Parodia, pastiche y posmodernidad
Con esta larga novela de t¨ªtulo tan par¨®dico como severo -por tanto poco posmoderno- como ¨¦ste de Los estados carenciales, ?ngela Vallvey, hasta ahora conocida como poeta (con dos poemarios muy serios), autora tambi¨¦n de tres libros narrativos para adolescentes y de dos novelas 'normales', m¨¢s breves y vacilantes, aunque significativas (y todo ello publicado en poco m¨¢s de un lustro) se ha decidido por fin a ense?ar toda la panoplia de sus armas literarias y culturales, lo que al final le acaba de proporcionar un Premio Nadal quiz¨¢ menos inesperado (y hasta merecido) de lo que podr¨ªamos suponer. Leer este libro no es dif¨ªcil, pues su humor y desgarro prevalecen ampliamente sobre sus dotes expresivas propiamente dichas; pero entenderlo en toda su complejidad es algo mucho menos sencillo, dadas las bases culturales en las que se apoya, que son desde luego bastante considerables. No es una gran novela, desde luego, aunque merecer¨ªa serlo por el empe?o y ambici¨®n que su autora ha empleado en construirlo; pero tampoco es una novela despreciable, pues est¨¢ trufada de contenidos culturales de primera magnitud, que contrapesan la deliberada simpleza de sus recursos expresivos. En resumen, es algo m¨¢s que una novela posmoderna al uso, aunque no llega a ser una novela intelectual del todo, y me gustar¨ªa que estas afirmaciones no traspasaran los l¨ªmites de la descripci¨®n, sin m¨¢s, pero tambi¨¦n sin menos, claro.
LOS ESTADOS CARENCIALES
?ngela Vallvey Destino. Barcelona, 2002 366 p¨¢ginas. 17,90 euros
Empezar una novela cuyo
protagonista se llama Ulises, su mujer Pen¨¦lope y su hijo Tel¨¦maco es como para echarse a temblar, si no fuera porque la parodia es el mejor recurso para salvar los trastos de la quema. ?ngela Vallvey lo sabe muy bien, pues ya lo utiliz¨® en sus dos novelas anteriores, A la caza del ¨²ltimo hombre salvaje y V¨ªas de extinci¨®n, divertidas y originales, aunque estropeadas por su tendencia a la inverosimilitud y su artificial marginalidad. Para no caer en los mismos errores, aunque sin cambiar de trayectoria, en esta nueva y m¨¢s importante ocasi¨®n se apoya en la b¨²squeda de la felicidad y la parodia de los libros de autoayuda (que ya son de por s¨ª verdaderas parodias de libros). Para lo primero se apoya en Schopenhauer -esto es, en el pesimismo m¨¢s severo- que le proporciona la intraestructura, y que adem¨¢s viene apuntalado a su vez por una serie de citas de los autores m¨¢s cl¨¢sicos del tema, Arist¨®teles, S¨¦neca, Ovidio Di¨®genes Laercio, Plutarco, Chamfort, Cicer¨®n y as¨ª sucesivamente, para que no la acusen de ligereza ni de superficialidad con toda esta p¨®lvora pesada a sus espaldas, para no gastarla en salvas.
Pues aqu¨ª se le da la vuelta a todo enseguida: Pen¨¦lope (triunfante dise?adora de modas) ha abandonado a Ulises (pintor con cierto ¨¦xito) dej¨¢ndole a Tel¨¦maco en los brazos para que contin¨²e sus viajes en torno a una imaginaria Academia privada de autoayuda en la que una serie de personajes debaten sobre c¨®mo alcanzar la felicidad -mientras la van derrochando sin parar con sus vidas- y todo ello dirigido por un rico mecenas marido de Valentina, la madre de Pen¨¦lope, que lleva el curioso nombre de Viliulfo Alberola, alias Vili, quien ser¨¢ adem¨¢s el autor de la 'eudemonolog¨ªa' final que clausura el libro: un 'tratado sobre la vida dichosa', como la calific¨® Schopenhauer en Parerga y Paralip¨®mena, e insisto en ¨¦l otra vez porque es el autor que inspira la divisi¨®n de esta novela en sus tres partes fundamentales: 'Lo que representamos', 'lo que tenemos' y 'lo que somos'. Como se ve, demasiada construcci¨®n subterr¨¢nea -aunque poco clandestina- para tanta 'deconstrucci¨®n' aparente como la que ofrece esta novela.
En la primera parte, la de la 'representaci¨®n' se yuxtaponen varias escenas en torno a los pobladores de esta 'Academia', cuyas aventuras desgranan pocos sucesos y di¨¢logos abundantes, pero en las que se explayan los procedimientos expresivos que desembocan en un panorama desgarrado, expresionista y disparatado. En la segunda, 'lo que tenemos', la historia se centra en Pen¨¦lope, y entre sus disparates contamos con el mayor y m¨¢s deslumbrante de todos, la ordal¨ªa entre la protagonista, su madre y las 'tres gracias' -Eufrosina, Aglae y Tal¨ªa- con su esperp¨¦ntico strip-tease en torno a una imposible liposucci¨®n del monte de Venus de una de ellas, el colmo, aunque al menos aqu¨ª hayan desaparecido ya todas las citas. Y en la tercera, 'lo que somos', volvemos a las aventuras de Ulises que culmina sus viajes, tras el ¨¦xito de una exposici¨®n de su obra, otra vez en la cama con Pen¨¦lope y d¨¢ndole la vuelta a un final ('s¨ª, quiero -dices-. S¨ª', que parodia el mon¨®logo de Molly Bloom en el Ulises de Joyce, aunque puesto esta vez en labios del hombre, pues aqu¨ª tambi¨¦n el feminismo al uso recibe lo suyo.
Como puede verse, dentro del disparate general y de su deliberado desprecio de toda suerte de estilos, ¨¦ste es un libro curioso, s¨®lido, bien pensado, donde hasta sus defectos han sido expresamente calculados, pues incluso en una cita de Cicer¨®n la escritora se autoadvierte de los peligros que corre: 'La felicidad no consiste en la alegr¨ªa, ni en la lascivia, ni en la risa o en la burla -que son compa?eras de la ligereza-, sino que reside muchas veces en una triste firmeza y constancia'. Y de paso, recomiendo su segundo libro de poemas, El tama?o del universo (Hiperi¨®n. Premio Ja¨¦n, 1998), basado en algunos cl¨¢sicos de la f¨ªsica, la astronom¨ªa y la geograf¨ªa, una preciosidad.
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