La experiencia de vivir del trueque
En la zona euro hay m¨¢s de 300 millones de habitantes, pero s¨®lo muy pocos que todav¨ªa no han entrado en contacto con la moneda ¨²nica. Por convicci¨®n, Heidemarie Schwermer es una de ellas. 'Nunca tocar¨¦ un euro. Le he echado un vistazo, pero nunca lo tocar¨¦', proclama. No es euroescepticismo: Schwermer tambi¨¦n dej¨® de usar marcos, all¨¢ por 1996, cuando renunci¨® a todas sus propiedades. Su meta: demostrar que un mundo distinto, de absoluta libertad y justicia, es posible. Locuaz y m¨ªstica, todo lo que necesita para vivir lo obtiene a trav¨¦s del trueque, seg¨²n describe en un libro de pr¨®xima publicaci¨®n en Espa?a, Mi vida sin dinero (Editorial Gedisa).
Schwermer recibe al visitante en lo m¨¢s parecido a su hogar: un d¨²plex de una ONG universitaria, en pleno centro de Dortmund, en la cuenca del Ruhr. Aqu¨ª puede extender un colch¨®n, hervir un poco de agua para el t¨¦ y acceder a Internet. Pese a que en estas oficinas pasa buena parte del a?o, no hay indicios de su presencia. Salvo un armario con ropa y recuerdos personales que est¨¢ en casa de unos amigos, Schwermer, hija de una familia de refugiados de la II Guerra Mundial, no posee nada. No se le ve harapienta; maquillada con destreza, viste con elegancia un su¨¦ter verde oliva, una falda roja y zapatos verdes oscuros. Es ropa regalada u obtenida a trav¨¦s del trueque. 'Yo no soy una asceta', aclara.
Heidemarie Schwermer, en 1996, decidi¨® regalar todo lo que ten¨ªa, incluido su piso, y se comprometi¨® a no volver a usar dinero para vivir. Renunci¨® incluso al seguro m¨¦dico
Hace algo m¨¢s de un a?o tuvo una debilidad y pens¨® que quiz¨¢ hab¨ªa llegado demasiado lejos en su rechazo del dinero. Decidi¨® llevar unos cuantos marcos...
Pero se da por satisfecha con muy poco. Esta ma?ana ha podido complementar su desayuno de simples rebanadas de pan, obsequiadas por un amigo panadero, con un tomate. 'Ha sido todo un banquete', dice alegremente. Schwermer, de 60 a?os, es maestra y psicoterapeuta. Sin restricciones ni beneficios pecuniarios, sus preocupaciones cotidianas suelen ser prosaicas: 'Cuando necesito, por ejemplo, un billete de autob¨²s o una nueva pasta de dientes, pienso: ?a qui¨¦n se los puedo pedir?, ?qu¨¦ puedo ofrecer a cambio?'.
As¨ª de sencillo y de complicado
Fue incubando la idea a partir de 1994, cuando fund¨® en Dortmund un c¨ªrculo de trueque similar a los que existen en otras ciudades europeas en los que tambi¨¦n se pueden intercambiar servicios sin que medie dinero: un corte de pelo, por ejemplo, por una clase de matem¨¢ticas. 'De lo que se trata es de que todo trabajo tiene el mismo valor', explica. Schwermer, no obstante, quiso ir m¨¢s all¨¢ de las din¨¢micas de grupo y opt¨® por una opci¨®n m¨¢s radical: en 1996 regal¨® todo lo que ten¨ªa, incluido su piso, y se comprometi¨® a no volver a usar dinero. Renunci¨® incluso al seguro m¨¦dico, y desde entonces conf¨ªa en que nada grave le suceda.
En cuanto al problema de la vivienda, sobre todo al principio, lo resolvi¨® cuidando casas de amigos y conocidos. A lo largo de los a?os, Schwermer ya ha ofrecido de todo a sus conciudadanos, desde el cuidado de personas mayores, pasando por labores de limpieza, hasta cursillos terap¨¦uticos y conferencias. 'Hago lo que quiero; lo que no quiero, no lo hago', sostiene.
Para ensanchar su red de contactos, Schwermer recurre tambi¨¦n a los periodistas. 'Los medios son mi camino', admite. Incluso le gustar¨ªa tener un programa de televisi¨®n, y eso que niega cualquier aspiraci¨®n proselitista. 'No trato de convencer a los dem¨¢s de mi rumbo. Cada cual tiene que encontrar su propia v¨ªa', asegura. Al mismo tiempo s¨ª cree que su vida pueda tener un valor colectivo: 'Todo lo que estoy ensayando, en el fondo, es para la sociedad en su conjunto'.
En lo que dice hay una frase recurrente: 'Esto me lo he tenido que trabajar mucho'. En su libro, relata momentos de soledad y crisis, sobre todo al sentirse una mendiga a la hora de tener que pedir un favor a alguien. Adem¨¢s, durante el encuentro, hay otra cosa que le duele: la gente que le es cercana, con frecuencia, no la comprende. As¨ª, de repente, recuerda c¨®mo a cambio de poder vivir en su casa durante a?os cuid¨® a la madre enferma de una amiga y c¨®mo esta misma amiga, un buen d¨ªa, cedi¨® esta habitaci¨®n a un pintor chileno, que nada da a cambio de poder albergarse all¨ª.
'Pese a todo el tiempo que compartimos, ella no comprendi¨® nada. No se trata s¨®lo de dar, sino tambi¨¦n de tomar', susurra Schwermer. Es un recuerdo que le llena los ojos de l¨¢grimas, lo que tiene que ver tambi¨¦n con que el nuevo hu¨¦sped de su amiga sea un pintor chileno. Igual que el padre de sus dos hijos, del que se separ¨® tras una breve y traum¨¢tica convivencia en los a?os sesenta y a quien no ha vuelto a ver desde entonces. As¨ª, los dos hijos se educaron sin padre y con una madre en continua b¨²squeda de una sociedad y una vida mejor. Sin profesi¨®n y casi sin estudios, hoy d¨ªa ambos viven en comunas, pero Heidemarie Schwermer se ha dejado de sentir culpable por c¨®mo crecieron. 'Tambi¨¦n ellos tienen que abrirse su propio camino', mantiene, antes de constatar que su concepci¨®n personal de la libertad incluye tambi¨¦n renunciar a poseer v¨ªnculos familiares o de amistad. 'No quiero que nadie dependa de m¨ª'. Tiene novio, pero es una 'relaci¨®n abierta'.
Hace algo m¨¢s de un a?o tuvo una debilidad y pens¨® que quiz¨¢ hab¨ªa llegado demasiado lejos en su rechazo del dinero. Decidi¨® llevar consigo una billetera con unos cuantos marcos para comprarse, por ejemplo, aquella caja de galletas que de otra manera hubiera tenido que esperar durante tanto tiempo, hasta que le fuese regalada por la providencia o por los amigos, o por ambos a la vez. No fue una buena idea: 'R¨¢pidamente se vuelve a la misma costumbre. A la caja de galletas sigui¨® un billete de autob¨²s, y as¨ª otras cosas. Como en el caso de los alcoh¨®licos, que tampoco pueden probar una gota de licor. He decidido dejarlo de nuevo: es m¨¢s sencillo no tener dinero'. ?Y los derechos de autor del libro? Todav¨ªa no ha decidido a qui¨¦n regal¨¢rselos.
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