Cientos de miles de firmas para salvar a Safiya
La brutal condena por adulterio revela la utilizaci¨®n pol¨ªtica del islam por los integristas
Safiya Hussaini ha sido condenada a muerte por adulterio. Y no a una muerte cualquiera, sino a la lapidaci¨®n. Al margen de si fue una relaci¨®n consentida o una violaci¨®n (como la mujer declar¨® en la segunda vista del juicio), escandaliza que en el siglo XXI la libertad sexual de una persona sea coartada hasta ese extremo y de forma tan brutal. Con el agravante de que Safiya, de 35 a?os, estaba divorciada con anterioridad a los hechos. 'Es la ley de Al¨¢', ha defendido con convicci¨®n el fiscal general del Estado nigeriano de Sokoto, donde hoy se ver¨¢ el recurso de apelaci¨®n.
La ley de Al¨¢, la shar¨ªa (t¨¦rmino ¨¢rabe que significa lo que est¨¢ prescrito), es la ley isl¨¢mica, un cuerpo de doctrina legal basado en el Cor¨¢n, la tradici¨®n y, en menor medida, el consenso. A simple vista, la shar¨ªa dista mucho del concepto de ley y justicia que prevalece en los pa¨ªses occidentales. Sorprende sobre todo la crueldad de los castigos f¨ªsicos a los que recurre (lapidaci¨®n, amputaciones, flagelaciones) y su desviaci¨®n sexista. Ambos aspectos concurren en el caso de Safiya. (El hombre con el que cometi¨® el adulterio se encuentra en libertad tras haber admitido primero la relaci¨®n y haberla negado cuando supo a lo que se expon¨ªa; el defensor inicial de Safiya no volvi¨® a llamarle para 'que no pasara verg¨¹enza'.)
A pesar de la importante movilizaci¨®n que en esta ocasi¨®n se ha producido dentro y fuera de Nigeria, a¨²n muchos musulmanes y algunos que no lo son apelan a la tradici¨®n y la cultura para justificar castigos que atentan contra los derechos humanos b¨¢sicos. 'Al¨¢ decidir¨¢ si he de morir lapidada', ha admitido la propia Safiya, una campesina pobre y analfabeta casada por primera vez a los 12 a?os y que hoy aparenta muchos m¨¢s de sus 35. Otros aprovechan incidentes como ¨¦ste para desprestigiar al islam y a los 1.200 millones de personas que practican esa religi¨®n.
Dentro de esa comunidad hay cada vez m¨¢s voces que critican la asociaci¨®n de su fe con la brutalidad y la intransigencia. 'De nuevo se utiliza el islam para justificar una violaci¨®n flagrante de los derechos humanos', ha escrito el marroqu¨ª Tahar Ben Jeloun en relaci¨®n con el caso de Safiya. Para muchos intelectuales musulmanes, estos atropellos no tienen tanto que ver con la ley isl¨¢mica como con la mentalidad de quienes la manipulan.
V¨ªctima del barullo legal
En Nigeria, esto remite a la lucha pol¨ªtica que se ha desatado desde 1999 entre los estados del Norte (de poblaci¨®n mayoritariamente musulmana) y los del Sur (de mayor¨ªa cristiana). En el trasfondo, hay fuerzas que cuestionan la unidad del pa¨ªs, donde el 50% son musulmanes y el 40% cristianos. Safiya puede convertirse en otra v¨ªctima del barullo legal que ha supuesto la introducci¨®n de la shar¨ªa en 13 de los 36 estados nigerianos, en contradicci¨®n en muchas ocasiones con la legislaci¨®n federal.
Quienes defienden esta l¨ªnea, recuerdan que la puesta en pr¨¢ctica de la shar¨ªa var¨ªa mucho en el mundo isl¨¢mico. No hay uniformidad al respecto entre los cerca de medio centenar de pa¨ªses donde los musulmanes son mayor¨ªa. Los hay que se declaran rep¨²blicas isl¨¢micas (como Ir¨¢n, Pakist¨¢n o Mauritania) y laicos (Turqu¨ªa); en los que impera una visi¨®n rigorista e inflexible (Arabia Saud¨ª) y m¨¢s abiertos y cosmopolitas (T¨²nez, Siria o Malaisia). En estos casos, 'una din¨¢mica pol¨ªtica y econ¨®mica diferente ha dictado una interpretaci¨®n completamente diferente de la ley', explicaba recientemente a la BBC Nadeem Kami de la Fundaci¨®n Al Khoi en Londres. Sin embargo, la shar¨ªa ha constituido un elemento divisivo en pa¨ªses con minor¨ªas religiosas importantes como Sud¨¢n y Nigeria.
Otros autores estiman que no se trata s¨®lo de que la mayor¨ªa de los pa¨ªses isl¨¢micos no hayan hecho una separaci¨®n entre las leyes religiosas y las terrenas. El problema de fondo, aducen, es que su teolog¨ªa no admite la redenci¨®n del individuo. As¨ª que el c¨®digo penal de la shar¨ªa no deja lugar para la rehabilitaci¨®n del delincuente/pecador.
Un c¨®digo muy duro
'El c¨®digo es extremadamente brutal y severo y est¨¢ basado por completo en la doctrina de qisas: la venganza por cuenta de la comunidad en su conjunto', escriben Chris Horrie and Peter Chippindale en su libro What is Islam? El concepto no es exclusivo del islam. Se remonta a la Ley del Tali¨®n, del Antiguo Testamento jud¨ªo. Pero en los pa¨ªses de tradici¨®n judeo-cristiana los castigos f¨ªsicos hace tiempo que dejaron de estar sancionados. Adem¨¢s, el ojo por ojo tampoco afecta por igual a hombres y mujeres.
Algunas estudiosas ven en estas diferencias no una desviaci¨®n de la ley isl¨¢mica en s¨ª, sino consecuencia de que la mayor¨ªa de sus interpretaciones sean producto del discurso de ulemas hombres, tal como escribe Mai Yamani en Feminism and Islam: Legal and Literary Pespectives. De ah¨ª que ella, como Fatima Mernisi y otras feministas musulmanas, est¨¦n convencidas de que la posici¨®n y el trato de la mujer 'est¨¢n determinados no tanto por los principios del islam como por las pr¨¢cticas sociales'.
La realidad es que, ampar¨¢ndose en la shar¨ªa, en muchos pa¨ªses isl¨¢micos las mujeres no pueden ser jueces, su testimonio s¨®lo vale la mitad que el del hombre o su asesinato no se considera como un delito igual de grave que el de un hombre. De ah¨ª que pidan una 'reinterpretaci¨®n de los preceptos del libro sagrado en funci¨®n de la din¨¢mica social', algo a lo que se oponen los tradicionalistas.
Mientras este debate se resuelve, dos hechos son innegables: 1) la shar¨ªa sigue siendo un arma muy potente en manos de l¨ªderes populistas que para obtener o mantener el poder cuestionan las credenciales isl¨¢micas de sus oponentes; 2) la crueldad hacia las mujeres -con la sanci¨®n del Estado y de la religi¨®n- constituye un fen¨®meno persistente y alarmante en los pa¨ªses isl¨¢micos.
350.000 firmas en Espa?a
Amnist¨ªa Internacional ha recogido, s¨®lo en Espa?a en diez d¨ªas, 350.000 firmas para evitar que Safiya Hussaini sea lapidada, seg¨²n ha informado Esteban Beltr¨¢n, director de la secci¨®n espa?ola de dicha organizaci¨®n. Las primeras 300.000 firmas fueron entregadas el pasado 14 de marzo al embajador de Nigeria en Espa?a. Amnist¨ªa Internacional lanz¨® una campa?a de apoyo a Hussaini en internet bajo el lema Salvemos a Safiya, que se desarrolla paralelamente a iniciativas similares emprendidas en otros pa¨ªses y por diferentes organizaciones. 'Amnist¨ªa Internacional no toma postura sobre la religi¨®n o sistema legal de ning¨²n pa¨ªs. Sin embargo, se opone incondicionalmente a la pena de muerte o al uso de flagelaci¨®n, amputaci¨®n o lapidaci¨®n como formas de castigo, ya que constituyen tortura o trato inhumano o humillante', ha declarado esta organizaci¨®n . Tambi¨¦n en la cumbre de Barcelona, los ministros de la UE manifestaron su apoyo a Hussaini y pidieron clemencia a Nigeria. En una declaraci¨®n hecha p¨²blica al final de la cumbre, los 15 l¨ªderes europeos afirman que 'la UE est¨¢ profundamente preocupada por la informaci¨®n recibida sobre la posible lapidaci¨®n de una mujer en Nigeria', y piden a las autoridades nigerianas que 'respenten plenamente los derechos humanos y la dignidad humana', haciendo especial hincapi¨¦ en las mujeres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.