Retorno al 'hiyab'
M¨¢s de 400 alumnos acuden a los tres colegios ¨¢rabes que hay en Madrid para reencontrarse con su cultura
Hasta hace poco Mariam, una marroqu¨ª de 17 a?os, se pon¨ªa el hiyab tan s¨®lo cuando pisaba el colegio saud¨ª ubicado en la Mezquita de la M-30 de Madrid. 'Al principio lo llevaba como uniforme, pero cuando me explicaron lo que significaba y empec¨¦ a leer libros del tema, decid¨ª llevarlo tambi¨¦n en la calle'. Mariam, una de los 240 alumnos que tiene el centro, recuerda la impresi¨®n que les produjo a sus amigas, todas de 'ambiente espa?ol', cuando les comunic¨® su decisi¨®n. 'Al principio no lo entend¨ªan. Pensaron que porque me cubriera la cabeza, ya no me volver¨ªa a re¨ªr igual', asegura.
Ella, como la mayor¨ªa de los m¨¢s de 400 alumnos matriculados en alguno de los tres colegios ¨¢rabes que hay en la capital (adem¨¢s del saud¨ª, hay uno libio y otro iraqu¨ª) decidi¨® hace cuatro a?os ir a uno de estos centros para reencontrarse con la tradici¨®n de su pa¨ªs. 'No sab¨ªa nada de cultura ¨¢rabe, apenas hablaba mi lengua... ?Y del islam? Bueno, hac¨ªa el ramad¨¢n y los rezos, porque me lo hab¨ªan explicado mis padres, que est¨¢n en Espa?a desde hace 30 a?os, pero ahora soy capaz de entender m¨¢s de mi religi¨®n', asegura tras haber recibido la clase diaria de islam.
A partir de los 12 a?os, las alumnas dejan de dar gimnasia para recibir taller de costura
'Aqu¨ª, nada de novias: lo que no se puede, no se puede', explica uno de los estudiantes
'Esto no es una madrasa. Es un colegio que depende desde hace cuatro a?os del Ministerio de Educaci¨®n de Arabia Saud¨ª, donde tambi¨¦n se imparten clases de religi¨®n: ense?amos la lectura del Cor¨¢n, los dichos de los profetas... Pero eso es todo', explica en ingl¨¦s Saad H. Khuthiami, director de este centro privado que cobra entre 80.000 y 90.000 pesetas por curso a sus alumnos. 'Algunos padres traen a sus hijos pensando que este es un colegio religioso y luego se dan cuenta de que aqu¨ª se imparten todas las ciencias'.
En las aulas (mixtas todas ellas) los escolares uniformados escuchan atentamente la lecci¨®n. Todas las chicas a partir de los 11 o 12 a?os llevan religiosamente el hiyab. Es parte del uniforme. Tambi¨¦n las dos maestras de espa?ol (una cristiana y otra musulmana, que adem¨¢s de la lengua dan clase de historia y literatura espa?ola). ?Pero es obligatorio el pa?uelo? 'Bueno, en la Mezquita, todas las mujeres lo llevan, hasta las encargadas de la limpieza', asegura el director del colegio.
No es esa la ¨²nica diferencia que hay con un colegio espa?ol. Mariam, que estuvo 'toda la vida' en el colegio p¨²blico Bravo Murillo, donde s¨®lo ten¨ªa dos compa?eras marroqu¨ªes, sabe que no es lo mismo. 'Aqu¨ª hay m¨¢s disciplina. Los alumnos respetamos m¨¢s a los profesores'. Y otra diferencia: a partir de los 12 a?os las alumnas dejan de dar clase de gimnasia para recibir taller de costura y convertirse 'en buenas amas de casa', dice el secretario del director. A¨²n as¨ª no es ¨¦se el futuro que les espera a todas las alumnas. Algunas se presentan a la selectividad y acaban en la universidad.
En el centro libio Al-Fateh los retratos de Gadafi ocupan un lugar presidencial. All¨ª est¨¢n matriculados unos 72 alumnos, hijos de diplom¨¢ticos, empresarios de pa¨ªses ¨¢rabes, inmigrantes y matrimonios mixtos, seg¨²n explica su director, Fathi A. Ben Hander. 'No todos los padres eligen este centro por la misma raz¨®n. Unos, porque van a estar un tiempo determinado en Espa?a y luego piensan regresar a sus pa¨ªses de origen, donde continuar¨¢n en los colegios. Y otros porque, aunque tengan pensado quedarse m¨¢s tiempo, quieren conservar la cultura, la lengua y la religi¨®n. Es lo mismo que puede ocurrir en un colegio ingl¨¦s o franc¨¦s', subraya el director.
En este centro, al contrario de lo que ocurre en el saud¨ª, nadie lleva uniforme, 'Los escolares visten como quieren. Algunas alumnas se ponen el pa?uelo, otras no. Eso es una cosa de la fe', mantiene Ben Hander. Y lo mismo pasa con las profesoras: unas se cubren el pelo y otras no. 'Las materias son iguales que las que puede tener un colegio espa?ol. La ¨²nica diferencia es que se imparte literatura ¨¢rabe e inglesa, que la historia est¨¢ m¨¢s enfocada hacia los pa¨ªses de nuestro entorno y que hay religi¨®n isl¨¢mica una hora a la semana', mantiene Ben Hander. Y a?ade, al entrar en una clase de unos ocho alumnos -todas son muy reducidas- donde se est¨¢ explicando la bomba de hidr¨®geno: 'Bueno y que, quiz¨¢s, el nivel de asignaturas como f¨ªsica o qu¨ªmica sea superior'.
?Qu¨¦ que les ense?an en clase de religi¨®n? 'Pues c¨®mo pueden rezar, c¨®mo deben ayunar, c¨®mo deben ayudar a los dem¨¢s y c¨®mo pueden ser limpios. Que Dios es ¨²nico y que ha mandado a los profetas, incluidos Mois¨¦s y Jes¨²s', asegura el profesor de religi¨®n del colegio. ?Los hombres y las mujeres siguen las mismas costumbres religiosas? 'S¨ª, los hombres y las mujeres deben hacer lo mismo. S¨®lo hay una diferencia, que ellas cuando tienen la regla o los 40 d¨ªas despu¨¦s de dar a luz no pueden rezar ni ayunar'.
Los escolares de cursos inferiores esperan dentro de un peque?o autob¨²s para salir de excursi¨®n a la f¨¢brica de embutidos de Campofr¨ªo acompa?ados por Teresa Cabrera, la profesora de espa?ol. Los m¨¢s mayores se quedan en tierra. La mayor¨ªa echa de menos tener m¨¢s contacto con j¨®venes espa?oles de su edad que les puedan dar m¨¢s claves sobre el pa¨ªs donde viven, algo que tendr¨ªan en un centro p¨²blico. Bahijah, una alumna siria de 16 a?os, reconoce que le gustar¨ªa relacionarse m¨¢s. 'Me gustar¨ªa tener m¨¢s amigos de aqu¨ª', asegura en buen castellano. Y pasa a traducir lo que dice Lobna, una tunecina de 17 a?os: 'Dice que todav¨ªa sabe poco espa?ol para poder hablar con espa?oles'. Y eso, a pesar de que el centro est¨¢ ubicados en una zona en la que las ni?as con faldas de uniforme reducidas a su m¨ªnima expresi¨®n, no paran de pasar.
Malek, un escolar de 18 a?os de padre jordano y madre espa?ola, es el ¨²nico que no lo echa de menos. Porque Malek, al igual que Mariam, se mueve en un ambiente 'completamente espa?olizado' cuando sale del colegio y se interna en la realidad que le rodea. 'Yo salgo con chicos espa?oles. Aunque no puedo hacer cosas que ellos hacen, como beber. La religi¨®n, por encima de todo', proclama.
Tambi¨¦n ha detectado otras diferencias con sus compa?eros que acuden a colegios espa?oles: 'Aqu¨ª, nada de novias. Lo que no se puede, no se puede'.
La apariencia externa del chico no revela su procedencia ni de lejos: ojos azules, pelo rubio rapado y cazadora tejana. Tampoco su vocaci¨®n profesional tiene que ver con una nacionalidad u otra: 'El a?o que viene me quiero meter a polic¨ªa nacional para seguir la tradici¨®n de la familia de mi madre donde todos, desde mi abuelo, se han metido en el cuerpo'.
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