Lecciones dobles
Lo propio de la iron¨ªa es la doble visi¨®n. Expresar en la superficie una cosa, significando en el fondo otra, de manera que las dos queden claras. Es decir, para que al menos quede claro que no hay verdades ¨²nicas, o lo que es lo mismo que no hay verdades en absoluto sino s¨®lo versiones, y que opinar es elegir. Una actitud y un acto.
La realidad se nos presenta cada vez m¨¢s a menudo en forma de paradoja, de convivencia de contrarios -que un mundo obeso y fam¨¦lico es el nuestro-, y lo que hace la iron¨ªa es recoger la paradoja, representarla, utilizarla como una forma de conocimiento y sobre todo de desenmascaramiento. Por esa raz¨®n yo a la iron¨ªa la ajusto mayormente con la esperanza.
Estos d¨ªas la actualidad ha estado llena de dobleces. El repaso en La Haya de las atrocidades de Milosevic, acompa?ado del recuerdo -desempolvado por el propio genocida cuando le hubiera debido corresponder a Europa no empolvarlo- de la violencia de la OTAN sobre la misma zona.
La ol¨ªmpica blancura de Salt Lake City, manchada con la grasa de untar jueces, y por extensi¨®n con los bajos fondos que cada vez se le clarean m¨¢s y por m¨¢s sitios al deporte de alto nivel.
Incluso a la inocencia de Operaci¨®n triunfo le han salido empa?aduras por la v¨ªa digital. Se nos han revelado las plataformas, estrategias m¨®viles y hasta facilidades p¨²blicas que los partidarios de uno u otro candidato hab¨ªan puesto en marcha para forzar la suerte.
Y m¨¢s, porque se nos ha dicho lo que archisab¨ªamos que las chicas estudian m¨¢s y mejor -tambi¨¦n en la formaci¨®n profesional- pero luego son los chicos los que encuentran trabajo. Lo que demuestra que en sectores claves de nuestra sociedad se sigue -cabeza a un lado- pensando y pisando con lo mismo.
Frase esta ¨²ltima que nos devuelve, arroja, a Euskadi, a nuestra intemperie de paradojas e iron¨ªas sin gracia. Tras a?os y a?os de bloqueo institucional, ahora resulta que nuestros pol¨ªticos alcanzan por fin un acuerdo en el Parlamento, el de subirse y blindarse las pensiones, poniendo de este modo el ir¨®nico y doble rasero de medirnos y medirse, a la altura de un record Guinness de la infamia. Pero no contentos con ello, luego, al darse cuenta de que la factura a pagar por ese voto pod¨ªa ser m¨¢s alta que el banquete previsto; al tomar conciencia de que les hab¨ªamos visto las dos caras, se han puesto enseguida a revotar -y a rebotarnos-, y a desdecirse; a fingir que una de las dos caras, no s¨¦ cual, se les ca¨ªa del guindo que no de la verg¨¹enza. Y mientras ellos sumaban y restaban y volv¨ªan a sumar en la sede del Parlamento -que recuerdo que no es la de la Bolsa-, ETA atentaba de nuevo. Esta vez contra un chico.
He dicho m¨¢s arriba que la iron¨ªa yo la ajusto con la esperanza. Despu¨¦s de la bomba contra Eduardo Madina, ir¨®nica, doblemente, espero que la indignaci¨®n de las pensiones se extienda mucho m¨¢s all¨¢, que nos movilice contra nuestra clase pol¨ªtica; que sirva para reemplazar sus actitudes y sus actos, para excluir a quienes no nos representan -digan lo que digan sus credenciales- simplemente porque no nos respetan.
Espero en la lecci¨®n ir¨®nica -de madurez, coherencia y responsabilidad pol¨ªticas- que las juventudes de los partidos vascos les han dado esta semana, expl¨ªcitamente, a sus mayores, necesitando s¨®lo unos minutos para sentarse a hablar, despu¨¦s de que ETA desafiara de nuevo nuestras nociones de humanidad y nuestro orden.
Lecci¨®n doble, multiplicada de aire fresco, la que nos han proporcionado estos j¨®venes. Lecci¨®n que me hace pensar doblemente que si los parlamentarios actuales piensan tanto en las pensiones ser¨¢ porque ya se sienten jubilados. Que se vayan entonces, que dejen el sitio a estos chicos y chicas que lo tienen todo m¨¢s alto y m¨¢s claro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.