Inquilinas en la Cartuja de Jerez
Las Hermanas de Bel¨¦n 'ocupan' un monasterio donde no se dejaba entrar a mujeres
La Cartuja de Jerez est¨¢ considerada como el monumento m¨¢s importante de la provincia de C¨¢diz. Su construcci¨®n arranca alrededor de 1.470 y no concluye hasta el siglo XVII. Desde su creaci¨®n hab¨ªa sido un lugar prohibido para las mujeres a las que las f¨¦rreas normas de los cartujos les impidieron durante siglos el acceso al recinto. Circula, incluso, una leyenda que cuenta que los cartujos, tras verse obligados a recibir la visita de una mujer de la realeza, fueron marcando con tiza cada una de las losas que pis¨® para sustituirlas despu¨¦s por otras nuevas. Ninguno de los monjes de la ¨¦poca hubiera cre¨ªdo que en el futuro ser¨ªa un grupo de mujeres el que se hiciera cargo del cuidado y conservaci¨®n de esos muros pre?ados de silencio y oraci¨®n. Ahora, m¨¢s de 500 a?os despu¨¦s del nacimiento del monasterio, ha ocurrido. La orden de las Hermanas de Bel¨¦n se encerrar¨¢ a partir de ma?ana en la Cartuja para continuar con la labor que los monjes de la orden de San Bruno no han podido seguir por falta de vocaciones. Con los tiempos que corren no hay muchos j¨®venes dispuestos a dormir en celdas, levantarse en plena madrugada, no pronunciar una palabra durante d¨ªas y aguantar duras jornadas de trabajo para entregar su vida a Dios.
Las Hermanas de Bel¨¦n, sin embargo, llegan con la intenci¨®n de ocupar las 28 celdas existentes en el monasterio en el transcurso de unos meses. De momento, ser¨¢n ocho las religiosas que estrenen la nueva estancia. Proceden de distintos puntos de Espa?a, Francia y Lituania y aseguran estar felices con 'la mudanza', e impresionadas por la belleza del conjunto art¨ªstico. Ayer hablaron con los medios de comunicaci¨®n para agradecer el recibimiento que les ha tributado la ciudad. Ser¨¢ una de las muy escasas ocasiones en las que se dejen ver. Acompa?adas por el obispo de la Di¨®cesis de Jerez, Juan del R¨ªo Mart¨ªn, tapadas casi por completo por un h¨¢bito blanco muy parecido al de los antiguos inquilinos y envueltas en un halo de misterio se pasearon por el patio de acceso a la Cartuja, sorprendidas por la presencia de c¨¢maras y periodistas. La gran mayor¨ªa de ellas esquiv¨® las fotos y los micr¨®fonos y se refugi¨® en la oraci¨®n en un tranquilo paseo por las inmediaciones de la iglesia del monasterio.
La hermana Trinidad, una de las espa?olas, se convirti¨® en la improvisada portavoz del grupo. 'Estamos muy contentas por el cari?o de todos, del obispo, del padre Adolfo y de las hermanas del seminario. Ustedes mismos nos dejan impresionadas por la actitud de respeto que tienen', dijo a los periodistas.
La madre general de la orden de las Hermanas de Bel¨¦n, Sor Elizabeth, quien acompa?ar¨¢ a las religiosas durante sus primeros d¨ªas en Jerez, tomo la palabra por un instante para agradecer la acogida a la ciudad y se?alar que la llegada a la Cartuja para ellas 'ha sido una bendici¨®n de Dios'.
La vida de una monja de clausura
Las hermanas no estar¨¢n solas durante su primera semana de vida en el monasterio. El padre prior de los cartujos que moraban el lugar, Fray Pedro Moreno de la Cova, har¨¢ de anfitri¨®n junto a otro monje para ense?ar a las religiosas los secretos del recinto y, especialmente, lo relativo al funcionamiento diario del monasterio en cap¨ªtulos como la luz, el agua, el huerto y la conservaci¨®n. Los dos ¨²ltimos representantes de la orden de San Bruno en Jerez recoger¨¢n sus escasas pertenencias y se marchar¨¢n la semana que viene rumbo, en esta ocasi¨®n, a Camboya. Una jornada cualquiera en la vida de una de las nuevas inquilinas de la Cartuja de Jerez se puede resumir en tres palabras: oraci¨®n, silencio y trabajo. El d¨ªa comienza para ellas a las cuatro de la madrugada, hora a la que abandonan sus celdas para dedicarse a los rezos de la ma?ana, pr¨¢cticamente, hasta que sale el sol. En ese momento, cada cual se dedica a la funci¨®n que tiene asignada en el monasterio y que va desde el cuidado de la huerta, al trabajo de la cocina o las labores de artesan¨ªa. Esta ¨²ltima es la actividad en la que descansa su fuente de ingresos. 'Elaboramos una artesan¨ªa', cuenta la hermana Trinidad, 'y queremos transmitir con lo que hacemos la belleza de Dios y la oraci¨®n, de manera que las personas que luego adquieren esos objetos no s¨®lo se lleven algo bonito, que intentamos que sea de la m¨¢xima calidad, sino que, sobre todo, reciben algo de la presencia de Dios'. Dicen que, aunque no todas sus creaciones son de tem¨¢tica religiosa, intentan imprimir a cada una de ellas la armon¨ªa en la que se desarrollan sus vidas entregadas al Padre Creador. Las Hermanas de Bel¨¦n se mantendr¨¢n al margen, por su condici¨®n de monjas de clausura, del proyecto cultural que se prepara para abrir al p¨²blico parte del recinto de la Cartuja. Seg¨²n el obispo de la di¨®cesis jerezana, 'su misi¨®n aqu¨ª s¨®lo es la de alabar a Dios, pero les ha gustado la idea'.
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