Presupuesto de guerra
El proyecto de presupuesto federal para el a?o fiscal 2002-2003, que ha enviado Bush al Congreso, resulta preocupante para el resto del mundo y en particular para los europeos. La enorme inyecci¨®n de gasto militar, no conocida desde los a?os de Reagan -48.000 millones de d¨®lares adicionales, para alcanzar la escalofriante cifra de 366.000 millones-, lo asemeja a un presupuesto de guerra. Es un extra?o ejercicio de keynesianismo militar, una forma de subvencionar las industrias de punta, a costa de congelar o incluso reducir los gastos sociales, por ejemplo en vivienda.
Para Bush, las partidas de defensa y seguridad no son negociables, y con el ambiente imperante en EE UU no es probable que los dem¨®cratas las reduzcan a su paso por el Congreso. Estos gastos reflejan la intenci¨®n norteamericana de mantener su supremac¨ªa militar durante las pr¨®ximas dos d¨¦cadas, y ser capaz de intervenir sin tener que apoyarse en unos aliados que se pueden quedar tan retrasados en t¨¦rminos tecnol¨®gicos como para hacer imposible operaciones realmente conjuntas, o que la OTAN funcione en t¨¦rminos operativos. Es un signo m¨¢s de esa tendencia hacia un unilateralismo global, acentuado en el discurso del estado de la naci¨®n en el que Bush acu?¨® el 'eje del mal' formado por Ir¨¢n, Irak y Corea del Norte, formulaci¨®n que ha despertado preocupaci¨®n no s¨®lo en los Estados a los que apunta la advertencia, sino en Europa y Rusia. En estos momentos hay claras tensiones en la Administraci¨®n de Bush respecto a la intervenci¨®n militar en Irak, que podr¨ªa tener un efecto desestabilizador, mientras que la inclusi¨®n de Ir¨¢n en este eje puede reforzar a los inmovilistas en Teher¨¢n. Bush se equivocar¨ªa si llegara a creer que, adem¨¢s de hegem¨®nico o preeminente, EE UU puede ser omnipotente. La lucha contra el terrorismo requiere tanto medios nacionales como cooperaci¨®n internacional.
La gran excusa para proponer tal aumento del gasto militar ha sido el 11-S. Pero muchos de los planes de Bush para el dominio militar del espacio, los sistemas antimisiles y otros desarrollos eran ya parte del programa de esta Administraci¨®n tan ligada al 'complejo industrial-militar' antes del ataque contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono. El 11-S ha supuesto un cambio en la percepci¨®n de los fallos en la seguridad interna de EE UU, cuyos gastos se van a doblar. Se pone ¨¦nfasis en desarrollar las defensas contra los ataques bioterroristas, potenciando la fabricaci¨®n y almacenamiento de vacunas y ant¨ªdotos en grados nunca vistos antes. En una sociedad en la que ha entrado el miedo, casi nadie discutir¨¢ a Bush estas medidas -envueltas en la bandera nacional-, pese a que la seguridad total sea una quimera. Se necesitar¨¢n no s¨®lo d¨®lares, sino grandes habilidades organizativas para poner a trabajar juntas las diversas agencias encargadas de la seguridad interna, a cuyo frente podr¨ªa situarse un militar que compitiera con el jefe de la Oficina de la Defensa Interna, Thomas Ridge.
Con este presupuesto se acent¨²a la entrada de EE UU en una situaci¨®n de d¨¦ficit, tras los cuatro a?os de super¨¢vit de la segunda presidencia de Clinton, lo que puede encarecer los tipos de inter¨¦s en EE UU y, como consecuencia, en el resto del mundo, ya que Bush sigue empe?ado en reducir los impuestos, asim¨¦tricamente, en 1,3 billones de d¨®lares en 10 a?os. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, ha criticado discretamente estas propuestas, que marcan un cambio de rumbo para un pa¨ªs que quiere reforzar su condici¨®n de ¨²nica hiperpotencia.
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