Mujeres entre dos culturas
Las mujeres musulmanas reflexionan sobre su situaci¨®n en Espa?a y lamentan los recelos y la falta de integraci¨®n que sufren
Clasismo hacia los inmigrantes, falta de respeto hacia tradiciones y recelo ante la cultura musulmana. Son algunos de los pecados de la sociedad espa?ola que observan las mujeres de religi¨®n isl¨¢mica. Piden mayor comprensi¨®n y aceptaci¨®n de las diferencias. ¡®Los espa?oles gastan un mont¨®n de dinero en conocer pa¨ªses ex¨®ticos y no se dan cuenta de que su vecino procede de all¨ª¡¯, afirma una de las entrevistadas. El D¨ªa Internacional de las Mujeres, que se celebra hoy, tambi¨¦n es para ellas.
SAKINA Clasismo hacia el inmigrante
¡®No vine en patera, no hu¨ªa de la miseria ni de la presi¨®n familiar. Vine porque me cas¨¦ con Andr¨¦s. As¨ª de simple¡¯. Sakina, una marroqu¨ª de 38 a?os, no va cubierta, no trabaja en el servicio dom¨¦stico y, de sumisa, nada de nada. Pero tambi¨¦n sufri¨® su choque cultural: ¡®Cuando fui de vacaciones a Andaluc¨ªa en 1985, lo que m¨¢s me sorprendi¨® es que las mujeres no fueran vestidas con traje de gitana¡¯. Y es que Sakina, fil¨®loga de formaci¨®n y miembro del equipo t¨¦cnico del Servicio de Mediaci¨®n Social e Intercultural del Ayuntamiento de Madrid (SEMSI), hab¨ªa ali?ado su particular visi¨®n con los programas de la televisi¨®n marroqu¨ª, en los que, seg¨²n explica, toros y flamenco eran el plato fuerte que daban forma a nuestro pa¨ªs. ¡®?C¨®mo no voy a entender que la gente se sorprenda porque yo no lleve pa?uelo ni chilaba?¡¯, exclama. A¨²n as¨ª, tras una d¨¦cada en Espa?a, est¨¢ cansada de ¡®los estereotipos sobre la mujer marroqu¨ª: que si son analfabetas, que sufren la opresi¨®n y el maltrato de sus maridos, que no se adaptan a las costumbres occidentales¡¯.
?Tienen las marroqu¨ªes problemas de adaptaci¨®n? ¡®Tenemos la capacidad de vivir en dos culturas. Porque vivimos as¨ª en nuestro pa¨ªs: con la cultura propia y con la del colonialista espa?ol y franc¨¦s. Se puede ver en las ciudades, con un centro tradicional, la medina, y toda una serie de edificios occidentales, o cuando hablamos: mezclamos el ¨¢rabe con palabras francesas. No hay problemas de adaptaci¨®n¡¯, asegura tajante. Lo que ocurre, dice, es que la gente que emigra a Espa?a es del medio rural y de un nivel econ¨®mico precario. ¡®Quiz¨¢, su visi¨®n del mundo es m¨¢s reducida que la de alguien que est¨¢ formado¡¯, dice.
Cree que lo que se atribuye a falta de integraci¨®n es otra cosa: 'Cuando te alejas de tu pa¨ªs temes perder tus tradiciones, que tus hijos olviden el idioma. Es posible que por eso te aferres m¨¢s a tus costumbres. Al final te acabas acercando a tus iguales. No tanto por miedo material a no encontrar trabajo o a pasar hambre, sino por el miedo psicol¨®gico de estar solo, y as¨ª se acaban formando guetos', dice la fil¨®loga, que este a?o ha ense?ado a sus dos hijos en qu¨¦ consiste la fiesta del cordero.
?Hay alguna costumbre de los musulmanes que contradiga los valores occidentales? 'Creo que la cuesti¨®n es si alguna de nuestras tradiciones infringe la ley. ?La infringimos cuando llevamos pa?uelo? ?Cuando hablamos en ¨¢rabe o celebramos el Ramad¨¢n? No creo que haya ninguna tradici¨®n que pueda atentar contra el modelo occidental', asegura. 'Lo que pasa es que los espa?oles sois clasistas: acept¨¢is al inmigrante asimilado, pero no al que mantiene su tradici¨®n. Es curioso, porque os gast¨¢is un mont¨®n de dinero en conocer pa¨ªses ex¨®ticos y no os dais cuenta de que tu vecino procede de ah¨ª', concluye.
FATHIA 'Noto c¨®mo me observan'
Fathia, otra marroqu¨ª de 27 a?os que a los 13 estaba loca por ponerse el pa?uelo y que opt¨® por el pantal¨®n ajustado, s¨ª que ha notado el rechazo social. 'Lo tengo todo. Soy mora y mulata. Noto c¨®mo me observan. Es muy duro tener que estar demostrando que eres buena gente, o que te registren la mochila cuando sales del super'. Y Nasija, de 33 a?os, llegada hace seis a?os con su marido 'buscando una vida mejor', asiente. Las dos prefieren silenciar su apellido.
Pero Fathia, casada con un espa?ol, sabe que hablando se entiende la gente. 'Mi familia pol¨ªtica tambi¨¦n estaba preocupada cuando me conoci¨®. Daban la impresi¨®n de preguntarse: ?No hay chicas en Espa?a para casarse? Pero luego ves que lo entienden y que el miedo desaparece'.
?Qu¨¦ les choca de Espa?a? 'No es que te choquen cosas. Es que, en mi propio pa¨ªs, cuando voy a una aldea con minifalda tambi¨¦n me chocan cosas de mis paisanos', asegura Fathia, que aunque ahora no trabaja, lo ha probado todo: empleada de hogar, camarera en pubs, vendedora de libros a domicilio... A¨²n as¨ª, y pese a proceder de una familia 'moderna' ('mi madre conduce y fuma') le siguen llamando la atenci¨®n costumbres occidentales como 'abandonar a los abuelos en un asilo' o que 'los novios se besen en la calle'.
?Hay m¨¢s libertad en Espa?a? 'Pues creo que s¨ª, aunque en cosas muy cotidianas. All¨ª no puedo salir fumando a la calle. Si sales de noche te ven como una pendoncilla', subraya Fathia.
HABIBA EL MUALI 'Hiyab' sin conflictos
?Qu¨¦ ocurre en una escuela cuando una ni?a acude con hiyab? ?Es marginada? Habiba El Muali, estudiante de filolog¨ªa ¨¢rabe de 21 a?os y escolarizada toda su vida en un centro p¨²blico de Premi¨¤ de Dalt (Barcelona) lo sabe bien: 'No pasa absolutamente nada'. Seg¨²n Habiba, que compagina sus estudios con un trabajo en el servicio de orientaci¨®n de inmigrantes de UGT en Barcelona, 'todo depende de la normalidad con que se viva algo tan habitual para nosotros como llevar el hiyab'. Ella ha llevado este pa?uelo, y sin conflictos, desde ni?a.
Pero no siempre le fue f¨¢cil. Reconoce que, por origen y mentalidad, siempre se sinti¨® 'algo distinta' a sus amigas. Pero el hiyab no influy¨®. 'Los ni?os tienden a ser crueles. Si no me hubieran criticado por el hiyab habr¨ªa sido por otra cosa. Lo llev¨¦ muy bien, la verdad'. No entiende la pol¨¦mica sobre la ni?a de Madrid que quer¨ªa ir al colegio con hiyab. 'S¨®lo conseguir¨¢n hacerle ver que la escuela y la sociedad no la aceptan como es. En cuanto pueda, dejar¨¢ la escuela'.
Habiba El Muali es la tercera de una familia con cuatro chicas y un chico. Sus padres, de una zona rural al sur de T¨¢nger, llegaron a Espa?a hace m¨¢s de 20 a?os. 'Fueron de los primeros marroqu¨ªes del barrio'. Ahora hay muchos m¨¢s, aunque Habiba no entiende c¨®mo se puede seguir llamando inmigrante a alguien como su padre. 'No tienes que recordar cada d¨ªa que eres inmigrante', sentencia.
Ella ha seguido esta m¨¢xima y le funciona. En la escuela mantuvo las tradiciones de su cultura siempre que lo consider¨® necesario: 'Es fundamental que se deje elegir a las chicas lo que quieren. Familia y escuela deben confiar en la madurez de la chica para escoger cosas llevar, o no, hiyab'. Reconoce que a veces la voluntad de la joven choca con la familia. 'Mis padres, muy tradicionales, han acabado dej¨¢ndonos escoger'. ?Fue f¨¢cil? 'No: todos los hijos hemos tenido que trabajarnos mucho a los padres. Antes no eran tan abiertos', asegura.
En ocasiones va a trabajar y a la universidad con pa?uelo. Pero lo que a priori podr¨ªa significar una nueva imposici¨®n se convierte en algo que le permite expresar una coqueter¨ªa m¨¢s o menos disimulada. El pa?uelo, de vivos colores y atado como turbante, la distingue de las dem¨¢s. Y es que para ella, llevar o no un pa?uelo es 'algo parecido a una moda'. 'Conozco gente en ciudades francesas donde las chicas, tras a?os de ir descubiertas, se ponen hiyab'. ?Involuci¨®n? 'No necesariamente, puede ser una moda pasajera. Sus madres tendieron a quit¨¢rselo, pero ahora hay un movimiento que les hace vestir otra vez con ¨¦l'. Para Habiba, s¨®lo hay que vigilar que la moda no se convierta en una imposici¨®n. Pide que se deje evolucionar a cada uno seg¨²n su conciencia. 'No se qu¨¦ har¨¦ en 10 diez a?os, quiz¨¢ me convierto en integrista', dice entre risas.
SALUA. ¡®Jam¨¢s nos van a tratar como espa?oles¡¯
La mayor¨ªa de las musulmanas de Granada, ciudad que respira lo ¨¢rabe por los cuatro costados, se sienten absolutamente integradas, aunque no dejan de observar con cierta preocupaci¨®n el recelo que, desde ¨¢mbitos pol¨ªticos o period¨ªsticos, se despierta en la sociedad civil ante cualquier rasgo de la cultura musulmana. Sea por el caso de la ni?a del hiyab o por el conflicto con Marruecos, muchas se sienten tratadas de modo diferente por los espa?oles. ¡®Estoy absolutamente integrada, sobre todo aqu¨ª, en la facultad de Farmacia¡¯, explica Salua, alumna de segundo curso nacida en Marruecos hace 19 a?os.
'Me siento bien por una parte y mal por otra. He hablado espa?ol toda la vida y en ese aspecto no tengo problemas, pero a veces me duele ver por ah¨ª escrito, incluso en la biblioteca de la facultad cosas como Moros no y pintadas racistas', dice la joven. 'Por una raz¨®n u otra, siempre terminamos notando que somos marroqu¨ªes, que jam¨¢s nos van a tratar como espa?oles. Supongo que tendremos que aceptarlo. Me duele mucho que la gente, por los t¨®picos, piense que nunca vamos a poder ser como los dem¨¢s. Odio que me pongan la etiqueta de 'mora''.
Sal¨²a se queja del desconocimiento sobre Marruecos y su gente. La universitaria, que lleva dos a?os en Granada, no comprende c¨®mo ahora se habla en Espa?a de que los inmigrantes deben acatar las costumbres de la sociedad que los acoge, cuando esas costumbres no molestan a nadie. Y cuando, incluso, Espa?a impone sus propias costumbres fuera. ¡®Yo estudi¨¦¡¯, cuenta, ¡®en un instituto espa?ol de Tetu¨¢n, en el Pilar. Hace cinco a?os dejaron de dar clase de religi¨®n isl¨¢mica, cuando todos los que ¨ªbamos all¨ª ¨¦ramos musulmanes, porque dec¨ªan que si quer¨ªamos estudiar el islam tambi¨¦n tendr¨ªamos que estudiar la religi¨®n cat¨®lica. Muchos padres sacaron a sus hijos porque pensaban que iban a confundirse con tanta religi¨®n¡¯.
Esta informaci¨®n ha sido elaborada por Ana L¨®pez Escudero, Miquel Noguer y Jes¨²s Arias.
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