Para otra Europa, otras voces
El autor pide que la Uni¨®n Europea juegue un papel m¨¢s intenso y relevante en la actual "disyuntiva civilizatoria"
Despu¨¦s del fat¨ªdico 11 de septiembre, muchos rostros se giraron hacia Europa desde todos los lugares del mundo. Ped¨ªan la Europa de la racionalidad, de la civilizaci¨®n, del di¨¢logo y de la tolerancia. La Europa de los derechos humanos y de la solidaridad. La Europa de la esperanza pol¨ªtica. Exig¨ªan, sobre todo, una voz aut¨®noma y de referencia en el escenario internacional que pudiera servir de contrapeso al grito unilateral de la Administraci¨®n Bush. Los l¨ªderes pol¨ªticos que menos creen en Europa se apresuraron a romper la voz unitaria, y empez¨® una triste carrera por ver qui¨¦n asent¨ªa con m¨¢s sumisi¨®n a los reclamos militares de un Presidente norteamericano que ya ten¨ªa su guerra.
'Como recordaba Delors, no nos enamoraremos de un gran mercado'
Ni el mundo ni Europa ni Espa?a son m¨¢s democr¨¢ticos despu¨¦s del 11 de septiembre. El unilateralismo y una agenda pol¨ªtica dominada por la lucha contra 'el eje del mal' suponen una marcha atr¨¢s intolerable que s¨®lo la firme decisi¨®n de una Europa con voluntad pol¨ªtica puede frenar.
Esta din¨¢mica que reduce la democracia pone a¨²n m¨¢s de relieve la necesidad imperiosa de una arquitectura internacional que asegure que los designios de la humanidad, su presente y su futuro, no dependen de los humores de una ¨²nica potencia.
Naciones Unidas no puede ser la agencia de cuidados intensivos de la pol¨ªtica internacional de los Estados Unidos. Y la Uni¨®n Europea no puede ser la bacinilla donde se escupe permanentemente y de donde no sale ning¨²n quejido. No se trata de un rancio orgullo hidalgo. Se trata de no olvidar que ser ciudadano es tener derecho a la propia dignidad.
Precisamente, la UE puede y debe jugar un papel m¨¢s intenso y relevante no s¨®lo en el ¨¢mbito internacional, lo que no ser¨ªa poco, sino en la disyuntiva civilizatoria en la que nos encontramos. Europa est¨¢ poblada de la grandeza de los magnos desaf¨ªos, y tambi¨¦n habitada de la miseria de las grandes cat¨¢strofes. Por eso, m¨¢s Europa no puede ser sin traicionar todo lo que ha aprendido, 'm¨¢s mercado, m¨¢s beneficios empresariales, m¨¢s precariedad'.
De la misma manera, la dram¨¢tica historia de nuestro continente debe impulsar una pol¨ªtica de paz planetaria. Despu¨¦s del desastre de dos guerras mundiales, nuestro continente debe ense?ar que la guerra no es una forma adecuada de solventar conflictos. Por eso debe guiarse por la previsi¨®n. En el otro polo est¨¢ el comportamiento belicista que muestran algunos mandatarios deseosos de la supuesta grandeza de mandar a seres humanos a la muerte. Aliarse con la guerra es dar la mano a los fantasmas de nuestra historia; es coaligarse con la estrategias de fuerza y con una concepci¨®n militarizada de la vida incompatible con los m¨¢s elementales derechos humanos o principios democr¨¢ticos.
Quiz¨¢s sea el conflicto palestino-israel¨ª el foco en el que se refleja m¨¢s tr¨¢gicamente la doble moral de Occidente. Se nos hiela la sangre cuando escuchamos al genocida Sharon decir que a¨²n deben morir muchos m¨¢s palestinos para hacer posible una negociaci¨®n de paz. Que los palestinos s¨®lo se sentar¨¢n a negociar cuando est¨¦n derrotados. Es imprescindible que la Uni¨®n Europea se sacuda la pereza pol¨ªtica y ejerza su papel; el que le est¨¢n reclamando una buena parte del planeta. El respeto moral se gana ejerciendo moralmente. Por eso es m¨¢s imprescindible Europa y por eso es m¨¢s imprescindible una voz que se exprese desde la legitimidad de una construcci¨®n democr¨¢tica y participativa. Por eso Europa no puede ser un gigante con pies de barro. Y menos a¨²n un gigante sin cabeza.
El ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, Josep Piqu¨¦, recordaba estos d¨ªas una frase ocurrente del comisario europeo responsable de la pol¨ªtica exterior, el brit¨¢nico Chris Patten, quien, refiri¨¦ndose a la relaci¨®n entre los EE UU y la Uni¨®n Europea, dec¨ªa: 'Gulliver tambi¨¦n necesita a los liliputienses'. Con esa mentalidad subordinada y enana, la Uni¨®n Europea seguir¨¢ como hasta el momento: desaparecida, o, peor a¨²n, insultada y despreciada. El momento actual es el oportuno. La Convenci¨®n que se acaba de abrir debe verse, al menos es nuestro punto de vista, como una oportunidad para construir otra Europa. Comprobamos que no hay un solo proyecto. Y aunque la coalici¨®n de actores es desigual, hay opciones reales para articular un espacio social y pol¨ªtico que proponga a la sociedad la construcci¨®n de otra Europa. En este debate aparecen diferentes alianzas transversales en relaci¨®n con los temas relevantes de la agenda europea hoy: el modelo democr¨¢tico; la perspectiva social y econ¨®mica y el modelo de integraci¨®n territorial.
El debate sobre la democracia y la construcci¨®n pol¨ªtica europea es un elemento significativo en este proceso. No nos resulta indiferente el modo en el que se resuelva la discusi¨®n sobre la arquitectura institucional de la Uni¨®n, ni el papel de los Estados, de los parlamentos y de las naciones en este proceso.
En este ¨¢mbito tiene sentido la perspectiva de un proceso federal de construcci¨®n europea como respuesta a los problemas que plantea la construcci¨®n democr¨¢tica en este espacio pol¨ªtico.
Las propuestas federales, tanto para Europa como para Espa?a, incorporan la idea de virtud republicana y a¨²nan lo mejor de la responsabilidad particular ciudadana y el internacionalismo que le es propio a la izquierda. Por eso nos parece que este proceso puede organizarse en el contexto de un debate sobre la aprobaci¨®n de una Constituci¨®n para la Uni¨®n Europea. Como en la Itaca de Kavafis, la meta es tambi¨¦n el camino. El proceso ser¨¢ tambi¨¦n el resultado.
Pero la soluci¨®n no es la Constituci¨®n en s¨ª misma. El final de este proceso debe ser la ratificaci¨®n en refer¨¦ndum de una nueva estructura pol¨ªtica en la Uni¨®n. S¨®lo aquello en lo que se participa es asumido como propio. El resultado final dar¨¢ como fruto alguna suerte de federalismo extremadamente diverso y plural. Pero permitir¨¢ un gobierno pol¨ªtico del proceso de construcci¨®n europea fundado en la participaci¨®n de la ciudadan¨ªa.
El aspecto social y de cohesi¨®n territorial expresan, tambi¨¦n, una determinada idea de Europa. Como recordaba Delors, no nos enamoraremos de un gran mercado. Esta idea por s¨ª misma es escasamente emocionante salvo para los que tienen jugosos intereses en las bolsas. El aire de Europa no debe parecerse al pantanal de la especulaci¨®n y la explotaci¨®n. No puede caerse la fraternidad de los ideales de la revoluci¨®n francesa que inauguraron la edad democr¨¢tica.
Pero lo que nos importa de verdad es la capacidad de la UE para dar respuesta de manera coordinada y eficiente a los problemas del desempleo. A su capacidad para extender bienes y servicios sociales de calidad entre la mayor parte de la ciudadan¨ªa. A su inter¨¦s por producir un modelo de articulaci¨®n territorial que asegure un creciente proceso de convergencia real en todos los ¨®rdenes: social, pol¨ªtico y econ¨®mico. A su defensa de un modelo ecol¨®gicamente sostenible. Y para todo esto necesitaremos abordar con realismo el incremento del presupuesto comunitario.
M¨¢xime si la voluntad de ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea no quiere hacerse a costa del mismo proyecto europeo. El futuro est¨¢ lleno de esperanza. Nunca ser realistas nos oblig¨® a ser tan optimistas. Los medios de comunicaci¨®n pueden colaborar activamente en la articulaci¨®n de un espacio pol¨ªtico europeo y por eso precisamos de debates p¨²blicos en los medios de comunicaci¨®n sobre el futuro de Europa. S¨®lo una opini¨®n p¨²blica europea construir¨¢ la democracia en Europa.
Este apasionante proceso debe saldarse con un Refer¨¦ndum que d¨¦ legitimidad a la construcci¨®n europea y que haga visible el compromiso que las instituciones comunitarias piden a su sociedad. Reivindicamos una vez m¨¢s el papel civilizatorio y referencial que la UE puede jugar en estos momentos. Su historia es la oportunidad para incorporar racionalidad y complejidad a una situaci¨®n que demanda angustiosamente ambas cosas. Si no so?amos Europa no sabremos so?ar el futuro pol¨ªtico de nuestras sociedades. Los aires que soplan en el mundo tras el 11-S obligan a la vigilia de todos los dem¨®cratas. Y la democracia es la ense?anza por excelencia de este viejo continente tan cargado de futuro.
Gaspar Llamazares Trigo es coordinador general de Izquierda Unida.
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