Abismos de pasi¨®n

Quien haya podido, v¨ªa festivales, conocer la elusiva, casi subterr¨¢nea producci¨®n de la mexicana Dana Rotberg, no se sorprender¨¢ del nuevo giro que parece haber tomado su carrera. Al cabo de los a?os, su amor por la marginalidad, presente en su espl¨¦ndido segundo largometraje, ?ngel de fuego; su cari?o apasionado por personajes que viven su sexualidad hasta el final (en aqu¨¦lla, una hija, artista de circo, enamorada de su padre), y con todas sus consecuencias, vuelven a estar presentes en esta cruel radiograf¨ªa del machismo mexicano que es Otilia, la historia de una bella mujer (la espl¨¦ndida Canudas), rica y poderosa, pero con una mancha imborrable que le afea irremisiblemente el rostro.

Con un personaje as¨ª, que es casi una declaraci¨®n de principios, y en la l¨ªnea trazada por una estirpe de (escasas) directoras mexicanas que no se han contentado con transitar por los senderos establecidos por el cine popular azteca, de Matilde Landeta a Mar¨ªa Novaro, por citar dos nombres, Rotberg le planta cara a unas cuantas convenciones.

Una, la del melodrama de mujer mancillada a quien s¨®lo la redime el amor o la sumisi¨®n; otra, la pel¨ªcula ranchera, que plantea un M¨¦xico profundo y folcl¨®rico, de postalitas y canciones, mariachis y tequila: todo eso asoma por aqu¨ª la nariz, pero exactamente con la intenci¨®n de destruir desde dentro las convenciones del cine popular..., un intento no muy lejano, por cierto, de los espl¨¦ndidos logros de un Arturo Ripstein.

De ah¨ª que Otilia se muestre, a la postre, como un personaje decidido, que gestiona su vida no ya con autoridad, sino con menosprecio de cualquier cortapisa social; que puede vivir, y de hecho vive, un amor arrebatado, majestuoso y terminal, pero poniendo su deseo por bandera, y asumi¨¦ndolo hasta sus ¨²ltimas consecuencias.

El resultado es una pel¨ªcula audaz, valiente en el diagn¨®stico de la doblez de ciertos comportamientos morales -hay una secuencia, antol¨®gica, de seducci¨®n a un cura; otra, el largo descenso de Otilia desnuda por la escalera de un prost¨ªbulo, que crea una desaz¨®n que nada tiene que ver con el goce voyeur¨ªstico-; y un retrato de mujer liberada que, a pesar de su situaci¨®n hist¨®rica en el pasado -o tal vez m¨¢s a¨²n por ello-, resulta punto menos que subversivo.