V¨ªsperas de la edad del hierro
La tan esperada como decepcionante edad de oro a la que se refiere el t¨ªtulo de esta novela es el momento hist¨®rico en el que Estados Unidos se dispone a entrar en, y posteriormente a concluir, la Segunda Guerra Mundial. Roosevelt se presenta a su tercera elecci¨®n, la gana, entra en guerra -condici¨®n de importancia para lograr esa reelecci¨®n aun teniendo enfrente un decidido bloque aislacionista- y muere dejando en manos de su segundo, el mediocre Harry S. Truman, las riendas del resto de la guerra y del pa¨ªs. Lo que sigue es, contra toda esperanza, la guerra fr¨ªa y la guerra de Corea: algo m¨¢s parecido a una edad del hierro que a una edad de oro.
Tres miembros de una acaudalada familia tradicional americana son los protagonistas de esta novela: Caroline Sanford, su hermano Blaise y su sobrino Peter Sanford. Gore Vidal los har¨¢ moverse entre multitud de personajes reales, personajes sobre todo pertenecientes a la pol¨ªtica, la prensa y el cine. As¨ª es como se codean con Melvyn Douglas, Franklin y Eleanor Roosevelt, Cary Grant, Randolph Hearst, el Post, el Tribune, Henry Luce Cabot y su Life, Peggy Guggenheim, Dawn Powell... en fin, la lista de personajes reales es interminable. Por algo se trata de una novela 'ambientada en la realidad' si me permiten aplicar rigurosamente esta expresi¨®n.
LA EDAD DE ORO
Gore Vidal Traducci¨®n de Aurora Echevarr¨ªa Mondadori. Barcelona, 2002 480 p¨¢ginas. 17,50 euros
Al tratarse de historia reciente, este tipo de novelas no contiene sorpresa alguna en cuanto a su desarrollo en la medida que es contempor¨¢neo del lector, por lo que toda la originalidad dram¨¢tica ha de basarse en los personajes de ficci¨®n y en la relaci¨®n de ¨¦stos con la realidad. El retrato de grupo de las esferas del poder ocupa el grueso de la obra y la habilidad del autor consistir¨¢ en introducir en ¨¦l a sus personajes de ficci¨®n. Trat¨¢ndose de Gore Vidal, no es necesario decir que lo conseguir¨¢ de una manera inteligente, chispeante, con un impecable sentido del humor y una escritura manejada como un bistur¨ª. A primera vista, el libro se mueve en el terreno del cotilleo sobre una ¨¦lite glamourosa conducido por la mano de un buen observador.
Sin embargo, esa capa de
cotilleo social de altura coge altura enseguida, en cuanto Vidal empieza a desvelar una trama de deseos, odios, amores e intereses en la que todo se compra y se vende y la vida es una representaci¨®n dedicada a sublimar la bajeza de esos movimientos: el manejo de la opini¨®n p¨²blica, la asombrosa falta de escr¨²pulos e ideolog¨ªa de los pol¨ªticos profesionales, la dependencia de los resultados... todo ello regurgita en una especie de corrupci¨®n moral de un despotismo democr¨¢tico ilustrado: el pueblo no debe saber... por el bien del pueblo; entretanto, el sagrado deber de actuar por el bien del pa¨ªs les pertenece a ellos, los elegidos, los organizadores del tinglado.
As¨ª las cosas, no nos encontrar¨ªamos lejos de los intentos de Tom Wolfe de convertirse en un cl¨¢sico del siglo XX utilizando los medios de los cl¨¢sicos del XIX, intento tan superficial como est¨¦ril. Pero hay una diferencia: donde en Wolfe no hay una sola pizca de misterio -entendido como la cualidad de misterioso de toda literatura creativa- en Vidal s¨ª que existe esa zona de sombra donde se cuece de manera no expl¨ªcita el sentido y el ser de sus personajes de ficci¨®n. La familia Sanford conocer¨¢ su auge en las figuras de Caroline -dama de la industria del periodismo liberal- y su sobrino Peter, fundador de una revista de car¨¢cter cr¨ªtico que, imaginamos, azotar¨¢ en su d¨ªa el senador McCarthy.
No hay novedad en la literatura de Vidal, pero hay sugerencia suficiente como para crear esos personajes capaces de contemplar y representar a la vez la decadencia de la sociedad rooselvetiana. Unos mueren y otros envejecen y a todos la historia se les escapa de las manos mientras el Imperio se mantiene y se sucede a s¨ª mismo. Escenas como el encuentro con Truman o el almuerzo de Caroline Sanford con William Randolph Hearst pertenecen no a un forzado de la novela -como siempre parece ser Tom Wolfe-, sino a un creador de espacios y personajes de la mejor escuela tradicional del realismo americano.
Gore Vidal, autor brillante e ir¨®nico, de un humor corrosivo pero nunca excedido, que se r¨ªe de s¨ª mismo con verdadero ingenio -v¨¦ase su aparici¨®n en la novela y la comparaci¨®n con Capote, contada desde fuera-, es, para cualquier lector m¨ªnimamente exigente, el modelo perfecto del aut¨¦ntico, del genuino 'best seller de calidad', una denominaci¨®n que se coloca a cualquier escritor vendedor que no sea un zote del calibre de Ken Follet o Tom Clancy, y que deber¨ªa depositarse tan s¨®lo y cuidadosamente en manos tan atractivas como las del excelente narrador tradicional que es Vidal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.