El velo en la escuela
La sociedad multicultural s¨®lo podr¨¢ desarrollarse arm¨®nicamente si se asienta en el reconocimiento leal y sin restricciones por parte de los elementos que la componen de unas reglas de comportamiento comunes, inspiradas en los principios y valores constitucionales vigentes en el pa¨ªs. Uno de estos principios y valores es el deber de educar a los hijos por parte de los padres que el Estado espa?ol garantiza por ley hasta los 16 a?os y que financia con los impuestos. Otro es el car¨¢cter aconfesional de la escuela p¨²blica, que no impone ningun ideario religioso, pero que respeta las creencias particulares de los alumnos, cuidando de que ninguna de ellas se convierta en elemento de discriminaci¨®n o de imposici¨®n.
El conflicto planteado por las dificultades de escolarizaci¨®n de una ni?a marroqu¨ª de 13 a?os, que quiere acudir a la escuela con la cabeza cubierta con el hiyab o pa?uelo tradicional en la cultura musulmana, debe y puede tener soluci¨®n en el respeto de tales principios y valores. De entrada, llama la atenci¨®n que las autoridades educativas no hayan intentado resolver el conflicto en el centro escolar donde se ha planteado en origen -un centro concertado, dirigido por una orden religiosa cat¨®lica- y lo haya trasladado a otro enteramente p¨²blico. La ense?anza concertada, financiada con dinero p¨²blico y sometida a los mismos deberes y exigencias que la p¨²blica, no puede quedar al margen de los problemas de escolarizaci¨®n que pueden plantear las tradiciones y diferencias culturales de los alumnos. La ense?anza concertada debe arrimar el hombro al menos en la proporci¨®n en que participa en el sistema educativo: un tercio del total.
La direcci¨®n del colegio p¨²blico en el que a partir de ma?ana deber¨¢ escolarizarse la ni?a marroqu¨ª ha sustentado la teor¨ªa, m¨¢s que discutible, de que el uso del hiyab es discriminatorio y contradice los valores constitucionales que informan la ense?anza p¨²blica en Espa?a. En la llamada guerra del chador en Francia, hace algo m¨¢s de una d¨¦cada, el Consejo de Estado declar¨® ilegal prohibir el uso de esta prenda en la escuela p¨²blica y proclam¨® 'el derecho de los alumnos a expresar y manifestar sus creencias religiosas en el interior de los establecimientos escolares, en el respeto del pluralismo y de la libertad del otro y sin que ello afecte a las actividades escolares y al contenido de los programas'. Es decir, s¨ª al velo como expresi¨®n individual y respetable de una creencia o costumbre, pero no a su exhibici¨®n con intenci¨®n proselitista, como puede ser el caso cuando su exhibici¨®n forma parte de campa?as de militancia fundamentalista.
Es un buen punto de partida para resolver el conflicto que ahora parece surgir en Espa?a. La escuela p¨²blica debe preservar su espacio de cualquier intento de convertirlo en lugar de proselitismo religioso, pero debe respetar tambi¨¦n las creencias individuales de las personas. Est¨¢ totalmente fuera de lugar, como ha hecho el ministro de Trabajo, Juan Carlos Aparicio, comparar el uso del hiyab con la ablaci¨®n del cl¨ªtoris, una pr¨¢ctica delictiva castigada en el C¨®digo Penal. Tampoco acierta la ministra de Educaci¨®n, Pilar del Castillo, al sugerir la posibilidad de una norma general que podr¨ªa vulnerar f¨¢cilmente el derecho a la libertad religiosa y que causar¨ªa m¨¢s conflictos de los que pretender¨ªa evitar. Tiene raz¨®n la ministra, en cambio, al se?alar que 'una vez que se pone el pie en un colegio hay que atenerse a unas reglas de comportamiento, que son simplemente derechos civiles para todos, con independencia de sus creencias y de la ense?anza religiosa que pueda recibir'. Pero de ah¨ª no se deduce que una ni?a marroqu¨ª no pueda ir a la escuela cubierta con el hiyab. Y as¨ª lo ha entendido la autoridad educativa de la Comunidad de Madrid que ha obligado a escolarizar a la ni?a sin condiciones. El uso del hiyab no atenta contra las normas democr¨¢ticas que deben ser respetadas por todos. Lo da?ino y contrario a la cultura democr¨¢tica es desescolarizar a las ni?as al llegar a la ense?anza secundaria, como sucede a veces en algunos colectivos de inmigrantes.
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