Milosevic
Cometi¨® un error Milosevic no liberando la congoja ante la evidencia de cr¨ªmenes cometidos bajo sus ¨®rdenes, porque est¨¢ escrito que el jefe debe asumir los demanes de sus representantes en la tierra. El terror no se justifica seg¨²n el bando, por m¨¢s literatura que en las d¨¦cadas de 1940 y 1950 se le echara a la posible necesidad del terror para conseguir un nuevo humanismo. Independientemente de la condena que se le imponga, Milosevic ya est¨¢ condenado, sobre todo por los que no creemos en la legitimidad de ninguna raz¨®n de Estado que se valga de la tortura, la vejaci¨®n y la muerte del antagonista.
Una vez terminado el proceso de Milosevic, deber¨ªa comenzar el destinado a dirimir la responsabilidad de los gobernantes de las grandes potencias y de la OTAN en la desarticulaci¨®n de Yugoslavia y en el fomento del encarnizamiento exhibido en nombre de la coherencia ¨¦tnica. Aunque sea un criminal de guerra, Milosevic no se equivoca cuando reclama el testimonio de Clinton o Solana, Kohl o Chirac, primeras figuras de la pen¨²ltima guerra sucia para la reordenaci¨®n de Europa. All¨ª estaban los aparentes se?ores de la globalizaci¨®n instigando secesionismos o gui?ando el ojo incluso a Milosevic para que fuera eje de un hegemonismo serbio que garantizase el equilibrio geopol¨ªtico. All¨ª estaban tambi¨¦n los aparentes se?ores de la globalizaci¨®n cuando machacaron Kosovo cayera quien cayera o bombardearon el edificio de la Televisi¨®n Yugoslava porque all¨ª estaba el intelectual org¨¢nico colectivo de la dial¨¦ctica panserbia.
Pero este segundo juicio jam¨¢s se producir¨¢ porque el tribunal implicado est¨¢ hecho a la medida del mismo orden internacional que imposibilitar¨¢ en su d¨ªa juzgar a Bush por haber asesinado a presos talibanes a ca?onazos o haberlos trasladado a Guant¨¢namo como si fueran borregos cegados. De la misma manera que en N¨²remberg no fueron juzgados los pol¨ªticos y financieros de pa¨ªses democr¨¢ticos que ayudaron a formar el dique nazi frente a la expansi¨®n comunista, en La Haya todo conducir¨¢ a ese final feliz en el que el banquillo quede a la espera de Sadam Husein, higienizado previamente por esa corte de palanganeros del Imperio que forman los gobernantes europeos.
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