda regentada por dos mujeres chinas que no dan abasto con las bromas de los chicos. '?Ll¨¦vate el pan, ll¨¦vate el pan!', se oye gritar a uno de los que esperan en la puerta. Su amigo, que acaba de conseguir franquear la puerta, obedece y alarga p¨ªcaro la mano hacia el escaparate para despu¨¦s pasar disimuladamente a su compa?ero la ¨²ltima barra de pan que queda en el negocio. Las dependientas se dan perfecta cuenta del peque?o hurto, pero no le dan la menor importancia. Saben que en cuanto llegue su turno, el joven ladr¨®n les pagar¨¢ por algo mucho m¨¢s costoso: todo lo necesario para hacer un botell¨®n.
'Los bares de copas son caros y est¨¢n tan llenos de gente que no se puede ni hablar'
La Polic¨ªa Municipal de Madrid actu¨® el viernes por primera vez contra el 'botell¨®n'
En sus fiestas callejeras, los j¨®venes prefieren tres tipos de bebidas f¨¢cilmente clasificables por su contenido alcoh¨®lico y por su precio. La mayor¨ªa opta por los combinados de bebidas de alta graduaci¨®n (whisky, vodka, ron) mezclados con refrescos, lo que, junto con vasos de pl¨¢stico (tubos) y una bolsita de cubitos de hielo cuesta alrededor de 9 euros (1.500 pesetas). Para econom¨ªas m¨¢s precarias, siempre existe la posibilidad de hacerse unos minis de calimocho (vino con coca cola) o de recurrir a la ya cl¨¢sica litrona de cerveza. Un vaso de litro, la misma bolsita de hielos, un tretra brik de vino pele¨®n y dos litros de refresco cuestan s¨®lo 3 euros (500 pesetas). El litro de cerveza est¨¢ a un poco m¨¢s de 1 euro.
Una vez realizada la compra, comienza la dif¨ªcil tarea de encontrar un sitio c¨®modo para consumirla. En esta zona de Madrid, son tres las plazas donde desde hace dos a?os vienen reuni¨¦ndose estos chicos: la de Santa B¨¢rbara, la de la Villa de Par¨ªs y la de las Salesas. S¨®lo las dos ¨²ltimas se salvaron el viernes por la noche de la primera operaci¨®n de la Polic¨ªa Municipal de Madrid contra el botell¨®n. En la de la Villa de Par¨ªs, unas 2.000 personas re¨ªan, gritaban y daban buena cuenta de todo lo que acaban de comprar.
No es s¨®lo el precio de las copas en los locales de moda lo que impulsa a los j¨®venes a realizar sus botellones. 'Es cierto que as¨ª gastamos menos, pero en realidad no se trata s¨®lo de beber', explica una joven estudiante que no quiere desvelar su edad entre sorbito y sorbito de whisky con cola. 'Los bares est¨¢n hasta arriba de gente y no se puede ni siquiera hablar. Aqu¨ª estamos muy a gusto, y encima podemos hasta jugar', afirma mientras muestra una peque?a pelota de tela.
El juego es una constante en el botell¨®n, sobre todo entre los que comienzan a sentir los efectos del alcohol. Dos chicos de unos 20 a?os utilizan los cubitos de hielo como pelotas de tenis y sus manos como raquetas. Otro grupo prefiere el tiro al blanco: colocan las botellas y vasos vac¨ªos sobre un contenedor de basura mientras lanzan cubitos a unos metros de distancia. Ninguno muestra ning¨²n reparo en gritar de alegr¨ªa cada vez que acierta. Hacia la una de la ma?ana deciden dejar en paz las botellas y la emprenden directamente con el contenedor a patadas de kung-fu mientras la polic¨ªa toma nota de ello.
Los agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa que est¨¢n encargados de la vigilancia del Tribunal Supremo (cuya sede est¨¢ en esta plaza) est¨¢n hartos de la situaci¨®n. Aseguran que entre los j¨®venes que beben en la plaza hay 'verdaderos delincuentes juveniles'. 'Hace un rato, a las doce, hemos tenido que intervenir porque dos de estos chicos tan estupendos han intentado robar a otro amenaz¨¢ndole con un punz¨®n', explica ir¨®nico uno de ellos. Est¨¢n hartos de pasar fr¨ªo y de realizar una labor que no les corresponde, pero no se pueden quedar dentro del edificio vigilando por las c¨¢maras de seguridad. 'Se acercan a hacer sus necesidades a los coches oficiales y con las c¨¢maras no se distingue si hacen algo. Estos coches podr¨ªan ser objeto de un atentado', explica para, inmediatamente despu¨¦s, echar a dos chicas que, parapetadas tras un coche, le dan la raz¨®n.
Son precisamente las micciones y vomiteras, junto con el ruido y los destrozos en el mobiliario urbano las principales razones por las que protestan los vecinos. De un vistazo es f¨¢cil contar hasta 10 chicos que orinan a la vez en distintos puntos de la plaza, aprovechando su innata facilidad y la desinhibici¨®n que el alcohol les provoca. Las chicas lo tienen m¨¢s dif¨ªcil. Los bares de alrededor no est¨¢n dispuestos a prestar sus cuartos de ba?o a cientos de personas que no consumen, por lo que se ven obligadas a parapetarse entre los coches mientras alguna amiga vigila para que no se acerque nadie.
'Perdona, ?tienes papel?'. Un chico ha recorrido ya tres grupos de personas que no llevan o no le han querido dar lo que busca. El suelo est¨¢ lleno de cigarros abiertos a los que se les ha extra¨ªdo el tabaco, y muchos encienden sus mecheros sobre la palma de una de sus manos, pero son una minor¨ªa. 'La mayor¨ªa de la gente solo fuma', explica ?ngel, de 19 a?os, estudiante del primer curso de Derecho. 'Los que toman pastillas u otras cosas m¨¢s fuertes no suelen venir por aqu¨ª'.
'Pero, ?por qu¨¦ lloras, Mar¨ªa?' Y Mar¨ªa, llorando a l¨¢grima viva, responde: 'No lo s¨¦, de verdad que no lo s¨¦'. Son las 2.00, y comienzan a registrarse las primeras bajas. Otra chica sostiene a su amiga por la cintura mientras ¨¦sta, visiblemente borracha, se lleva los dedos a la boca para intentar provocarse el v¨®mito. ' ?Qu¨¦ has bebido?' le pregunta otra compa?era que se aproxima corriendo al ver la escena.
Hacia las 3.00 la gente comienza a abandonar la plaza para dirigirse a los bares de Alonso Mart¨ªnez, una de las zonas de copas m¨¢s visitadas de la capital. Una hora m¨¢s tarde s¨®lo quedan en la plaza cinco grupos aislados; los dem¨¢s han desaparecido. La inmensa mayor¨ªa no ha recogido lo que trajo, dejando tras de s¨ª un paisaje desolador: cristales rotos, vasos, bolsas, tetra briks de vino, botellas medio vac¨ªas... Un joven mendigo silba. ?l las ve medio llenas.
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