Las 'trabajadoras del sexo' reclaman derechos laborales
Unas 200 prostitutas de Montera se manifiestan para exigir el reconocimiento legal de su oficio y en pro de una mejor convivencia con los vecinos
Eliana tiene 23 a?os y es madre de una ni?a de corta edad. Trabaja todos los d¨ªas del a?o entre 12 y 14 horas. Su oficio no le gusta, pero tiene que mantener a su hija. Es prostituta y, como otras 200 j¨®venes compa?eras, ayer por la tarde acudi¨® a su lugar de trabajo habitual -la c¨¦ntrica calle de la Montera- no para ganarse la vida, sino para reclamar la atenci¨®n de la sociedad sobre los problemas de un colectivo que 'se siente desprotegido, humillado y arrinconado'.
En la cara de Eliana se dibuja una t¨ªmida sonrisa, pero no es la suya. Es la que ha dibujado sobre la cartulina rosa con la que cubre su rostro para esconderse de las decenas de periodistas que ayer acudieron a la manifestaci¨®n convocada por la asociaci¨®n Hetaira para pedir que la prostituci¨®n sea reconocida 'como un trabajo digno', en palabras de la portavoz de la asociaci¨®n, Cristina Garaiz¨¢bal. Adem¨¢s, exigen que se les concedan derechos laborales y sociales, como el acceso a la Seguridad Social.
Rodeada por algunas compa?eras, tan j¨®venes como ella e igualmente ocultas tras una m¨¢scara, Eliana explica con voz dulce que lleva dos a?os y medio en Espa?a, adonde lleg¨® desde su Ecuador natal para buscarse la vida. 'Yo no ten¨ªa ni idea de que iba a acabar as¨ª..., pero mi ni?a necesita comer', se justifica.
Mientras sus compa?eras comienzan a colocarse tras la pancarta que precede a la concentraci¨®n, cuenta que su llegada a Madrid fue dura. Busc¨® trabajo durante semanas, pero al carecer de papeles en regla, todas las puertas se le cerraron. 'No pod¨ªa esperar m¨¢s, necesitaba el dinero'. Su precaria situaci¨®n la llev¨® hasta un club de alterne de la carretera de Toledo, donde comenz¨® a ejercer la prostituci¨®n. 'Fue horrible, a¨²n lo es, pero no es f¨¢cil encontrar lo que la gente llama trabajos dignos', afirma Eliana, justo cuando una vecina de la calle de la Montera grita desde una ventana una frase que Eliana ha escuchado cientos de veces: '?A fregar escaleras!'.
Los curiosos y los periodistas se agolpan delante, detr¨¢s, en medio del peque?o grupo de prostitutas que ya se dirigen hacia la Puerta del Sol. Eliana y sus compa?eras se unen al grupo, abrumadas por tanta expectaci¨®n y riendo como ni?as. Desde lo alto de los balcones, llegan a sus o¨ªdos los gritos de un grupo de vecinos que, agitando las pancartas que colgaron hace meses para reclamar que se expulse a las prostitutas de la zona, recuerdan a los congregados en la calle que en este asunto hay tambi¨¦n otra parte afectada: la de los vecinos y los comerciantes.
Las meretrices dicen sufrir desde hace varios meses el acoso de esos vecinos, y principalmente de los comerciantes, que las acusan de haber provocado una importante disminuci¨®n de las ventas. 'Nosotras no les perjudicamos. Adem¨¢s, hemos adoptado un c¨®digo de conducta y ya no nos vestimos de manera provocativa', asegura otra joven prostituta.
Un c¨®digo que Eliana y sus compa?eras han cumplido a rajatabla, al menos en el d¨ªa de ayer. Salvo por los zapatos que algunas de ellas calzaban, su indumentaria es la de cualquier adolescente.
Eliana se funde en la manifestaci¨®n y levanta la pancarta que le han asignado. En ella se lee un mensaje alrededor del cual han dibujado flores de colores. 'Queremos derechos como mujeres trabajadoras inmigrantes', reza el cartel. A su lado se coloca otra prostituta. En su pancarta, ella se pregunta si es delito ejercer el oficio m¨¢s antiguo del mundo.
Eliana no se muestra orgullosa de lo que hace. Pero ello no le impide gritar con fuerza que quiere ejercer la prostituci¨®n con tranquilidad y amparada por una regulaci¨®n que la proteja de los abusos. Por esa raz¨®n se niega a abandonar la calle de la Montera y a recluirse en otro club. 'Abandon¨¦ el de la carretera de Toledo porque se quedaban con la mitad de mis ingresos. ?Y bastante duro es esto como para que te quiten lo que has ganado...!', se queja.
La manifestaci¨®n discurre con tranquilidad desde hace media hora, pero s¨®lo ha recorrido unos metros. Las c¨¢maras de televisi¨®n, los curiosos y el af¨¢n de los turistas por llevarse fotos o im¨¢genes de v¨ªdeo de la manifestaci¨®n les cierran el paso.
Tras las prostitutas caminan unas 50 personas, coreando esl¨®ganes como '?No estamos todos, faltan los clientes!', mientras una de las asistentes invita a los hombres apostados en las aceras a unirse a los concentrados. 'Son trabajadoras y deben tener derechos como todos. Ejercer la prostituci¨®n ha sido su elecci¨®n y nadie tiene derecho a exigirles que lo dejen, y menos a despreciarlas', explicaba una joven camarera, que acudi¨® a mostrar su apoyo a las prostitutas. Otra persona que tambi¨¦n lo hizo fue In¨¦s Saban¨¦s, concejal de IU, que acus¨® al Consistorio de inhibirse del problema.
A su llegada a la Puerta del Sol, Eliana escucha con atenci¨®n el manifiesto que lee otra prostituta inmigrante: 'Desde hace meses, la situaci¨®n en la calle de la Montera se ha vuelto insostenible, tanto para las trabajadoras del sexo como para el vecindario y los comerciantes. Las agresiones y el incremento del control policial hacen que nuestro trabajo se desarrolle cada vez m¨¢s en condiciones indignas', reza el texto. Piden soluciones. Pero ¨¦stas no vendr¨¢n de la Uni¨®n Europea. Los ministros de Trabajo de la UE, reunidos en Santiago de Compostela, llegaban ayer mismo a la conclusi¨®n de que la prostituci¨®n no es una actividad laboral corriente que pueda ser regulada como tal. Eliana, pues, tendr¨¢ que esperar.
Indignados por la autorizaci¨®n
Indignaci¨®n por el mero hecho de que el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Javier Ansu¨¢tegui, haya permitido la manifestaci¨®n. ?se era el sentimiento que compart¨ªan los comerciantes de la calle de la Montera (Centro) al paso de la primera manifestaci¨®n de prostitutas.
'Yo no tengo nada en contra de ellas, pero me parece vergonzoso que el delegado del Gobierno les d¨¦ cancha para protestar', explicaba la propietaria de un establecimiento de lencer¨ªa. 'Si yo me quedo sin local, no puedo vender ah¨ª fuera. ?Por qu¨¦ pueden ellas trabajar en la calle sin tener que pagar impuestos siquiera?', se preguntaba.
Los empleados de un centro de tatuajes se mostraban tambi¨¦n sorprendidos por la autorizaci¨®n de la manifestaci¨®n, pero confesaban que 'probablemente se las est¨¦ criminalizando demasiado. El problema es m¨¢s la delincuencia que la prostituci¨®n', apuntaba uno de ellos. 'Pero recogemos firmas porque preferimos que se marchen a otra zona menos c¨¦ntrica'. Su establecimiento abri¨® hace s¨®lo tres meses y desde entonces ha sufrido repetidos intentos de robo. 'No sabemos si son ellas las que atraen a los ladrones, pero ¨¦se es el verdadero problema' concluy¨®.
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