Patinajes
Pido disculpas a mis lectores por el patinazo en que incurr¨ª en mi columna anterior, al negar, por un exceso de soberbia que me impidi¨® consultar el diccionario, que existiera en castellano la palabra actuarialmente. Recibidos los tirones de orejas pertinentes, paso a hablar de otro tipo de patinaje, mucho m¨¢s art¨ªstico y en parejas.
Ver¨¢n, yo nunca sent¨ª por el dicho deporte m¨¢s inter¨¦s que el que he experimentado por la Operaci¨®n Triunfo. La final del concurso que ha encandilado a Espa?a (se me llena la boca: ?Espa?a!) me pill¨®, cuesti¨®n de prioridades, viendo La noche del cazador, en La 2, y reflexionando sobre lo acertada que estuvo Shelley Winters al permitir que Robert Mitchum la santificara, a pesar del desenlace funesto. Ya no quedan predicadores como aqu¨¦l, no me hubiera importado que en mis tiempos me dedicara unas misas.
Pero volvamos al patinaje art¨ªstico, que siempre me pareci¨® como de vieneses (por favor, que no me manden cartas los vieneses ni el embajador de Austria; a m¨ª me gustan mucho el vals, las costillas de cerdo ahumadas, y Sissi), igual que las competiciones de bailes de sal¨®n. Cre¨ªa yo que el evolucionar de dos en dos, y al un¨ªsono, por pistas heladas estaba desprovisto de morbo. Qu¨¦ error. Desde que los puritanos controlan el mundo y los mormones de Salt Lake City organizan los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno, ofreciendo seguridad y represi¨®n por el mismo precio, ando amorrada al televisor viendo las retransmisiones, y eso que las dan a altas horas, tratando de no perderme las posibles ligerezas de vestuario de los participantes, amenazadas hoy por la mano que mece la tontuna.
?ste es un punto que le falta al Gobierno. Lo veo demasiado permisivo con el sexo, el deporte e incluso el ballet. Le falta promulgar un legislazo urgente para que los deportistas dejen de ense?ar los muslos, e incluso para que los danzarines abandonen sus imp¨²dicos leotardos. Nacho Duato, en bombachos y por decreto, ser¨ªa cosa de mucho m¨¢s pecar. Como la ley anti-botell¨®n que une el placer de lo prohibido al deseo de borrachera y nos permitir¨¢ ser como los estadounidenses: podremos beber en la calle, siempre que la botella vaya envuelta en una bolsa de papel.
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