Huellas de guerra entre las encinas de la Casa de Campo
Una librer¨ªa organiza, por siete euros, visitas guiadas a los escenarios de la ¨²ltima contienda entre espa?oles
Los madrile?os muestran inter¨¦s creciente por la historia de su ciudad. Pero no s¨®lo la del Madrid de Austrias y Borbones, sino tambi¨¦n la de acontecimientos m¨¢s pr¨®ximos en el tiempo, aunque oscurecidos por interpretaciones sesgadas de aquellos hechos. Es el caso de los acaecidos durante la ¨²ltima contienda civil, hace ahora seis d¨¦cadas. Para satisfacer ese inter¨¦s Miguel ?ngel Miguel, propietario de Tierra de fuego, una librer¨ªa con establecimientos en las calles de Pizarro y del Pez, organiza trayectos sobre la Guerra Civil en la Casa de Campo. 'Cada vez acude m¨¢s gente' comenta Miguel ?ngel. 'En la ¨²ltima visita participaron hasta seis ingleses', a?ade.
'En realidad, la presencia de gu¨ªas como Antonio Morcillo, profesor del colegio Nuestra Se?ora de Lourdes y coautor, con el profesor Luis de Vicente, m¨¢s sus alumnos, de un libro sobre la Casa Campo, es una garant¨ªa para el ¨¦xito', se?ala de Miguel. 'Ha estudiado el terreno, que conoce desde que era muchacho y ha contrastado testimonios recibidos de testigos hasta hacerse una idea completa de aquellos acontecimientos, de los que da cuenta luego durante la visita que gu¨ªa y a la que se apuntan cada mes, por 7 euros, hasta 25 personas'.
Madrid, cercado, sufri¨® durante casi tres a?os el bombardeo artillero de Franco desde el cerro de Garabitas
La Casa de Campo permaneci¨® en litigio entre el bando nacionalista, capitaneado por Franco, y el leal a la Rep¨²blica desde el oto?o de 1936 hasta el fin de la contienda, el 1 de abril de 1939. A partir de noviembre del primer a?o, las tropas nacionalistas al mando del general Varela lograron adentrarse a trav¨¦s de la Casa de Campo, tras cruzar el Manzanares, hasta el Hospital Cl¨ªnico, en la Ciudad Universitaria, donde en aquellos primeros d¨ªas cay¨® muerto, presumiblemente por una bala perdida, el l¨ªder anarquista Buenaventura Durruti. All¨ª qued¨® establecida la primera l¨ªnea. M¨¢s de 70.000 combatientes se dieron cita, reiteradamente, en ¨¢reas aleda?as. Muchos civiles, sindicalistas, socialistas, comunistas, adem¨¢s de falangistas y carlistas, murieron peleando por sus ideales. Franco mand¨® filmar pel¨ªculas del general Varela ya como futuro alcalde de Madrid y durante seis seis meses mantuvo en Getafe, que ten¨ªa bajo su control, un consistorio preparado para hacerse cargo de la gobernaci¨®n del municipio de Madrid; tal era la aparente precariedad de la resistencia. Pero la ciudad resisti¨®, pese a tener el Gobierno desplazado a Valencia. Las casas de la calle de la Princesa y los edificios de Moncloa se convirtieron en parapetos, en una zona disputad¨ªsima, teatro de feroces combates, al igual que la Casa de Campo; all¨ª, las tropas enviadas por Franco establecieron posiciones artilleras como la del Cerro de Garabitas, desde las que ca?oneaban a mansalva la ciudad. Para mantener el cerro y las posiciones de avanzada, las tropas de Franco se fortificaron por todo el interior de la Casa de Campo.
El profesor Antonio Morcillo ha trazado itinerarios para explicar a los visitantes, sobre el terreno, cu¨¢ntas y cu¨¢les eran esas fortificaciones: su tipolog¨ªa, funcionamiento, redes de suministros y de abastecimientos, m¨¢s las piezas artilleras all¨ª empleadas. Morcillo explica que la Gran V¨ªa lleg¨® a ser llamada Avenida del Quince y medio, un calibre artillero utilizado para bombardearla, con ca?ones Schneider, Vickers y Krupp.
El profesor ayuda a comprender la evoluci¨®n militar del conflicto conforme a los acontecimientos y a los cambios operados en el frente de combate en esa zona, muy movediza durante la primera fase de la guerra y algo m¨¢s estable a partir de 1937.
Durante el trayecto de la visita, uno de los cuales parte de la boca del metro de Bat¨¢n y prosigue en direcci¨®n oeste por un sendero paralelo contiguo al de la v¨ªa, Antonio Morcillo descubre adem¨¢s a los visitantes casamatas ocultas bajo la maleza o sepultadas por el c¨¦sped, l¨ªneas de atrincheramientos y posiciones de francotiradores u otros parajes, como una vieja ermita abandonada. La visita prosigue en direcci¨®n a la puerta del Zoo, cuyo suelo, hoy visiblemente aupado, es testimonio de las modificaciones experimentadas desde entonces por el terreno. Llama la atenci¨®n que numerosas albardillas de piedra, empleadas desde el siglo XVIII por arquitectos que laboraron en la Casa de Campo, como Francisco Sabatini, fueran reutilizadas por los combatientes. Acequias y arroyos, promontorios y vados, fueron codiciado bot¨ªn para alzarse con la victoria en aquella guerra cuyos detalles los madrile?os pueden hoy descubrir mediante un grato paseo.
Un testimonio sorprendente
Antes de morir en el a?o 1983, un combatiente del bando nacionalista, alf¨¦rez provisional y falangista de origen gallego, dej¨® un testimonio sorprendente que incluye una interpretaci¨®n ins¨®lita sobre la guerra en la zona occidental de la ciudad en aquellos d¨ªas de noviembre de 1936: 'Mi madre, Aurelia, y mi hermana Teresa se hallaban retenidas en Madrid, bajo el Gobierno republicano. Yo quer¨ªa entrar a la ciudad a toda costa, con los primeros combatientes que pudieran hacerlo, para rescatarlas. As¨ª, me un¨ª a las Falanges de Castilla que iban a iniciar un asalto por el puente de Praga. La resistencia fue feroz: las ametralladoras de los 'rojos' se hallaban emplazadas en los ventanucos de los s¨®tanos; era imposible avanzar; cuando yo cruzaba el puente, sufr¨ª un tremendo balazo en el abdomen. Sin sentido, fui llevado a un hospital de sangre en ?vila. All¨ª, el general Emilio Mola, que poco antes me hab¨ªa nombrado alf¨¦rez provisional en Pamplona, me vino a visitar. Entonces, ante mi perplejidad, me dijo: '?C¨®mo has sido tan necio, Antonio, de intentar entrar ahora a Madrid?' Yo no acertaba a explicarme lo que Mola trataba de decirme. '?No ves que ¨¦ste [en referencia a Franco] hasta que no haya liquidado pol¨ªticamente la resistencia, no va a atreverse a tomar Madrid? Primero los destruir¨¢ y luego, en tres a?os, vendr¨¢ la conquista''. Este testimonio, que podr¨ªa ser la baladronada de uno de los principales colaboradores de Franco para escamotear la ins¨®lita resistencia popular de Madrid contra el cerco, quiz¨¢ contribuir¨ªa a explicar, parcialmente siquiera, la estabilizaci¨®n del frente nacionalista sobre la Casa de Campo durante tres a?os.
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