Jam¨®n, anchoas, croquetas y 1.300 vinos

Cuando el vino se convierte en el argumento principal de un men¨², se invierten las normas gastron¨®micas establecidas. Comer para beber no es lo mismo que afrontar la situaci¨®n inversa. Si el ¨¢gape se monta en torno a botellas de calidad, servidas a la temperatura adecuada y escanciadas en las copas id¨®neas, aumentan las posibilidades de disfrutar de la bebida. En esta antigua bodega valenciana, fundada en 1836, a¨²n se venden vinos y licores a granel y un delicioso verm¨² de garrafa. Detalles de escaso inter¨¦s si no fuera porque su propietario actual, Emiliano Garc¨ªa, se ha preocupado por formar una imponente bodega con lo mejor y lo ¨²ltimo de la producci¨®n vin¨ªcola espa?ola. M¨¢s de 1.300 referencias, un arsenal propio de una gran vinoteca anclada en la est¨¦tica del siglo XIX. A la entrada, toneles de madera en torno a una barra. Sobre las paredes, pizarras que pregonan las especialidades del d¨ªa. Al fondo, una sala de catas, otra habitaci¨®n con barricas y varias mesas altas con taburetes.

Brujuleando entre los grupos, un servicio joven, de conducta ejemplar, que entiende mucho de la materia. Mientras se disfruta del vino sorbo a sorbo, cabe optar por tapas, raciones y recetas de cocina tan sencillas como gustosas. Productos que la casa selecciona con esmero, de m¨¢s calidad de lo que a primera vista aparentan. Lo ratifican sus anchoas, sensacionales, que se reciben en salmuera desde Santo?a (Cantabria) y se limpian y preparan al instante (m¨¢s de 400 unidades al d¨ªa). O el jam¨®n de Jabugo, de reserva, que se corta a la vista. Las dem¨¢s sugerencias se mantienen en un nivel medio: agradables las gildas y los cabezones (boquerones en vinagre con cebollitas glaseadas); entusiasmante la tostada de pan con torta de la Serena; sin inter¨¦s las habas gigantes guisadas; sabrosa la longaniza valenciana; correcta la ensalada de tomate; aceptables las patatas bravas con alioli, y muy fino el consom¨¦, sin grasa.

Los platos de cocina mantienen el mismo aire: delicioso el calamar a la plancha; sin problemas el pulpo a la gallega; sobrado de ajo el ajoarriero conquense; con el mismo defecto las croquetas de bacalao, y muy suaves los pimientos del piquillo rellenos. Queda para el final el suculento solomillo de vaca, que se saltea con unas setas que no saben a nada.