Los sentidos pegados a la tierra
'El sentido de la labor po¨¦tica y moral de Pavese reside en el trabajoso tr¨¢nsito entre dos formas de ser en el mundo: partiendo de un dato de pasividad y anonimato existencial, llegar a conseguir que todo aquello que vivimos sea autoconstrucci¨®n, conciencia, necesidad'. Estas palabras de Italo Calvino recogen a la perfecci¨®n el sentido de la que se ha dado en considerar la novela cumbre de Cesare Pavese, La luna y las hogueras. La historia que se cuenta en ella es sencilla: un hombre vuelve al pueblo donde creci¨®, a la infancia y la adolescencia donde se hizo. Naci¨® siendo un bastardo entregado a una familia campesina y pobre que lo mantuvo por dinero, vivi¨® en la pobreza, so?¨®, mir¨®, se hizo muchacho, lleg¨® a G¨¦nova y despu¨¦s parti¨® a Am¨¦rica, hizo fortuna y regres¨® en busca de su lugar de infancia, sus ra¨ªces. Hay un momento en el que cuenta maravillosamente la diferencia esencial entre el mundo americano en el que hizo su dinero y el mundo en el que creci¨®. Dice de Estados Unidos: 'No era un pa¨ªs donde uno pudiera echar ra¨ªces, sentar la cabeza y decirle a los otros: 'Por humilde que sea, sab¨¦is qui¨¦n soy. Por humilde que sea, dejadme vivir'. Con esta sencillez admirable est¨¢ expresada la diferencia entre dos culturas, la Am¨¦rica del self-made-man y la Italia familiar y rural del Piamonte del propio escritor.
LA LUNA Y LAS HOGUERAS
Cesare Pavese Traducci¨®n de Fernando S¨¢nchez Alonso Pre-Textos. Valencia, 2002 204 p¨¢ginas. 16,50 euros
Entre ambas culturas se mueve el protagonista y con ¨¦l se mueve el gran tema de Pavese: la b¨²squeda del origen, que engloba a los otros dos que cierran el ciclo heroico del hombre moderno: la propiedad de un nombre que uno pueda llamar suyo y la consecuci¨®n de un lugar bajo el sol, de un espacio de vida singular y social, en definitiva. La tarea que requiere semejante empe?o solamente es propia de un grande, tanto en la vida como en la escritura. Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Torino, 1950) es uno de los m¨¢s grandes escritores del siglo XX europeo.
El narrador de la novela, ese hombre que vuelve y recorre los lugares de su infancia en busca de un pedazo de tierra que comprar, va reconociendo y recordando paso a paso su vida de infancia y adolescencia. Pavese se vale del narrador para contar el entonces y el ahora, el ni?o y el hombre. El recuerdo se ci?e al entonces, las consideraciones son el ahora; el recuerdo es el ni?o, la reflexi¨®n es la del hombre, que ha debido exiliarse laboralmente para volver con el dinero que le concede la propiedad. Pero el ni?o no pudo comprar sus deseos y el adulto no puede comprar el tiempo pasado. La reuni¨®n de estos dos puntos de vista en la figura del narrador y el contrapunto -delicado, matizado- de su viejo amigo reencontrado, Nuto, es eje de la narraci¨®n; un eje admirablemente montado, desarrollado y acabado, donde la emoci¨®n o la ternura no ceden un ¨¢pice a la construcci¨®n del conflicto dram¨¢tico por excelencia del hombre moderno: la construcci¨®n de la conciencia, la construcci¨®n del yo.
El narrador es un hijo de padres desconocidos, es un acogido por caridad, es un ni?o que sue?a y se busca sus sue?os como se busca la vida, es un observador que contempla la decadencia de quienes son m¨¢s que ¨¦l, que cruza el Atl¨¢ntico en pos de un m¨¢s all¨¢ de su terru?o, que lucha y crece como un superviviente. Una noche, en el desierto de California, descubre adem¨¢s que tras las culturas distintas hay tierras distintas; por ejemplo, la diferencia entre ese desierto o semidesierto y el campo piamont¨¦s. Entonces comienza un doloroso regreso mental que, cumplido el ciclo de hacer dinero, se convierte en f¨ªsico; por eso vuelve al viejo pueblo. Y all¨ª, todo ha sucedido sin ¨¦l y lo que cuenta, lo sucedido mientras estuvo fuera -la guerra, la posguerra-, es la ausencia, no la presencia; su presencia all¨ª no hace m¨¢s que constatar esa ausencia, ese tiempo que no sucedi¨® aqu¨ª para ¨¦l, en el pueblo, sino all¨ª, en el lugar inh¨®spito y solitario donde hizo su fortuna, la fortuna que le ha permitido regresar y cambiar su mirada. S¨®lo que esa mirada cambiada se tiende sobre un mundo tambi¨¦n cambiado y el conflicto dram¨¢tico alcanza su punto m¨¢s alto en el interior del personaje. Nada se puede revivir, nada es como fue.
As¨ª de consciente y sugeren
te es esta hermosa novela de Pavese donde el mundo de los sentidos se pega a la tierra tanto como a la reflexi¨®n sobre las cosas y las personas, en un ejercicio de maestr¨ªa expresiva inigualable. Esta novela tiene olor, se puede tocar, se respira. Quiz¨¢ Pavese estaba abandonando ya el mundo -el libro se public¨® p¨®stumamente- y esto era cuanto finalmente ten¨ªa que decir, pues su intensidad dram¨¢tica s¨®lo es paralela a su extrema decantaci¨®n y a la parad¨®jica morosidad de un impl¨ªcito sentimiento de adi¨®s por las cosas amadas. El mismo Italo Calvino, quiz¨¢ temeroso de que el delicado equilibrio entre la inmensa ternura y exigente sobriedad buscado en este libro transcurriera demasiado temerariamente por el filo de la navaja, manifest¨® sus dudas respecto a si 'en ella la condensaci¨®n de lirismo, la verdad objetiva y el conjunto de significados culturales se ha (hab¨ªan) actualizado plenamente'. Yo opino que s¨ª, que en la plenitud exacta de la obra maestra.
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