La familia Ramos, condenada al paro
El grupo Lear dejar¨¢ sin trabajo a 1.280 personas, entre ellas seis hermanos, si cierra la planta leridana de Cervera
El libro, lujosamente encuadernado e ilustrado, acaba sus dos ¨²ltimas p¨¢ginas con una dedicatoria encabezada por la palabra gracias. El texto, escrito en catal¨¢n y en castellano, reza: 'Durante los ¨²ltimos 50 a?os de nuestra peque?a historia han sido muchas las personas que han colaborado para crear un futuro que hacemos realidad d¨ªa a d¨ªa. Como recuerdo y homenaje a todos ellos debemos honrar su labor avanzando tecnol¨®gica y humanamente integrados en nuestro entorno'.
Sentadas en el sof¨¢ del comedor, Sonia Fuentes, de 27 a?os, y Berta Ramos, de 37, cu?adas, hojean el libro De Mai a Lear, 1951-2001, 50 a?os de la industria del autom¨®vil, que la empresa les regal¨® el pasado mes de diciembre junto a la cesta de Navidad para conmemorar el aniversario de la empresa de Cervera. Repleto de gr¨¢ficos y fotos, all¨ª aparece la evoluci¨®n de la sociedad y las perspectivas de futuro. Andrea, la ni?a de Sonia, no deja de trastear con su pupitre de juguete mientras su hermano, el peque?o Iv¨¢n, de apenas tres meses, duerme pl¨¢cidamente en su cuna, ajeno a todo, a la conversaci¨®n indignada de su madre y su t¨ªa, a los juegos de su hermana, a la presencia de extra?os. 'Ellos ya sab¨ªan en Navidad que iban a cerrar', dice Berta, de baja desde hace dos semanas por problemas en la espalda y que sospech¨® cuando nadie de su empresa, siempre tan vigilante, se interes¨® por su evoluci¨®n. 'Si sab¨ªan que se iban, ?por qu¨¦ nos regalaron este libro?'.
'Fui en verano a la planta de T¨¢nger a ense?ar; y sospech¨¦ que yo acabar¨ªa en el paro'
La multinacional de la automoci¨®n Lear, que quiere eliminar 1.280 puestos de trabajo en Cervera, ha hecho diana en el ¨¢rbol geneal¨®gico de los Ramos. La abuela Catalina, de 74 a?os, viuda desde hace 15, est¨¢ abrumada porque ve c¨®mo cuatro de sus hijos, su yerno y su nuera van a engrosar las filas del paro. La mayor, Paqui, de 41 a?os; la segunda, Leo, de 39, y los mellizos Andr¨¦s y Berta, de 37, junto a sus respectivos c¨®nyuges: Sonia y Pedro Molero, de 36. La ¨²nica hija que se ha salvado de la quema es la menor, Mar¨ªa ?ngeles, que tiene una pasteler¨ªa en este peque?o pueblo de Lleida (8.000 habitantes), consternado por la extrema frialdad de Lear, que compr¨® la empresa en 1999 y que, poco a poco, la ha ido descapitalizando, cerrando primero una nave, luego la segunda, despu¨¦s la tercera, y se ha deshecho de un millar de empleados en el ¨²ltimo a?o y medio. Quedaba la cuarta y ¨²ltima nave, que permiti¨® a la firma acumular unos beneficios netos, seg¨²n los sindicatos, de 1.300 millones de pesetas el a?o pasado. Pero ahora Lear no ha resistido la codiciosa tentaci¨®n de llevarse parte del trabajo a Polonia en busca de salarios a¨²n peores que en Lleida, donde se aplica el segundo convenio del metal m¨¢s bajo de toda Espa?a.
El miedo se convirti¨® en noticia en la medianoche del pasado d¨ªa 7, cuando Leo, vestida con la bata de rigor y sus gafas protectoras, trabajaba en el turno de noche (de 22.00 a 6.00 horas) manipulando cables el¨¦ctricos. Como siempre, ella y sus compa?eras (el 80% de los afectados son mujeres) estaban escuchando m¨²sica e informaci¨®n en Radio Segre. Y la noticia salt¨®. 'Me qued¨¦ helada; yo tem¨ªa despidos, pero no el cierre definitivo. Se arm¨® un gran alboroto y fui a hablar con Agust¨ªn, el encargado. Nos dijo que sigui¨¦ramos trabajando. Ya me f¨ªo de muy pocos'. Horas despu¨¦s, su hermano Andr¨¦s, que entraba en el turno de las seis, supo la noticia cuando manejaba el toro para empaquetar los pedidos. Un compa?ero que llevaba puestos unos auriculares oy¨® la sentencia. 'A las ocho tenemos un peque?o descanso', cuenta Andr¨¦s, 'y cuando pedimos explicaciones nos dijeron que quien dejara el puesto de trabajo ser¨ªa sancionado con el motivo 4 (falta muy grave) y que a la una vendr¨ªa Sas a decirnos algo'. Y Sas, con la frialdad y el oficio de un cirujano -eso s¨ª: protegido por cuatro guardaespaldas- se plant¨® ante el millar de trabajadores para anunciar el cierre 'de la forma m¨¢s civilizada posible'. Y fue muy claro: amenaz¨® con rebajar las indemnizaciones en caso de movilizaci¨®n y que no consentir¨ªa una disminuci¨®n de la producci¨®n 'porque los clientes son lo primero'. Le abuchearon 15 veces.
Queda ahora lo peor: la sensaci¨®n de estafa al ver c¨®mo Lear ha bajado los sueldos a 601 euros (100.000 pesetas al mes) a base de reducir las primas por producci¨®n al aumentar el m¨ªnimo de piezas exigibles hasta cuotas casi inalcanzables. 'Antes cobraba 130.000 o 140.000 pesetas y ahora jam¨¢s llego', dice Berta. Su marido, Pedro, oficial de primera, viaj¨® en agosto a T¨¢nger a instalar maquinaria, y explica: 'Yo ya intu¨ªa que les estaba ense?ando el trabajo y que esto se acababa'. Queda tambi¨¦n la rabia de Leo, fija desde hace muy poco pero que llevaba casi 15 a?os entrando y saliendo de la antigua Mai.
Los Ramos no har¨¢n como otros, reci¨¦n llegados a Cervera desde Andaluc¨ªa por las expectativas creadas por Lear y que ya han puesto su piso en venta. Ellos llegaron a Cervera en 1969, cuando la abuela, Catalina, tuvo nostalgia de su hermana, ya afincada en Catalu?a, y convenci¨® a su marido para dejar sus huertas de melones y sand¨ªas y dejar Jimena de la Frontera (C¨¢diz). Cervera es su tierra y ya son s¨®lo lejanas an¨¦cdotas su dura aclimataci¨®n al fr¨ªo y la niebla -'all¨ª todo era verde y blanco', cuenta Paqui, 'y aqu¨ª todo es gris y marr¨®n'- y al idioma (algunos tienen un ligero acento catal¨¢n).
Ayer, todos se citaron para hacerse un peculiar retrato de familia. No se ve por ninguna parte el libro de Lear. '?Qu¨¦ haremos con ¨¦l?', bromea uno de los hermanos. 'Quiz¨¢, una hoguera'.
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