La alternativa
El Foro Social de Porto Alegre ha conseguido ya un ¨¦xito indiscutible: romper el principio TINA (there is not alternative). Durante una d¨¦cada el mundo ha vivido sometido a la creencia de que no hab¨ªa alternativa, de que el proceso de globalizaci¨®n era imparable y no se pod¨ªa hacer de otra manera. Que es imparable es algo que ya ni siquiera los equ¨ªvocamente llamados movimientos antiglobalizaci¨®n cuestionan. Las nuevas pr¨®tesis tecnol¨®gicas dan al hombre (al que puede) la posibilidad de pasearse y comunicarse por la Tierra con mucha mayor facilidad que antes. Toda reacci¨®n que pretenda dar marcha atr¨¢s a la globalizaci¨®n no ser¨ªa m¨¢s que un nuevo episodio de la eterna querella entre antiguos y modernos. Y ya se sabe que siempre son los modernos los que acaban imponiendo su ley, aunque la resistencia de los antiguos sirva a veces para neutralizar los excesos. Berl¨ªn ha explicado mejor que nadie los beneficios de la reacci¨®n rom¨¢ntica a la eclosi¨®n de la Ilustraci¨®n, por ejemplo.
Lo que est¨¢ en cuesti¨®n no es, pues, el hecho de la globalizaci¨®n, sino el modo de llevarla a cabo: la idea -que constituye el motor de la ideolog¨ªa dominante- de que la globalizaci¨®n s¨®lo puede hacerse como se est¨¢ haciendo, es decir, reconociendo al capital financiero una capacidad normativa incontestable y relegando al poder pol¨ªtico a la funci¨®n de desbrozar los terrenos para la m¨¢s libre y caprichosa circulaci¨®n del dinero. Cuando no hay alternativa no hay pol¨ªtica. Porque, como ha escrito Beatriz Sarlo a prop¨®sito de la crisis argentina, 'la pol¨ªtica ha perdido capacidad de sumar intereses y perspectiva, es decir: ha perdido la capacidad de construir bloques de identificaci¨®n y carece de todo potencial imaginario'. El ¨²nico programa que ocasionalmente moviliza a la ciudadan¨ªa es la defensa de los intereses inmediatos de cada uno. Y estas crisis de rechazo -o de desesperaci¨®n-, como dice Sarlo, no tienen que hacernos entrar 'en la enso?aci¨®n optimista, creyendo que en cada barrio de capas medias hay una resistencia que f¨¢cilmente puede convertirse en movilizaci¨®n transformadora'. Cunde el descr¨¦dito de lo p¨²blico y la indiferencia. Y en este oc¨¦ano el dinero es la medida de todas las cosas, porque es el ¨²nico criterio de objetivaci¨®n disponible.
Porto Alegre tiene el valor de visualizar la voluntad de alternativa. Es decir, de explicar al mundo que hay gente que se niega a aceptar que el camino lo marque exclusivamente el dinero. Y tiene tambi¨¦n la virtud de devolver la pol¨ªtica al primer plano, precisamente cuando los gobernantes conservadores -y no tan conservadores- cre¨ªan haber erradicado ya este estorbo, por lo menos en el Primer Mundo. A partir de aqu¨ª todo es confuso y es dif¨ªcil separar el grano de las nuevas ideas y los nuevos movimientos de la paja de la ret¨®rica de algunos antiguos combatientes, reanimados al ver que un nuevo fantasma recorre el mundo. La tentaci¨®n de la enmienda a la totalidad pervive en algunos nost¨¢lgicos del izquierdismo que se resisten a aprender que ¨¦sta es la mejor manera de que no cambie nada, 'de paralizar los esfuerzos de los que quieren construir una acci¨®n, de destruir la idea misma de comprometerse en una relaci¨®n conflictiva con otros actores', como ha escrito Michel Wieviorka. La distinci¨®n entre globalizados (los de Porto Alegre) y globalizadores (los de Davos) nos retrotrae al discurso redentor de las vanguardias y a las dial¨¦cticas simplistas de buenos y malos, y perfila el mito de un nuevo sujeto hist¨®rico del cambio, que se atribuye una representatividad que la inmensa mayor¨ªa de los globalizados no le ha dado. Aunque la parte maldita, la tendencia del presidente Bush a parapetarse tambi¨¦n en el simplismo ideol¨®gico -quien no est¨¢ conmigo est¨¢ contra m¨ª-, contribuya a normalizar esta ret¨®rica, vestida de emancipadora, del amigo y el enemigo.
La uni¨®n hace la fuerza y en la acumulaci¨®n primitiva de personal movilizado no hay que ser demasiado escrupuloso con los aliados, o por lo menos eso dice el cinismo estrat¨¦gico para la revoluci¨®n as¨ª como para la gran coalici¨®n, pero en el amplio panel de Porto Alegre no todo es izquierda social emancipatoria. Tambi¨¦n hay buenos dosis de pasado: comunismo irredento, corporativismo, nacionalismo de terru?o, proteccionismo al servicio de Arcadias imposibles. Material ideol¨®gico de derribo para un monumento a los reaccionarios de cada casa.
De momento, sin embargo, lo importante es que Porto Alegre est¨¢ ah¨ª para significar que las cosas se pueden hacer de otras maneras. Y que hay gente dispuesta a resistir a las imposiciones que se presentan como realidades incuestionables. El empe?o de los m¨¢s l¨²cidos ha permitido entrar en el terreno de las propuestas concretas. Y es bueno que la voz del pensamiento cr¨ªtico no se pierda en discursos teol¨®gico-pol¨ªticos, a los que la vieja izquierda es muy dada, en un momento en que el pensamiento conservador ha derivado hacia una verdadera metaf¨ªsica idealista de mercado.
Y si Porto Alegre est¨¢ ah¨ª y la prensa le hace caso es porque la percepci¨®n de que el unilateralismo global no es la mejor v¨ªa est¨¢ cundiendo. Ha llegado incluso a la otra cumbre, la de Davos-Nueva York. La que re¨²ne a las ¨¦lites del sistema global, en la que no consta que se haya o¨ªdo una m¨ªnima voz de autocr¨ªtica del FMI despu¨¦s de la cadena de desastres acumulados por sus pol¨ªticas impuestas (en Argentina, por ejemplo), que, en palabras de Joseph Stiglitz, 'han socavado a las democracias emergentes', con el consentimiento de todos los garantes del orden global. Resulta realmente penoso que tengan que ser voces como la de Bill Gates o la de Georges Soros, y no las de los dirigentes pol¨ªticos -con muy pocas excepciones-, las que adviertan de los riesgos del camino emprendido. Al fin y al cabo, lo que ellos, los que m¨¢s poder globalizador tienen, est¨¢n pidiendo es simplemente pol¨ªtica. Es decir, que alg¨²n poder -y s¨®lo puede ser el pol¨ªtico- vele por los intereses generales, que ellos ya velan por los suyos. Se dir¨¢ que en la boca de estos dos hiperglobalizadores es cinismo. Puede que sea simplemente ego¨ªsmo del que sabe que la voracidad globalizadora dejada a su suerte s¨®lo puede conducir al caos. En cualquier caso, el rid¨ªculo es para los pol¨ªticos, tan entregados al poder normativo del dinero que son incapaces de defender lo suyo: la pol¨ªtica. Y despu¨¦s se quejan de que la gente les pierda el respeto y tenga pereza a la hora de ir a votar.
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