"Ocult¨¦ mi embarazo y me puse a buscar empleo"
Melva, la ecuatoriana condenada por matar a su hija, relata su calvario desde la c¨¢rcel
En su rostro no hay ni un ¨¢pice de maquillaje. Sus ojos est¨¢n enrojecidos de tanto llorar. A pesar de que est¨¢ sentada, se aprecia claramente que es de estatura menuda. Felicitas Melva Ca?ar Camacho ocupa desde el 11 de noviembre de 2000 la celda 22 del m¨®dulo 11 de la prisi¨®n madrile?a de Soto del Real por asesinar a su hija despu¨¦s de alumbrarla en el parque del Retiro. Hace unos d¨ªas, el Tribunal Superior de Justicia anul¨® la condena de 17 a?os que le impuso la Audiencia de Madrid y ha ordenado repetir el juicio.
Tras el grueso cristal del fr¨ªo locutorio carcelario, ofrece la imagen de una mujer indefensa. Viste una cazadora amarilla, camiseta blanca de manga larga y pantal¨®n vaquero. Escuchar su relato es complicado. Un peque?o altavoz devuelve su voz tenue y el desgarrador testimonio de una vida que s¨®lo suma 24 a?os. Una melva es el nombre de un pez de aguas c¨¢lidas. Pero esta Melva ecuatoriana, m¨¢s que un pez, parece m¨¢s una malva: sumisa y apacible.
'Mi patr¨®n me prest¨® 1.000 d¨®lares a cambio de mucho dinero y de otras cosas...'
'?C¨®mo voy a querer matar a mi hija si la estuve cuidando durante nueve meses?'
Melva repite entre l¨¢grimas lo que ya cont¨® en el juicio celebrado en la Audiencia de Madrid el pasado noviembre. 'Me desmay¨¦ y, cuando despert¨¦, mi hija reci¨¦n nacida estaba muerta', dice sollozando. Los forenses, en cambio, sostuvieron en la vista que en los pulmones de la peque?a se hallaron restos de ox¨ªgeno, lo que probar¨ªa que 'naci¨® viva'. Melva fue condenada a 17 a?os de reclusi¨®n, pero el Tribunal Superior de Justicia ha anulado el juicio y, por tanto, la sentencia. El testimonio de un psic¨®logo que ha atendido a la joven ecuatoriana en la c¨¢rcel puede cambiar el final de su historia.
El fiscal en su informe asegura que Melva tuvo a su beb¨¦ entre unos matorrales, sola y sin asistencia m¨¦dica. Tras el parto, meti¨® a la peque?a en dos bolsas y la abandon¨® en el parque. Despu¨¦s se march¨® al piso que compart¨ªa con otras compatriotas. Ellas fueron quienes la llevaron hasta un centro sanitario de la calle de Montesa. All¨ª, el m¨¦dico, despu¨¦s de asistirla de un desgarro vaginal posparto, avis¨® a la polic¨ªa. Los agentes encontraron el peque?o cad¨¢ver cuando ya era demasiado tarde.
Melva es la tercera de una familia de 10 hermanos. Lleg¨® a Espa?a como otros inmigrantes: para sacar a su familia de la pobreza. Viv¨ªa en una casa de labranza a media hora de Cariamanga, una peque?a localidad de la provincia de Loja, en el interior de la sierra ecuatoriana, en la zona meridional de la cordillera de los Andes. Su padre es agricultor. El sueldo era escaso y los gastos abundantes 'porque ¨¦l tomaba mucho' [abusaba del alcohol]. Melva no tuvo m¨¢s remedio que comenzar a trabajar a los ocho a?os cuidando ni?os. Sus hermanos ayudaban al padre en la labranza de la tierra.
En su deambular por conseguir mejor jornal para mantener a su familia, Melva recorri¨® varias casas, no s¨®lo de Cariamanga y Loja, sino tambi¨¦n de la capital, Quito. Ten¨ªa entonces 17 a?os. 'El trabajo era el mismo de siempre: hacer las camas, recoger y lavar la ropa, preparar la comida, quitar el polvo, cuidar de los ni?os...', explica. Por ese trabajo ganaba 300.000 sucres al mes (36 euros).
Durante siete a?os, Melva trabaj¨® en esa casa hasta que un d¨ªa, viendo que la penuria econ¨®mica de su familia no ten¨ªa remedio, decidi¨® venir a Espa?a. Durante meses, prepar¨® el viaje con sigilo. A su madre no se lo comunic¨® hasta una semana antes de tomar el avi¨®n que la traer¨ªa a Madrid. 'Se lo dije con los billetes en la mano', recuerda ahora. Pero no le cont¨® ni a su madre ni a nadie lo que tuvo que hacer para lograr el dinero del pasaje. 'El viaje costaba 2.000 d¨®lares y yo s¨®lo ten¨ªa 1.000. Por eso tuve que pedir un pr¨¦stamo al se?or de la casa en la que estaba sirviendo'. El pr¨¦stamo le sali¨® muy caro. 'Cada mes de retraso en pagar la cuota al patr¨®n, ¨¦l me sub¨ªa los intereses 100 d¨®lares'. Pero ¨¦se no fue el ¨²nico pago. 'El se?or me prest¨® los 1.000 d¨®lares a cambio de mucho dinero y de otras cosas...', cuenta entre sollozos, intentando ocultar su verg¨¹enza. 'Incluso me dijo que le avisara cuando partiera hacia Madrid porque si no, me iba a acusar de haberle robado el dinero'.
Melva no puede contener el llanto. 'Todo fue por su culpa [la del hombre para el que trabajaba en Quito], pero tambi¨¦n por la m¨ªa. Porque de no haber decidido venir a Espa?a, no habr¨ªa necesitado el dinero y tampoco habr¨ªa hecho esas cosas con ¨¦l'.
Melva lleg¨® al imponente aeropuerto de Barajas el 24 de abril de 2000, con una peque?a maleta. En su vientre crec¨ªa una criatura, desde hac¨ªa tres meses, sin que ella lo supiera. Vino sin papeles a buscar un trabajo que le permitiera enviar dinero a la familia que hab¨ªa dejado al otro lado del Atl¨¢ntico.
El relato de Melva, detr¨¢s del cristal blindado del locutorio de la c¨¢rcel de Soto del Real, es cada vez m¨¢s desgarrador. 'Ten¨ªa que pagar el pr¨¦stamo y trabajar. As¨ª que ocult¨¦ mi embarazo como pude, con ropas anchas, y me puse a buscar empleo'. Durante dos meses buce¨® entre los anuncios, sin fortuna, mientras los intereses del pr¨¦stamo aumentaban cada mes en 100 d¨®lares. Al final encontr¨® empleo en la casa de un piloto de l¨ªneas a¨¦reas y una profesora. Por llevar las tareas del hogar y cuidar de los ni?os cobraba 300 euros al mes. De esos euros, 180 ten¨ªan como destino Ecuador: una parte iba a casa de sus padres en Cariamanga; y la otra, para su antiguo jefe y prestamista de Quito. Tambi¨¦n encontr¨® vivienda en Madrid: un piso que compart¨ªa con otras cinco compatriotas en la calle de Don Ram¨®n de la Cruz, en el barrio de Salamanca.
Melva, adem¨¢s de sus padres y hermanos, se dej¨® en Ecuador otra hija, fruto de otra relaci¨®n. 'Es ¨¦sta', dice, mientras muestra su foto con orgullo al otro lado del cristal blindado. 'Tiene cuatro a?os. La cuida mi mamita. La echo mucho de menos', dice Melva mientras observa a su hija rubia, que sonr¨ªe desde el papel.
La ni?a que muri¨® en el parque del Retiro era, por tanto, su segunda hija. 'Yo quer¨ªa tener a mi ni?a ?sabe? Yo sab¨ªa que no la pod¨ªa mantener porque ten¨ªa que trabajar. Pero aquel d¨ªa quer¨ªa llegar hasta una iglesia que conoc¨ªa, cerca del parque, para que me ayudaran a dar a luz y se quedaran con mi hijita. ?C¨®mo voy a querer matarla si la estuve cuidando todo el embarazo?'.
Los primeros dolores del parto los tuvo cuando iba con un amigo en el metro. 'Vi el cartel de la estaci¨®n de Retiro y sal¨ª en busca de la iglesia, pero me confund¨ª. Por lo que me han explicado, yo quer¨ªa ir hacia la calle de Alcal¨¢, pero me fui hacia Men¨¦ndez Pelayo. Cuando vi la torre de la iglesia y quise llegar all¨ª, no pude aguantar m¨¢s... S¨®lo me dio tiempo a bajarme los pantalones hasta la rodilla y romp¨ª aguas. Despu¨¦s s¨®lo recuerdo oscuridad. Cuando despert¨¦, cre¨ª que mi ni?a se hab¨ªa dado con alguna piedra, porque no se mov¨ªa ni lloraba. No respiraba. Le cort¨¦ el cord¨®n, met¨ª su cuerpecito en bolsas para que no la picoteasen los p¨¢jaros, y la dej¨¦'.
Tras abandonar a la criatura, Melva se encamin¨® a su casa. 'No ten¨ªa dinero para pagar un hospital y s¨ª mucho miedo de contarlo a la polic¨ªa... por si me botaban para Ecuador. Como pude, llorando y muerta de dolor por mi ni?a y por el parto, me fui a casa. Mucha gente me vio muy mal por la calle, con la ropa manchada de sangre, pero nadie me pregunt¨® qu¨¦ me pasaba', recuerda.
Cuando lleg¨® al piso, sus compa?eras, asustadas por la sangre de sus ropas y por su rostro desencajado, la llevaron al Equipo Quir¨²rgico de la calle de Montesa. 'Me atendi¨® el m¨¦dico de guardia y comprob¨® lo que me hab¨ªa pasado. Despu¨¦s dio parte a la polic¨ªa y me advirti¨®: 'Dentro de un par de horas estar¨¢s en la c¨¢rcel... No sabes lo que es estar solo entre cuatro paredes'.
En Ecuador, sus padres y sus hermanos saben que Melva est¨¢ en la c¨¢rcel por el asesinato de su hija, pero ninguno conoce realmente su condena. 'Mi mam¨¢ est¨¢ muy enferma desde que yo estoy aqu¨ª. ?Si supiera que tengo que estar 17 a?os presa, no lo aguantar¨ªa...! Son muchos a?os para m¨ª, para mi hijita a la que tengo que cuidar en Ecuador y para mi familia. Toda la vida sufriendo necesidades y ahora, aqu¨ª 17 a?os. Hablo con mis padres cuando puedo y me dicen que quieren venir a Espa?a, pero los pobres no tienen dinero para un viaje tan caro. Yo quiero que venga alguien porque estoy muy sola'.
En el juicio, el jurado fue implacable. Sus nueve miembros s¨®lo tardaron tres horas en dar un veredicto de culpabilidad para Melva por un delito de asesinato. 'Nadie me escuch¨® y nadie me crey¨®. Fue muy triste y muy injusto'. Ahora espera, 'alegre e ilusionada', la celebraci¨®n del nuevo juicio ordenado por el Tribunal Superior para demostrar que es 'inocente' y que no mat¨® a su hija reci¨¦n nacida.
Tras 15 meses entre rejas, Melva ha comenzado a estudiar y a trabajar (confecciona banderas para todo el mundo). 'Ahora estamos haciendo 15.000 para Inglaterra', explica antes de regresar a la celda que comparte con una colombiana.
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