Falt¨® el Volga
Hace cuatro a?os, esta producci¨®n de Katia Kabanova, pr¨¢cticamente con el mismo reparto, provoc¨® un sonoro esc¨¢ndalo en Salzburgo. Ahora en el Liceo se ha visto con sumo agrado, como si de una pl¨¢cida Boh¨¨me se tratara. Es curioso: el repudiado Ballo in maschera de Calixto Bieto un tiempo m¨¢s tarde recal¨® en Alemania y las protestas fueron notablemente menores. ?La globalizaci¨®n de la ¨®pera da por atemperar las reacciones en las segundas oportunidades? Qui¨¦n sabe. El caso es que esta Kabanova, entonces como ahora, s¨®lo merece el aplauso: por el alto nivel del reparto, por la extraordinaria direcci¨®n esc¨¦nica, por la calidad general del montaje y por lo que tiene de normalizaci¨®n de un t¨ªtulo que se debe incluir definitivamente en el repertorio.
Katia Kabanova
De Leos Janacek. Int¨¦rpretes: H. Smit, P. Straka, J. Henschel, H. Delamboye, A. Denoke, R. Trost, D. Pekova. Orquesta y coro del Liceo. Direcci¨®n esc¨¦nica: Ch. Marthaler. Escenograf¨ªa: A. Viebrock. Direcci¨®n musical: S. Cambreling. Teatro del Liceo, Barcelona, 17 de marzo.
Estrenada en 1921, con libreto en checo basado en La tempestad, del ruso A. N. Ostrovski, Kabanova qued¨® fuera del circuito seguramente por construir un mundo al margen de las tendencias del momento. ?pera tonal, ni verista ni simbolista, aunque bebe de ambas corrientes: la protagonista es a veces et¨¦rea como una M¨¦lisande, mientras que el entorno en que se mueve es opresivo y compacto como una Cavalleria rusticana. El argumento trata de una infidelidad (Ana Karenina y Madame Bovary en el trasfondo moral): Kabanova se enamora del joven Bor¨ªs desde la plena conciencia de que su salida de las normas establecidas s¨®lo puede desembocar en la muerte. Una muerte nada wagneriana: la redenci¨®n no forma parte del desolado panorama trazado por Ostrovski / Janacek. Kabanova es el s¨ªmbolo de la libertad que sucumbe ante las convenciones: su final es, pues, pura l¨®gica discursiva, inexorabilidad dram¨¢tica, fuerza del destino. Un papel muy dif¨ªcil, que alterna momentos de contemplaci¨®n l¨ªrica con otros de gran despliegue dram¨¢tico: muy buena Angela Denoke en ese cometido. Igualmente compleja, a menudo al l¨ªmite de las posibilidades, la parte del tenor (Peter Straka estuvo valeroso). Alrededor de los dos h¨¦roes crece la mediocridad de una sociedad pendiente siempre del otro: bien para censurarlo, bien para inducirlo a error bajo el manto de una complicidad de escasa densidad. El papel de villano en Kabanova lo incorpora una mujer, Kabanicha, suegra de Katia: prerrogativa de la ¨®pera rusa (Janacek fue un gran eslav¨®filo), ella es quien mueve los hilos del drama. Tremenda Jane Henschel crey¨¦ndose hasta la sa?a los t¨®picos heredados e imbuyendo de ellos a su apocado hijo Tikon (Hubert Delamboye).
Completan el cuadro de personajes un comerciante ambicioso, una chica ligera de cascos y un curioso inventor que explica cantando c¨®mo est¨¢ hecho un pararrayos; estos dos ¨²ltimos personajes estuvieron estupendamente interpretados, respectivamente, por Rainer Trost y Dagmar Pekova.
La dramaturgia de Christoph Marthaler emplea un solo cuadro: un patio vecinal de un bloque de pisos en un suburbio de Brno a finales de la d¨¦cada de 1960. Nada que ver con las vistas al Volga previstas en el libreto original. Aqu¨ª se impone el realismo socialista: edificio con aluminosis, habitaciones con chillones papeles pintados, l¨¢mparas kitsch, un int¨¦rprete de viola d'amore asomado a la ventana (muy ruso: ?gui?o a Chagall?), vestuario de estampados ofensivos. En lugar del Volga, una fuente que no funciona. A ella acabar¨¢ arroj¨¢ndose Katia, aunque no se nos explica c¨®mo consigue ahogarse en un palmo de agua.
La direcci¨®n de actores es simplemente soberbia, el ambiente general oprime hasta hacer deseable como pocas veces la bocanada de aire de La Rambla, a la salida. Una sola objeci¨®n: encerrar al r¨ªo en una hoja de calendario pegada a la pared resulta insuficiente. El teatro de Ostrovski / Janacek tiene mucho de Ch¨¦jov. El r¨ªo, siempre presente en el libreto, no es mero decorado, como no lo son en Ch¨¦jov los abedules o el estanque; son l¨ªmites morales, m¨¢s all¨¢ de los cuales se extiende el conflicto. El r¨ªo, en Kabanova, es lo inalterable por encima de la miseria; el lugar del que partir y al que volver en cualquier circunstancia. Reducirlo a una fuente, por m¨¢s que Magris nos haya ense?ado que el Danubio nace de un grifo, es una limitaci¨®n injustificada.
?ltimo elogio para el director musical, Sylvain Cambreling, responsable tambi¨¦n de la concertaci¨®n en Salzburgo. Arranc¨® de la orquesta lice¨ªsta una plenitud de sonido y unos matices de muy buena factura.
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