La actitud beligerante de EE UU despierta el recelo de sus aliados
La pol¨ªtica de Washington asusta a los pa¨ªses amigos casi m¨¢s que a los enemigos
Tras la tragedia del 11 de septiembre, los aliados de Estados Unidos, pero tambi¨¦n un sinf¨ªn de naciones enfrentadas a aquel pa¨ªs desde hace d¨¦cadas por motivos diversos, se apresuraron a proclamar su solidaridad y su disposici¨®n a colaborar en la persecuci¨®n de los culpables. La megapotencia ha gozado del apoyo y la comprensi¨®n de la mayor parte del mundo. Sin embargo, la vocaci¨®n unilateralista de Washington y su abierto menosprecio de opini¨®n e intereses ajenos amenazan con romper puentes con amigos y enemigos.
Aliados tradicionales se sienten despreciados por una arrogancia que los convierte en comparsas
El palacio Cilag¨¢n es una joya arquitect¨®nica otomana ba?ada por las aguas del estrecho del B¨®sforo. All¨ª se topan Europa y Asia, all¨ª lucharon y convivieron cristianos, jud¨ªos y musulmanes con mucha mayor violencia y pasi¨®n que en Toledo. Pero all¨ª tambi¨¦n se confirm¨®, mucho m¨¢s que en Espa?a, la inevitabilidad de la convivencia. Si ¨¦sta apenas era intuible en los cruentos encuentros en el siglo XV, hoy es certeza. S¨®lo faltan las f¨®rmulas para este convivir de civilizaciones, pero tambi¨¦n la confianza en que la mayor potencia del mundo actual, que dicta civilizaci¨®n por doquier y tiene m¨¢s poder e influencia incluso que el Imperio Romano en su momento de mayor esplendor, haga gestos de entender al 'otro', a aquellos que discrepan de una l¨ªnea que parece cada vez m¨¢s despojada de dudas y por ello asusta tanto a amigos deseosos de ser leales como a enemigos declarados.
En aquel impresionante edificio junto al B¨®sforo se reuni¨® por primera vez el Parlamento otomano, en 1907. Poco despu¨¦s, el reci¨¦n encumbrado Mustaf¨¢ Kemal Atat¨¹rk, hizo all¨ª lo nunca hecho. Rompi¨® con una civilizaci¨®n basada en el Cor¨¢n y en la escritura ¨¢rabe para imponer, por la fuerza, el alfabeto latino a un pa¨ªs isl¨¢mico y volcarse desde la dictadura a una modernidad que pasaba por la secularizaci¨®n del Estado. Los m¨¦todos fueron implacables, pero casi nueve d¨¦cadas despu¨¦s, son muchos los que piensan que no s¨®lo fue un gran estadista sino tambi¨¦n un visionario, producto de su tiempo, pero l¨²cido perceptor de los problemas que el islam como ideolog¨ªa pol¨ªtica pod¨ªa causar a los pueblos.
Dec¨ªa Rudyard Kipling que 'el Oriente jam¨¢s podr¨¢ unirse a Occidente'. En Estambul, hace unos d¨ªas intentaron llevarle la contraria. Se consigui¨® en gran medida. Pero ese ¨¦xito arroja enormes sombras sobre otro encuentro tan capital para la seguridad de todo el mundo como el antes referido. El choque de civilizaciones, esa terrible profec¨ªa autopropulsada, puede ser neutralizada, se dijo en Estambul. Pero el abismo que se abre entre aliados culturales que han formado la realidad de este siglo, es m¨¢s profundo que nunca, sostienen muchos, y la cooperaci¨®n transatl¨¢ntica entre Estados Unidos y Europa, temen, se tambalea. Crecen las suspicacias mutuas, la desconfianza y las dudas sobre lealtades. El mundo iba hacia la uniformidad, dec¨ªan algunos, tras la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico hace casi tres lustros. Son cada vez m¨¢s los que arg¨¹yen que la superpotencia ¨²nica que existe en el mundo, embriagada por el poder, sumida en el rechazo a cualquier consejo y el menosprecio a pol¨ªticas de consenso, puede equivocarse fatalmente hasta crear situaciones irreversibles.
Hace unos d¨ªas, el palacio Cilag¨¢n volv¨ªa a ser un lugar de encuentro para la historia. La Uni¨®n Europea, los pa¨ªses candidatos a entrar en la misma y los miembros de la Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica (OCI) se reun¨ªan para hablar de Civilizaci¨®n y armon¨ªa: la dimensi¨®n pol¨ªtica. Era un foro sin precedentes. Y perfectamente oportuno para calibrar sensibilidades europeas e isl¨¢micas ante la evoluci¨®n de los acontecimientos desde el 11 de septiembre.
La inmensa mayor¨ªa de los participantes, 70 delegaciones nacionales y m¨¢s de 60 ministros de Asuntos Exteriores, coincid¨ªan en que la operaci¨®n militar en Afganist¨¢n hab¨ªa sido un ¨¦xito. Pero exactamente los mismos mostraban sin rubor su miedo a la din¨¢mica adoptada por la Administraci¨®n del presidente Bush en la crisis y su nada disimulado p¨¢nico ante la cada vez m¨¢s evidente decisi¨®n de Washington de iniciar, antes de fin de a?o, el derrocamiento del r¨¦gimen de Sadam Hussein por la v¨ªa militar.
Washington estaba ausente en Estambul. Tambi¨¦n lo estuvo el antiamericanismo. Ni los iran¨ªes, calificados por Bush como miembros del 'eje del mal' en su discurso sobre el estado de la naci¨®n, utilizaron ret¨®rica de trinchera. Pero todos, y en primer lugar los aliados de EE UU, expresaron su preocupaci¨®n por la deriva solipsista de la Administraci¨®n del presidente Bush.
Si el ministro de Asuntos Exteriores alem¨¢n, Joschka Fischer, dice, en unos t¨¦rminos sin precedentes, que Washington debiera saber distinguir entre 'pa¨ªses aliados y pa¨ªses sat¨¦lites' no hay duda de que la relaci¨®n transatl¨¢ntica acumula tensiones muy peligrosas. Y si el antiguo jefe de la Guardia de la Revoluci¨®n iran¨ª, Mohsen Rosie, dice que 'no debemos negarnos a formar una coalici¨®n porque la dirijan los norteamericanos', est¨¢ claro que hubo en pasados meses la oportunidad de crear una base s¨®lida de cooperaci¨®n internacional que la actitud de Estados Unidos parece estar echando por la borda.
El antiamericanismo cl¨¢sico es, como dice el historiador Dan Diner, una especie de reflejo moderno del antisemitismo del siglo XIX. Es muy f¨¢cil de echar la culpa de todos los males propios a alguien que es m¨¢s rico o m¨¢s fuerte. El victimismo ¨¢rabe de las ¨²ltimas d¨¦cadas se parece al que fomentaba el zarismo ruso y al del r¨¦gimen alem¨¢n en los a?os treinta del siglo pasado. Achacar todos los problemas pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales de pa¨ªses gobernados por Estados corruptos, incapaces, totalitarios y brutales como son la mayor¨ªa de los isl¨¢micos a conspiraciones judeo-mas¨®nicas o a la perversidad de la CIA es un recurso manido.
Pero el problema de relaciones p¨²blicas y de menguante solidaridad emocional de autoridades y poblaciones en el mundo hacia EE UU no est¨¢ en aquellos que llevan d¨¦cadas acumulando la percepci¨®n, real o falsa, de afrentas. Est¨¢ en aquellas sociedades que se han sentido siempre miembros de una comunidad de valores atl¨¢nticos y hoy se consideran ignorados y despreciados por una arrogancia del gran aliado que los convierte en meras comparsas.
De la fobia al miedo
A varios miles de kil¨®metros de la cumbre de la UE y la OCI sobre la 'armon¨ªa entre civilizaciones' de Estambul, se ha generado un nuevo movimiento con muy diferentes intenciones, el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), liderado por William Kristol. Su doctrina es simple: el imperio de EE UU es real y los norteamericanos han de asumir un imperialismo sin complejos. Su darwinismo pol¨ªtico y militar ser¨ªa una excentricidad si no se percibieran tantas sinergias con la actual Administraci¨®n de EE UU.
En Europa han saltado todas las alarmas desde que el secretario de Estado, Colin Powell, se ha sumado a la ret¨®rica de los halcones del Pent¨¢gono. Los antiamericanos vocacionales o ideol¨®gicos son, como fen¨®meno pasional, una an¨¦cdota o problema social si es colectivo. Fobia.
Pero el miedo y el desasosiego que genera ahora Washington entre sus aliados es un fen¨®meno nuevo que lanza graves sombras sobre la seguridad global.
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